lunes, 14 de abril de 2014

EL GATILLAZO 2

En los archivos del doctor Oliver Sacks, a quien ya me referí en la página El Gatillazo, hay cosas muy curiosas que han sido publicadas en sus libros o en artículos de la prensa internacional.

En la página a la que me he referido me interesé por un testimonio que hacía referencia al gatillazo masculino, esa incapacidad sobrevenida para culminar un acto sexual ya iniciado, debida a una reacción involuntaria que inhibe la virilidad del hombre de un modo sorpresivo.

Revisando viejos papeles encuentro otro testimonio, en el que no había reparado hasta hoy y que, para mi sorpresa, describe una situación que yo ignoraba que existiera, el gatillazo femenino.
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Sacks describe un caso, que califica de raro, de una mujer casada quien, compartiendo con su marido un alto grado de excitación en la soledad de su alcoba, durante la realización del coito, que otras veces culminaba con el orgasmo, notó un pinchazo en la parte posterior de la cabeza, justo cuando su alto grado de actividad sexual la acercaba al desenlace habitual de esa unión placentera.

Esa sensación hizo que se inhibiera su deseo sexual, de un modo brusco y, si bien su pareja culminó el coito con la eyaculación, la mujer quedó suspendida en su atención al pinchazo de su cabeza, dejó de percibir la presencia de su pareja, y no pudo culminar el acto coital. 

Afirma Sacks que, según descubrió en las sucesivas conversaciones que mantuvo con la mujer, la razón profunda de esa inhibición, que fue algo puntual, no volvió a repetirse, estaba en el inconsciente de la mujer, en el recuerdo que guardaba de la muerte de su madre, que falleció de un accidente vascular cerebral, y esa sensación que notó en su cabeza, debida a un incremento insoportable de su excitación, la asustó porque su memoria mas íntima la asoció con aquel incidente mortal familiar.

No me creo lo que cuentan los psicólogos. Pudo ser así, o pudo ser que el tipo que se acostó con su mujer tuviera un aliento fétido, o no se hubiera recortado el bigote antes de abordarla, o bien que la mujer estuviera interesada en otro hombre. Yo que sé. 

Lo que si creo es que el gatillazo existió, sea cual fuere su causa. En el fondo, las mujeres y los hombres, somos mas parecidos de lo que nos empeñamos en suponer. 

Salvadas las diferencias fisiológicas, ellas paren, nosotros no, parece claro que ambos somos sensibles a esa inhibición imprevisible del deseo sexual, en pleno coito, o al menos quiero creer que es así, es un modo de justificar aquel gatillazo que conté en tercera persona, deformando un poco, bastante, la supuesta fuente de aquella historia, Oliver Saks, a quien, aunque no se si vive aún o no, pido disculpas.

En fin. El Gatillazo 2.

LOHENGRIN  )CIBERLOHENGRIN) 14 04 14.

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