lunes, 28 de abril de 2014

MEMORIAS DE GRECIA

¨El día que falleció mi mujer estábamos en Salónica y busqué consuelo en los brazos de una meretriz, pues no hallé otro modo de honrar la pérdida de aquella mujer con la que había compartido mi vida que entregar a otra mi pasión por las mujeres, porque entonces estaba enamorado no solo de una, sino de todas, de modo simultáneo y sucesivo. .....

En aquellos tiempos del cólera )homenaje a García Márquez) la práctica del amor retribuido se llamaba, como ahora, prostitución, pero entonces no había mafias que traficaran con personas, a lo sumo algún chulo, las meretrices no eran objeto de secuestro, ni estaban condicionadas por su adicción a la droga. 

En general, eran mujeres libres que obtenian unos ingresos limpios de impuestos de medio millón de pesetas al mes, casi como un alto ejecutivo bancario, y nada en su conducta indicaba que estuvieran en el prostíbulo en contra de su voluntad. Documento lo que digo, pues en el prostíbulo ahora derruido que estuvo cerca de La Punta, hubo al menos dos mujeres, entre otras muchas, que respondían a ese perfil. 

Una de ellas, aficionada al lujo, cambiaba de abrigo de piel todos los meses, la otra, una economista murciana, al parecer estaba allí solo por placer, a juzgar por sus sonoros gestos, audibles en todo el lugar, cuando encontraba a alguien de su agrado. 

Además había otras señoritas, de diferentes orígenes y niveles culturales que contribuían a dar a aquel Harem, dirigido por un libanés que se limitaba a quedarse su porcentaje, sin oprimir a nadie, un aire de zoco turco. 

Trabé amistad con la economista murciana y su amiga aficionada al lujo y traté de expresarles mi pesar porque se les llamara prostitutas. A mi modo de ver proceden de una antigua saga de sacerdotisas griegas, de las que nos han contado que fueron célibes y fieles a la castidad de su sacerdocio, aunque yo supongo que entre aquellas vestales las habría intocables, pero si había castas, como ahora, es decir, clases altas y bajas, no sería raro que algunas sacerdotisas ofrecieran sus encantos a los elegidos, bien por el tamaño de su verga, por su habilidad en el tálamo, o su gracejo en la conversación, haciendo así un uso libre de su tiempo, de su cuerpo y de su espíritu, ofreciendo de ese modo su materia celestial solo a los mortales que a su juicío lo merecieran.

La memoria de mi relación con las vestales griegas me devuelve la imagen de María Antonia, a quien conocí hace décadas. María Antonia era aficionada al Brandy 1.886 y a los Montecristo del 15, y al marisco. Cuando nuestra relación efímera salió del estrecho marco del prostíbulo, desayunábamos dátiles de mar con cava en una marisqueria cercana, pero, ahora, me parece algo rara esa relación. No entiendo porqué María Antonia me eligió a mí, que no cumplía ningún requisito, ni el tamaño de la verga, ni la habilidad en la cama, ni la gracia en la conversación. Desde la distancia del tiempo pienso  lo que pudo ver en mi, mi modo respetuoso de escuchar el silencio de su alma herida. No sé. 

En estos tiempos de mafias que tratan con personas, bien para aprovechar sus órganos, o para destrozar sus vidas mediante el ejercicio no voluntario de la prostitución,  con la coacción por su adicción a las drogas, es obligado un gesto de denuncia por tanto abusador de esas almas perdidas.

En los tiempos del cólera era posible, sin embargo, encontrar en medio de esos entornos, supuestamente sórdidos, almas libres entregadas al sacerdocio del amor,de modo voluntario y selectivo, pues había que cumplir al menos dos de las tres condiciones que imponían, para que  entregaran su materia celestial a los amantes. 

Puede que vivamos en un tiempo de cierto progreso tecnológico, pero en lo que concierne a las relaciones entre humanos, la regresión es patente, en todos los ámbitos, también en el trato a las mujeres que proceden de la antigua Grecia.¨

En fin. Memorias de Grecia.

LOHENGRIN )CIBERLOHENGRIN) 28 04 14.

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