domingo, 3 de julio de 2016

ESTOY EN LAS NUBES

Veo los espectaculares cúmulos de desarrollo vertical, creciendo en altura, desde el porche de la casa de la sierra, y quedo admirado de la potencia de la naturaleza. De los cuatro días que hemos pasado en la sierra, sin dejar aviso en el blog de que íbamos a estar ausentes, dos han tenido una gran actividad nubosa, además de los cúmulos de desarrollo vertical, formas nubosas igualmente potentes, pero cuya gemetría horizontal tapaba el sol en su declinar, limitando la gama de colores de las puestas de sol, aunque las frecuentes tormentas que han visitado los alrededores nos han ofrecido la infrecuente maravilla del arco iris.

Entiendo que la variada y rica mitología de la antiguedad tiene su origen en las maravillas que ofrecía la naturaleza a los antiguos, que no han canbiado tanto respecto a las que podemos contemplar nosotros, por lo que hay que concluir que los que hemos cambiado hemos sido nosotros

El enfoque científico de la observación de la naturaleza, prescinde de mitos y dioses, y en ocasiones, prescinde también de la belleza. Tendemos a ver las fuerzas de la naturaleza, y no nos falta razón, como una amenaza, vistas las frecuentes catástrofes, cuyas imágenes ofrece la televisión, pero, uno se pregunta, ¿son siempre catástrofes naturales?

 ¿Es natural que los humanos edifiquen sus casas junto a los cauces fluviales? ¿Es natural que se ubiquen aldeas cerca del cráter de un volcán, cuando se tiene conocimiento de la actividad cíclica de ese volsán?

 ¿Es natural situar poblaciones habitadas junto a tierras geológicamente inestables?

Dejo las preguntas, paso a considerar el uso que hacemos los humanos de loa cuatro elementos fundamentales de la naturaleza, agua, tierra, aire y fuego.

Los ecéanos tienen determinadas zonas llenas de basura, los hemos convertido, parcialmente, en vertederos. El aire, en las áreas urbanas, en ciertas zonas de las áreas urbanas, se ha convertido en irrespirable. Me di cuenta una tarde en la calle de Colón, en Heliópolis. Acompañé a mi mujer de tiendas. Mientras ella miraba en el interior de un montón de tiendas --le gusta mirar-- yo me quedé en el exterior, junto a la calzada llena de vehículos, al lado de un centro comercial. Entonces pude comprobar que las medidas que nos dan de la calidad del aire, tomadas desde alguna instalación ubicada en un parque, no tienen nada que ver con el grado de envenenamiento que sufre el aire que respìramos un sábado por la tarde junto a un centro comercial. Menos mal que, como soy fumador de toda la vida, estoy inmunizado contra esos otros vanenos, aunque he de reconocer que uno de mis pulmones tiene una textura semejante al corcho.

De la tierra, solo diré, que su capacidad productiva se ha reducido en un proceso secular, en el que la auperficie cultivada se ha contraído con el uso de productos químicos, a la vex que ciertas superficies suburbanas, fabelas, getos, campamentos y otras formas de habitación por debajo de niveles humanos, se han extendido y acogen cada vez un número mayor de millones de personas.

En cuanto al fuego, tengo la sensación de que hemos vuelto al tiempo en el que no sabíamos utilizarlo bien, cuando usábamos el método de la prueba y el error, para su uso, y si bien el número de hectáreas de bosque quemadas, no alcanzan el de entonces, estamos en camino de superarlas.

No quisiera dar la impresión de un retrato pesimista de la humanidad actual, a pesar de todos estos inconvenientes,la humanidad avanza, pero avanzará más si aprende de sus propios errores.

En lo que no se notan los aspectos negativos de la actividad humana, por ahora, es en las nubes. Puedes irte a la sierra, sin despedirte de los internautas, y pasarte dos días contemplándolas. Bien sean cúmulos de desarrollo vertical, o formaciones nubosas igualmente potentes, pero cuya geometría horizontal oculta el sol declinante, sentirás que estás en ñas nubes, en pleno mundo natural, como hace milenios, pero sin la presencia de los mitos.

En fin. Estoy en las nubes.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 3 07 16.

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