Los que tenemos algunos añitos recordamos aquel estribillo que se coreaba en las manifestaciones callejeras en los últimos años de Franco. Digo de Franco, no del franquismo, porque este aún pervive como se puede comprobar escuchando al director general de la Guardia Civil, de la Policía, o al ministro del Interior.
Ese estribillo, si no recuerdo mal, al menos en Heliópolis, decía así, 'Amnistía, llibertat, Estatut d' Autonomía'. Esa amnistía se pedía en favor de los presos políticos. El número de presos políticos entonces, sospecho que era muy inferior al de los presos que se liberaron en los años cincuenta/sesenta, después del acuerdo con USA, que se contaron por cientos de miles.
Entiendo, además, que el número de presos políticos amnistiados con motivo de la transición democrática, fue muy inferior al de los defraudadores amnistiados por la gracia de Montoro no hace tanto que, al parecer, son alrededor de los veintinueve mil.
Veintinueve mil ricos, parecen muchos pero, en un país con mas de cuarenta millones de habitantes, lo convierten en un país pobre, en términos relativos, por lo que se podría concluir que no es que los ricos sean malos, sino que son pocos para garantizar el bienestar de una población
que, vaya usted a saber porqué, ha renunciado en su mayoría a enriquecerse.
Hay ricos, y ricos. Al volver de La Fuente he comprado 'Levante', y en un recuadrito de la primera aparece uno de nuestros ricos, Cañete, comisario de la Unión Europea. La mayoría ignorábamos que estaba casado con una Domecq, hasta que se ha revelado que su mujer fué una de las amnistiadas, no por motivos políticos, sino por asuntos fiscales.
Cañete tiene una virtud que pocos de sus colegas han aprendido, con su aspecto de gordezuelo simpático, su eterna sonrisa, ha conseguido que se olvide que no se llama Cañete, sino Arias, un apellido muy franquista, que se olvide también que estuvo implicado en el fraude de las subvenciones al lino que recibía de la Unión Europea, mientras la cosecha de lino se destinaba a la hoguera, que se hayan obviado, hasta ahora, sus vínculos con la familia Domecq, que cierran el círculo latifundista de ambas familias, en el mas puro estilo de 'Los Santos
Inocentes', y todo esto, sin perder la sonrisa, ni su influencia en la UE en beneficio de sus negocios. Amnistía, libertad (de negocios), lo del Estatut, no sé.
Tuve la oportunidad de ver a un Domecq cuando yo trabajaba en la primera empresa exportadora de vinos de España. Nos visitó con ocasión de una posible fusión que nunca se hizo, pero recuerdo claramente su aspecto, una estatura por encima de la media, un porte elegante, por encima de lo máximo de por aquí, un aire, ciertamente, aristocrático, llevado con plena conciencia de pertenecer a una clase superior,pese a que Montoro
se empeñe, ignorando esos atributos, en que paguen impuestos como el vulgo.
Ahora aflora la noticia de que una Domecq ha sido amnistiada, no por motivos políticos, sino fiscales, por Montoro y, casualidad,está casada con Arias Cañete. Sorpresa?. Para nada. Solo es una de veintinueve mil.
Es una muestra más de como funciona aquí el sistema, ese sistema que según las encuestas, un buen número de españoles está dispuesto a perpetuar votando a Rajoy.
Bueno, eso dicen que entra en el juego democrático. Vale. Ahora bien, yo pediría que no se vuelva a usar nunca más la palabra Amnistía para referirse a un trato fiscal de favor a ciertos contribuyentes, una expresión que históricamente se ha aplicado a la liberación de los presos políticos, aunque sea por respeto a estos colectivos.
Rebajas. Podrían usar esta expresión, Rebajas, como hace el Corte Inglés cuando reduce el precio de sus artículos. U otra cualquiera, yo que sé, pero Amnistía, por favor, no.
En fin. Amnistía.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 4 05 16.
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