jueves, 28 de agosto de 2014

SIRENAS

Estoy sentado en la terraza de La Fuente, tomando el primer café del día, cuando pasa tras de mi una mujer de aspecto corriente, quiero decir que nada destaca en ella, en apariencia, excepto que deja a su paso un intenso y extendido olor a sal, que me deja envuelto en esa nube.

Enseguida he pensado, es una sirena, que ha perdido la cola. Se han dado cuenta de que las sirenas cantan, al menos eso dicen que escuchó Ulises en sus vacaciones en el mar. Cantan como si fueran vedettes de los musicales de Broadway de los años cincuenta, como lo hacía Carmen Miranda, con seis quilos de fruta en la cabeza.
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Uno de los misterios que me intrigan de las sirenas, es que, siendo una creación mítica de toda la vida, siempre se las representa de frente, quien haya visto alguna vez el culo de una sirena, que avise, por favor, quiero ser el segundo en enterarme.

Pero hoy no quiero escribir sobre las cualidades físicas de las mujeres, no quisiera ponerme pesado, sino sobre sus cualidades intelectuales, y para ello, nada mejor que referirme a Virginia Wolf pues, su trágico final encaja, a mi entender, con el título de la entrada.

Si hemos de creer a Michael Cunningham, autor de 'Las Horas', uno de cuyos ejemplares salió como al descuido, sobre un mueble,  en una peli de Almodóvar, se ve que al manchego le gustó el libro y le dedicó ese homenaje, como Hitchcook se lo dedicaba a si mismo saliendo en sus películas, Cunningham, decía, cuenta que Wolf terminó su vida flotando por el río y eso me hace imaginarla como una sirena, eso sí, de agua dulce. Durante horas el cadáver de Virginia navega por el río, conducido por la pluma de Cunningham, pero si ustedes no han leído a esta mujer de enorme talento literario, les recomiendo que lo hagan. 

Cuando leí su Orlando Furioso, sentí un encantamiento al dejarme envolver por su prosa delicada y elegante, una experiencia que nunca había logrado antes, ni con Aleixandre, que es poeta, ni con Caballero Bonald y su prosa poética en 'Toda la noche oyeron pasar pájaros'.

Solamente un cerebro privilegiado como fue el de Wolf puede combinar la fluidez del texto con esa prosa suya que es un concentrado de poesía sin recurrir a la métrica convencional, dando una sensación de facilidad dificilísima de conseguir. 

Miro en la estantería, donde tengo la colección Clásicos del siglo XX, editada por El País, con intención de citar alguno de sus textos, pero temo que su libro fue objeto de uno de esos préstamos de final trágico, y no aparece por lado alguno.

Orlando Furioso es una recreación literaria del mismo tema de la Opera de Vivaldi, acometer una obra así da la medida, creo yo, de la capacidad intelectual de Wolf, pero si la traigo hoy aquí es por dos razones, como homenaje a la capacidad intelectual de las mujeres, por si de mis páginas anteriores se pudiera deducir que solo las veo como objetos andantes de deseo, y porque la mujer que ha pasado junto a mi, ha dejado un olor a sal tan intenso, que me ha hecho evocar a las sirenas, luego, el recuerdo del cadáver de Wolf, flotando por el río, me ha hecho pensar que esas aguas tambien son salinas, aunque sus sales no sean tan marinas, y que Virginia Wolf fue una criatura extraordinaria, en lo literario, al parecer en su vida también, aunque en esto les remito a Wikipedia.

El cielo está cubierto de nubes, es probable que quede despejado dentro de un rato y vayamos a la playa. Retomaré entonces mi querencia por observar a las sirenas que han perdido la cola, no tan intelectuales como la Wolf, pero, quizás, mas carnales.

En fin. Sirenas. 

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 28 08 14.

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