Amsterdam.
'La Nelie, una yola de crucero, giró sobre el ancla sin el menor movimiento de las velas y quedó inmóvil. Había subido
la marea, apenas soplaba el viento y, puesto que se dirigía río abajo, solo le quedaba fondear y esperar el cambio de la marea'.
El barco en el que viajamos no tiene velas. y creo que vamos río arriba, pero no he encontrado mejor introducción para este último capítulo de la crónica
que estas palabras de Joseph Conrad que abren su libro 'El Corazón de las Tinieblas', famoso porque inspiró el personaje de Kurt de Apocalipsis
Now.
Nuestro último tramo de navegación, va a ser el mas largo, después de las visitas a los distintos lugares históricos de las riberas del Rhin,
ahora nos dirigimos a la ciudad de los canales, la venecia del Norte, el emporio de las bicicletas, la ciudad con el tráfico mas caótico de cuantas hemos visitado, al mismo tiempo, la mas cosmopolita, la mas abierta en cuanto a las costumbres, con un aparato de seguridad pública que permanece discretamente oculto y solo aparece cuando hay causa que lo requiere, una ciudad regida por un alcalde judío, que a la vez es sede de la casa museo de Ana Frank; un complejo monumental donde es difícil vivir, 800 euros de alquiler los 25 metros cuadrados, 2000 euros
los 50 metros cuadrados, y donde las mejores casas se cotizan entre 5 y 6 millones de euros.
Una ciudad que en su casco antiguo huele sobre todo a marihuana, en cuyo barrio rojo se exhibe la belleza mercantil de las muchachas rubias, aunque tiene islas de otras culturas, por ejemplo el Starbucks del Hotel Hilton, junto al muelle, donde los camareros te preguntan, en un inglés elegante, cual es tu nombre, para escribirlo en el vaso de celulosa donde te sirven el capuchino.
Al paseo diurno por Amsterdam, Catedrales, cafeterías, mas iglesias, cervecerías, por cierto, ¿les suena Amstel, la cerveza?, pues Amsterdam se llamaba así, a ese paseo, digo, siguió un paseo nocturno, en una embarcación diseñada para navegar por los canales urbanos que, a pesar de eso,
daba tumbos sobre los muros del canal, al atravesar los estrechos puentes.
Cuando pudo encontrar un amarre, nos soltaron a los viajeros para que diéramos una vuelta por las estrechas calles del barrio rojo, con una guía delante del grupo, y otra detrás, para protegernos de posibles
adversidades, sin embargo en Amsterdam no sucedió nada, y fué en Atocha donde me robaron la cartera.
La prevalencia de bicicletas en el tráfico urbano, que están por decenas de millares en los estacionamientos, es la marca de fábrica de este lugar donde, según nos han dicho, si una bici tropieza contigo, tu serás siempre el culpable.
No pienso decir nada sobre las mujeres que se exhiben tras los escaparates en las calles nocturnas de este barrio. No me parece mal, ni bien. Cada comunidad urbana está en su derecho de organizarse como quiera, en estos y en otros asuntos, y los que observamos desde fuera carecemos de legitimidad para dar una opinión informada.
Después de estas pinceladas subjetivas, esta crónica merece una visión más descriptiva del asunto, para lo que voy a recurrir al folleto del viaje:
'La mayoría de edificios históricos de Amsterdam se asientan sobre postes de madera clavados a una profundidad de 18 m en el suelo pantanoso del río Amstel. Los sugerentes canales están delineados por un número sin precedentes de casas históricas que fueron construidas después del incendio de 1620. Cabe destacar la Iglesia Vieja, la iaglesia del Sur y la iglesia Nueva. El Rijksmuseum es una de las galerías de arte mas bellas del mundo, con obras de Vermeer, Rembrandt, Rubens y Velázquez...'
Después de la visita a Amsterdam, hicimos noche en el barco, y solo nos quedó hacer el equipaje, porque al día siguiente, a las nueve, el barco se iba y nos dejaba tirados en el muelle a la espera de los autobuses que nos recogieron para llevarnos al aeropuerto.
El vuelo de Amsterdam a Madrid transcurrió con un tiempo muy tranquilo, según el piloto volariamos en linea recta del origen al destino, a mi, ese comentario me pareció obvio pero, claro, yo no sé de navegación aérea.
Durante el vuelo, evoqué los lugares visitados, los monumentos vistos, en Braubach, Khel, Estrasburgo, Maguncia, Coblenza, Colonia, Amsterdam, sus canales, sus catedrales, sus puentes, sus paseos, sus esculturas, pero, yo no sé a ustedes, a mi no me resulta del todo posible una asociación completa entre las imágenes vistas y su correspondencia con los lugares visitados, creo que aún me falta digerirlas.
Llegados a Madrid, tuvimos que tomar el AVE para volver a casa y fue precisamente en Atocha, montado en una escalera mecánica muy concurrida
donde me robaron la cartera. Nada grave, las tarjetas de crédito y el DNI los llevaba aparte. Solo un poco de dinero y el carnet de conducir.
Precisamente, estoy retrasando la publicación de esta entrada, porque he ido a Tráfico a pedir un duplicado.
Lo de la cartera no ha sido nada comparado con lo que hubiera podido ocurrir si nuestro vuelo a Madrid hubiera coincidido con el vendaval que ha asolado la ciudad solo unas horas después de nuestra partida hacia Valencia. Vivimos en manos del azar, ¿no?.
En fin. Crónica desde el Rhin (3)
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 31 08 15.
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