sábado, 30 de agosto de 2014

COLILLAS

El destino que damos a nuestras colillas quienes todavía fumamos es un indicador, creo yo, de nuestra conciencia, o falta de conciencia, cívica. Confirmé esta opinión el otro día, al volver de la sierra, y ver en uno de esos indicadores luminosos que la DGT ha dispuesto en las autovías, "tirar una colilla, tres puntos".

Se dice que ha disminuído el número de fumadores, tras la aplicación de la ley del tabaco, pero las terrazas de los bares han crecido de modo exponencial, y es allí donde nos refugiamos. No debemos ser tan pocos porque, de ser así, la prohibición se habría declarado absoluta, el hecho de no hacerlo indica, sobre todo, que todavía somos una importante fuente de ingresos para el Estado, que ha compensado la reducción en el número de fumadores, con el aumento de los impuestos sobre el tabaco.
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Si bien parece cierto que el número de fumadores se ha reducido, en cambio la proporción de mujeres que fuman ha aumentado. Yo no creo que el tabaco tenga efectos ansiolíticos, pero tal vez ellas si lo creen, y lo consumen cada vez mas porque aguantarnos a los tíos es, sin duda alguna, una causa de estrés permanente y, o nos mandan al carajo, o se fuman dos cajetillas diarias para soportarnos. 

Hace años que mi mujer me dio unas cuantas lecciones ecológicas sobre las colillas, ella no fuma, no se trata de no tirar colillas desde la ventanilla del coche a una zona boscosa, que también, es algo mas complejo. Si abandonas una colilla en la arena de la playa, el mar se la tragará, después un pez pequeño se tragará el filtro y morirá, luego otro pez mas grande se tragará al chico y con el la colilla y la celulosa se hinchara en su estómago hasta obstruirlo y no sabemos que ocurrirá después pero podemos imaginarlo. 

Si estás en un parque arbolado, frecuentado por las aves, puede suceder algo parecido, aunque sin la concurrencia del mar. Una tórtola, una gaviota, un ave exótica emigrada, picoteando por ahí, se tragará tu colilla abandonada y no es fácil que le siente bien. 

Si estás en la terraza de un bar, tomando café, y lanzas tu colilla al alcorque del árbol vecino, lo mas probable es que un gorrión, de esos que acostumbran a acercarse a los humanos cuando los ven comiendo, se trague el filtro, y otra vez lo mismo. 

Para evitar esos destrozos en las especies animales, en nuestro reciente viaje a Santander compré un cenicero de bolsillo en un estanco junto a la estación de autobuses. Es un objeto precioso, de forma rectangular, con cantos redondeados, decorado con un dibujo geométrico muy colorido. Cuando pulsas el resorte para abrirlo, se despliega un soporte para apoyar el cigarrillo y en su interior caben al menos seis filtros usados, bien ordenados.

No es el primero que tengo, he tenido otros, siempre estimulado por los conocimientos de Encarna sobre los efectos en la fauna, no solo en la flora, del abandono negligente de colillas en cualquier sitio.

Esta mañana he bajado al banco que hay cerca del arbolado del seto central de la avenida donde residimos desde siempre, y me he fumado un cigarrillo. He buscado el cenicero de viaje, pero lo había olvidado. Entonces, sin que pueda explicar porqué, he lanzado la colilla al cesped del jardin y he pensado, lo juro, que se joda el pájaro.

En otras ocasiones, lo que hago es guardar la colilla en el paquete, pero, está claro que los humanos somos seres complejos, con un comportamiento tan incomprensible que a veces encontramos placer en las conductas impropias. 

No puedo explicar, está fuera de mi entendimiento, la razón de este impulso incívico. Si alguien lo sabe explicar, por favor, que lo intente, vía comentarios. Gracias.

En fin. Colillas.

 LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 30 08 14.

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