viernes, 27 de diciembre de 2013

2014

Mi propósito para el año semi nuevo que se aproxima es renunciar para siempre al uso de las palabras crisis y corrupción, y sustituirlas por decadencia, que es un término mas literario, mas evocador. Llamo seminuevo al llamado, por costumbre, año nuevo, porque quienes se fingen entendidos andan diciendo que su primera mitad será como el año viejo, mientras que en la segunda volveremos a atar los perros con longanizas, otra expresión de la que pienso prescindir para siempre, porque es terriblemente vulgar.

En cambio, decadencia, tiene una densidad histórica y literaria, cuya capacidad descriptiva está sobradamente acreditada por el paso de los siglos. Me percaté de ello al ver estos días varias imágenes en televisión.

Vi al ministro de Industria, quien me recordó a otros personajes mas antiguos, con una peluca con grandes trenzas pelirrojas, una casaca no muy lujosa, y los puños asomando como pétalos de rosas blancas por las manos que explicaban en una pizarra cosas que no entendí; al jefe de las eléctricas, ataviado con ropas y complementos mucho mas elegantes, una peluca de un blanco luminoso, rodeado de un aura que expresaba que su estatus social era mas elevado que el del ministro.

A Gallardón, vestido de eclesiástico, firmando un decreto dirigido a las mujeres, debajo de cuya firma figuraba la inscripción, 'este es un Estado Confesional, ¿que os creíais?'; también apareció un tal Fouché, en el faldón que acompañaba las imágenes ponía que era ministro del Interior, yo no encontré diferencias entre el personaje histórico y el actual.

Luego, en la parte cómica, apareció un señor vestido de bufón, que daba saltos chocando sus cascabeles y producía mucha risa, el locutor dijo que era ministro de Hacienda. Yo, no me lo podía creer. Por último, apareció un cochero todo vestido de negro, con una gran chistera, adornada con una rosa negra, en el pescante de un landó, y por las ventanillas del coche se podían ver los rostros de todos los anteriores, y alguno mas. La locutora dijo que era el gobierno de España, y que nos deseaban, a todos sus súbditos, un feliz año nuevo. Luego, me desperté.
(...)
Esa ensoñación me ha traído a otra, mas lejana en el tiempo, mas cercana territorialmente, al evocar otros tiempos decadentes en la ciudad histórica que fue Heliópolis, cuando las mujeres de por aquí se maquillaban los pezones con azafrán para disimular su condición de madres lactantes, y en los corrillos de las plazas circulaba un tratado apócrifo sobre los olores corporales que aconsejaba no lavar demasiado los genitales para preservar el atractivo personal.

Es probable que en esa epoca y lugar no faltaran eclesiásticos, como Gallardón ahora, ocupados en imponer una moral pública al conjunto de la población de entonces desde una mirada estrictamente ideológica, aunque no cuadrara con el sentir de la gente.

Fueron aquellos tiempos decadentes?. No sé. Aquí la decadencia se asocia con épocas mas recientes, el 98, la pérdida de las colonias, de la ilusión de la hegemonia de España como potencia europea, esas cosas, pero a mi me parece, desde mi condición personal, que lo de la decadencia son ciclos, y se llaman así cuando son excesivamente largos. 

Si estamos o no entrando en uno de esos ciclos de decadencia nos falta perspectiva temporal para saberlo. Han transcurrido cinco años desde que comenzó a ir todo mal. Ahora, los optimistas profesionales nos dicen que el ciclo se va a invertir en 2014, con lo que no sería apropiado hablar de decadencia, mientras que otros afirman que después de 2014 habrá otra recaída. 

Si tal cosa sucediera, deberíamos empezar a pensar en términos de cronicidad, que es la puerta a la decadencia. En cualquier caso, deberíamos ser mas precisos, hablar de decadencia selectiva, pues las cifras demuestran que lo que es malo para unos es buenísimo para otros, si hacemos caso a las estadísticas que revelan la nueva distribución de la renta en este país.

Nos encontramos, pues, en el entorno de una posible decadencia, pero hay una potente minoría de asesinos en serie que le están sacando partido a esta situación desde posiciones de poder económico y político, un día asesinan el salario mínimo, otro día nos hieren con la factura de la luz, al tiempo que refuerzan con leyes inflexibles a quienes están obligados a defender el desorden público desde primera línea, algo totalmente incongruente con el escenario luminoso y festivo que dicen que está a la vuelta de la esquina. Si eso fuera cierto, no se pertrecharían contra futuras batallas callejeras. 

Sin embargo, algo falta en este escenario de decadencia que he imaginado en mis pesadillas de madrugada. No hay cabarets, como en la República de Weimar, como en la Europa de entre guerras, cuando florecía el Charleston y las mujeres se acortaban la falda y se ponían casquetes en la cabeza, todo lo mas se anuncian un par de Casinos en Madrid lo que no parece un síntoma suficiente para que nos afirmemos en el reconocimiento de una época decadente. 

Así que sigue uno en la duda. Decadencia? Renacimiento? No sé. Esperaré al 2015, ya que el 2014 dicen que va a ser la mitad malo y la mitad mejor, no parece que vaya a añadir certezas a las dudas. Tengo una certeza, eso sí, una cosa es la situación, el entorno, otra es la percepción, el ánimo con el que uno percibe las cosas, y en esto, nadie nos puede gobernar.

Somos dueños de nuestro ánimo, de nuestra percepción, por eso, aún reconociendo que soy contradictorio con lo dicho, no renuncio a desear a todos una percepción feliz de la vida, en este año, en el próximo, y en cualquier otro.

En fin. 2014.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 27-12-13.

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