sábado, 16 de agosto de 2014

NUBES

Estás en las nubes, es algo que me dicen a menudo, sobre todo mi mujer, cuando vamos al mercado a comprar un lomo de salmón para comerlo a la plancha, y yo me quedo suspenso, ausente, pensando en lo que escribiré a la vuelta.

Hoy estoy, literalmente, bajo las nubes que cubren toda la ribera mediterránea, de Algeciras a Estambul,lo dijo Serrat, no.. Eso sin contar que Jordi, que está en la sierra, ha informado de que allí las nubes lo cubren todo, aunque no hace frío.

O sea, estamos en una tregua de un verano que, en mi opinión, no ha sido especialmente feroz, salvo para los que viven en la cuenca del Guadalquivir o por ahí. Las nubes son, además de un material efímero que oculta el sol, una sustancia poética, un lenguaje flotante que a uno le gustaría alcanzar de vez en cuando.

Cuando se convierten en lluvia, son algo mágico y si estás en un lugar elevado, ver como dibujan esas manchas pardas de lluvia en la lejanía es mucho mejor que contemplar una exposición de Madrazo a quien, como dice Antoni, se le dan bien las partes sueltas de la anatomía humana, pero no sabe juntarlas.

Sin la existencia de las nubes, no serían posibles los relatos tristes, melancólicos, de los escritores depresivos, que son legión, ni las brutales tragedias románticas cinematográficas, se imaginan Cumbres Borrascosas rodada en Sitges, que disparate.

El sol, fuente de vida, tiene el inconveniente estético, cuando está presente, de producir un contraste demasiado extremo entre la luz y la sombra, algo vulgar si lo comparamos con las hermosas veladuras de la buena pintura que mejora la realidad dejándola medio oculta tras sutiles gamas de casi imperceptibles grises.

Las nubes en verano son un regalo meteorológico que viene a dulcificar la dureza del estío. En nuestro reciente viaje a Santander dejaron unas gotas de lluvia en la terraza y su olor, el olor de la lluvia, me hizo evocar una frase literaria que leí una vez y me causó una honda impresión. "Te atravesó la lluvia y supe que eras recuerdo..". Una frase que le dice un padre a su hija muerta, y que simboliza la aceptación de su pérdida después de un largo periodo de negación.

Pero las nubes son también, no solo melancolía y tristeza, sino un aviso esperanzado del tesoro de la lluvia para centenares de miles de viticultores que, no habiendo conocido el agua de mayo, esperan la de agosto con verdadera ansia.

Los pámpanos polvorientos de las vides, que guardan racimos demasiado pequeños de fruto, necesitan del agua para dar cobijo a una buena cosecha, sobre todo de uva blanca, la que se usa para hacer champán, ese brebaje mágico que al fermentar y ser objeto de las largas manipulaciones que al final hacen que surgan las diminutas esferas de la felicidad que contiene, se convierte en compañero de las cenas íntimas de las parejas, perfectas o no, a la mayor gloria de las relaciones románticas, sean filmadas, o no.

Que mas se puede decir de las nubes, que, a veces, son misteriosas. Según contaron los noticieros hace algún tiempo, mas de un avión se ha perdido en ellas. Los restos de alguno han sido hallados, los de otros, no. Hay nubes y nubes, estas que vemos aquí, hoy, al parecer no tienen la dimensión ignota de otras, en las que los humanos se pierden sin remedio.

Me dispongo a salir al mercado con mi mujer, me pongo las gafas de sol, a pesar de que con ellas los días nublados no veo un pijo. Compraremos un lomo de salmón y una botella de champán en Mercadona. Es sábado, y queremos celebrarlo.

En fin. Nubes.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 16 08 14.

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