jueves, 10 de abril de 2014

PEONZAS TECNOLÓGICAS

Un intento de describir al hombre actual pasa, necesariamente, por dibujarlo en medio de un exuberante entorno tecnológico que puede llegar a condicionar sus actitudes, sus conductas, sus hábitos. Estás en la playa, en un ascensor, en el bus, y la observación de las conductas ajenas incluye artefactos tecnológicos omnipresentes en la actividad individual.

Ordenadores portátiles, tabletas, libros electrónicos, teléfonos móviles que han dejado de ser simples aparatos de comunicación interpersonal para incorporar múltiples funciones, acceso a Internet, juegos, acceso a programas de radio y televisión, cámaras fotográficas, y sin embargo, esta evidente realidad nos impide a veces considerar que, a la vez, seguimos dependiendo de la rueda, que fue un invento sumerio, y de los combustibles fósiles, algo, como su nombre indica, muy, muy antiguo.

Este punto de vista, el de los fulgurantes y revolucionarios avances tecnológicos en unos sectores, y el relativo estancamiento en otros, permite formular una cuestión, a que intereses sirve, realmente, la evolución tecnológica que observamos en nuestro tiempo.
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Antes de intentar buscar respuestas recordaré, en homenaje a José Luís Sampedro, que fue catedrático de Estructura Económica de la facultad de Valencia donde yo estudié, aunque nunca vino por aquí, su libro Las Fuerzas Económicas de Nuestro Tiempo, que me aprendí de memoria, porque me examinó de ese tema Aurelio Martínez, ahora metido en lios futboleros, entonces profesor ayudante en el seminario de Estructura. 

En aquel libro, Sampedro señalaba la explosión demográfica, ahora frenada aquí por la crisis, la aceleración técnica, que ahora podemos entender como evolución, o revolución tecnológica, según el punto de vista, y la evolución social, me atrevo a decir involución social visto lo que hay ahora, como las tres fuerzas dinámicas que empujaban la economía y la sociedad hacia delante.

Sampedro fue un brillante economista, un humanista, además de dedicarse a la literatura, pero, en su tiempo, no pudo prever la dirección que iba a tomar la sociedad que el conoció, aunque, en las últimas entrevistas que le hicieron, ya nonagenario, tenía una visión realista pesimista de su entorno mas inmediato, que ya no se movía con un espíritu de progreso. 

Aquí es donde quería llegar, es la explosión tecnológica un progreso generalizado, o se comporta de modo selectivo, siguiendo determinados intereses, de modo que los grupos petroleros, o farmacéuticos, frenan, en lugar de estimular, ciertas investigaciones cuando el progreso tecnológico que se deriva de esas investigaciones es contrario a sus intereses a corto plazo.. 

Es evidente que esto es así, de lo contrario no seguiríamos dependiendo de la rueda sumeria y de los combustibles fósiles, ni habría tantas enfermedades raras sin investigación suficiente para acometer su tratamiento.

Demostrado que el hombre actual vive rodeado de una exuberancia tecnológica, pero limitada sectorialmente a intereses puramente económicos, no humanos, lo que me apetece preguntarme ahora es, que pasa con los niños y la tecnología. 

Me hago esta pregunta porque en la tarde de ayer vi a mis nietos. Uno de ellos jugaba con una peonza. Un juego aparentemente idéntico al que practicamos los niños que nos criamos en la calle en la década de los cuarenta del siglo pasado. Pues no. 

La peonza de mi nieto es algo mas compleja que aquellos conos redondos de madera, con un clavo inserto en su interior, que se manejaban con un cordel. Lleva un pieza superior que se desenrosca, aparece un eje metálico dotado de una pieza regulable, según se regula, la peonza gira mas o menos, con giros diferentes. 

Me quedé anonadado viendo como un objeto tan simple, tan infantil, tan invariable a lo largo del tiempo, se ha convertido en una peonza tecnológica. 

No puedo evitar pensar cual será la siguiente innovación en el mundo de los niños, quienes, por otra parte, tienen broncas cotidianas con los padres porque quieren acceder, sin limitaciones, al móvil, a las tabletas, a los juegos, a los ordenadores portátiles que ven en manos de sus padres. 

Me atrevo a profetizar que el siguiente elemento de los juegos infantiles que va a sufrir una transformación radical es la cometa, aquí llamada catxirulo. 

A la vista de como evoluciona la tecnología de los drones, no han de pasar muchos años para que los niños, en las tardes de Pascua, en el cauce del viejo río, abandonen para siempre la cometa y eleven a los cielos, que quedaran oscurecidos con su presencia, una inmensa flota de drones adaptados a los usos infantiles. Aunque lo probable es que yo ya no esté aquí para verlo.

En fin. Peonzas tecnológicas.

LOHENGRIN )CIBERLOHENGRIN) 10 04 14.

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