La España del subdesarrollo se caracterizó, sobre todo, por las reformas. Se te hacía un agujero en el pantalón y le ponías un parche, actuaban los Beatles en España y las chicas se acortaban la falda con un tijeretazo y un hilván, quienes vivían en pisos viejos,la mayoría, reformaban el baño o la cocina, y enseñaban la casa a sus conocidos como si fuera nueva.
En las vías urbanas de las ciudades, abundaban las tiendas dedicadas a reformar la ropa.
Esta mañana, al volver de La Fuente, he reparado en un comercio de arreglo de ropas que forma parte del local del antiguo quiosco que ha sido traspasado, y un escalofrío ha recorrido mi espina dorsal, sea eso lo que fuere. ¿Volvemos al subdesarrollo? No.
López Rodó, el ministro franquista del Opus, acabó para siempre con aquello. Gracias a la especulación y la inflación de su gestión tecnocrática la cosa cambió, apareció un contingente de ricos, que eran todos nuevos, no reformados, y gracias a la monetarización de la economía, hasta entonces aún subsistía el trueque, el españolito estadístico lució una renta per cápita congruente con la que el tecnócrata había prometido y, en premio a sus méritos, fue defenestrado, porque entonces la formación de gobiernos dependía, sobre todo, de las rencillas entre camarillas, nada que ver con sus planes de gobierno.
Así omo la izquierda suele usar mucho el concepto de cambio, la derecha prefiere, desde siempre, el de reforma.
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Ya en sus inicios el primer franquismo optó por la reforma, desprendiéndose del fascismo joseantoniano, por sus connotaciones socializantes y quedándose solo en fascismo. En lo que no reformaron nunca fué en desfilar bajo el paraguas de la iglesia, por si llovía.
En la medida en que en la derecha hay tipos conservadores bastante normales, junto a otros que están como verdaderas cabras, no se puede predecir lo que va a salir de sus reformas, aunque la última, la reforma laboral, puesta en marcha desde el primer minuto de la legislatura, por los efectos que ha producido
podemos suponer lo que pretendía, bajar los salarios.
Algo tan viejo, bajar los salarios, que ya Karl Marx lo contempló en sus análisis económicos del capitalismo. El desempleo masivo, que él denominó el ejército de reserva de los trabajadores, es un instrumento típico de las crisis cíclicas, cuya finalidad es bajar los salarios,
cambiando las reglas del juego para permitir la recapitalización de las empresas.
Por eso no hay prisa en terminar con el desempleo que, en realidad, actúa como una fuente de beneficios para algunos en épocas de crisis. Yo había oído
que el empleo se está precarizando, que, en unos casos, las jornadas se alargan sin mayor retribución, o que te llaman para trabajar dos horas y más nada, pero esta mañana, le he preguntado a un camarero de La Fuente, y me ha confirmado que ellos siguen con turnos de ocho horas, ni más ni menos, porque, dice, si estás mas de ocho horas, te fallan las piernas. Así que, ya ven, al menos aquí en La Fuente, la jornada de ocho horas, por la que tantos sindicalistas se jugaron la vida, algunos la perdieron, sigue vigente.
Prefiero el cambio a la reforma, me gustaría mas un Rajoy con el pelo rapado, en vez de teñido, con una cresta tintada de azul, como corresponde a su carácter de reformista de los tiempos --ideológicos-- del subdesarrollo.
Su reforma ha tenido éxito, según él, basa su argumento en una cifra estadística que repite desde hace tiempo, aunque alguien le ha aconsejado que la acompañe del latiguillo de que el nuevo bienestar no llega a todo el mundo. Y tanto, hay unos diez millones de personas que no se enteran del efecto en sus economías, porque no tienen economía doméstica alguna, del milagro económico que Mariano repite con insistencia.
A la vista de los resultados personales, no estadísticos, de la reforma de Rajoy, uno echa en falta a los tecnócratas como López Rodó, no hablaban tanto con palabras tan falsas.
En fin. Reformas.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 4 08 15.
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