martes, 10 de mayo de 2016

EL ORIGEN

Llueve, ya he dejado medio hecha la fideuá de bacalao, solo falta echar el caldo, cuando venga Encarna. Para dejar morir el tiempo se me ha ocurrido este título, el orígen, pero no es nada bíblico, se refiere al origen de mi adicción al café, a la que aludí en la página anterior del blog.

Durante mi vida laboral nunca tuve la costumbre de ir a los bares. Tomaba un yogur sin abandonar mi puesto de trabajo y eso era todo. Un puesto de trabajo, de los que tuve,  nunca creí que fuera una ocupación de riesgo.

Yo fingía ser director financiero de una firma tecnológica en el polígono Vara de Quart, que disponía de una cuadra de una docena de investigadores en aplicaciones destinadas a la electrónica industrial, hasta que la compró Sice, un grupo madrileño que, cuando acabó participado por Dragados, liquidó a la plantilla de investigadores y, entonces, una mañana recibí una llamada telefónica desde Madrid, que me desveló que yo ejercía un trabajo de riesgo.

'Suspenda todos los pagos a proveeedores, el grupo carece de recursos para atenderlos. Espere instrucciones'.

Algo así me dijeron, confirmando que yo no dirigía nada, pues una orden directa de Madrid lo podía poner todo patas arriba, en un segundo.

Aquello fue un momento puntual, luego se reanudaron los pagos con toda normalidad, si acaso pidiendo algún favor a alguien para que prorrogara el vencimiento de su deuda.

Lo curioso de todo esto es que Sice, la empresa matriz del grupo, años mas tarde sería la firma que suministró las famosas bombillas que regaló el entonces ministro de industria del gobierno socialista, no recuerdo ahora su nombre, pero si puedo aventurar que tuvo vinculaciones con Sice, o Dragados, o con las dos.

Podría extenderme con un sinfín de anécdotas de mi prolongada y variada vida laboral, pero el objeto de esta página es ilustrar cuando, cómo y porqué me aficioné al café de bar.

Me jubilé hace unos once aaños y fué entonces cuando comencé a frecuentar el Maravillas, para tomar café y leer el periódico. Fué tanta mi afición a esa forma de ocio, que me salió una bursitis descomunal en el codo, de tanto apoyarlo sobre la barra del bar mientras me impregnaba de las noticias del día.

Mi amiga Lola me sugirió que pasara por la consulta de trauma, donde ella ejercía de enfermera, porque, dado el volúmen del bulto que me había salido, estimaba que la solución era quirúrgica. Me reservé aceptar su sugerencia, apliqué voltarén tópico en la bursitis y, milagro, desapareció.

En lo que si atendí las sugerencias de Lola fué en no apoyar más el codo en el mostrador del bar. Así lo hice, y no he vuelto a tener problemas. En cuanto al café, fué entonces cuando me acostumbré al café de bar, mucho mejor que el doméstico, no hay comparación, siempre lo he tomado sin azúcar, sin sacarina, y en bares donde me consta que no hay roedores, ni cucarachas,  cerca de la cafetera.

No puedo explicar cómo durante una vida laboral activa de casi cincuenta años nunca adquirí el hábito del café, y ahora en los poco mas de diez años que me dedico a cultivar una jubilación mas o menos activa, soy un usuario impenitente del café de bar.

Supongo que por la misma razón que otros se dedican a jugar al dominó, o yo mismo dedico dos tardes a la semana al Aula de Teatro, simple modo de pasar el tiempo, de dejarlo morir, nunca me atrevería a matar el tiempo, me parece un cronicidio cruel.

Pues nada, ya saben ustedes el origen de mi vicio del café. Yo, en realidad, sigo sin saberlo, podía haberme aficionado el té, no?.

En fin. El Origen.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 10 05 16.

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