lunes, 14 de agosto de 2017

COMPETITIVIDAD

"Competitividad. Una de las palabras más horribles que se usa en nuestra lengua, no solo fonéticamente. Tiene una condición terrorífica que se asemeja al arsénico que se usaba en la elaboración de vinos, para eliminar bacterias indeseables, si te pasas en la dósis, el vino resultante es un veneno letal, como ocurre con la competitividad mal entendida.

Darwin nos dejó un gran legado intelectual, que supuso la superación de los mitos religiosos creacionistas, pero, para la desgracia de las sociedades contemporáneas, de su legado ha quedado sobre todo la idea de la supervivencia del mas fuerte, de que la evolución es el resultado de una lucha desesperada por la vida, obviando que en su viaje de cinco años por el mundo, también observó especies colaborativas, cuya evolución se basaba en la cooperación, no en el enfrentamiento.

No aprendemos nada del pasado, casi nunca, de lo contrario en lugar de estar inmersos en un presente desaforadamente competitivo, dedicaríamos nuestros esfuerzos a una economía colaborativa, no esa que llaman así ahora, que consiste en la explotación de unos tipos que van en bicicleta, sino en un órden mundial basado en un razonable impulso de competencia pero en el marco de la colaboración entre países, étnias, grupos, federaciones.

Se dirá que eso ya existe, en el marco de las Naciones Unidas, pero las naciones más belicosas, más competitivas en el peor sentido, se pasan por el forro a las Naciones Unidas, y a quien haga falta, Puro Darwin, del peor.

 Felipe González, un político al que, en su momento, consideré adecuado para confiarle mi voto, destruyó, en los ochenta, sectores económicos enteros de este país, Siderúrgica, Astilleros, Minería, algo de ganadería, porque, dijo, no eran competitivos.

Una decisión tan drástica requirió la generosa colaboración de las fuerzas del órden democrático, que repartieron leña como en los peores tiempos entre los poco competitivos usuarios y trabajadores de aquellas industrias.

 (Me suena haber dicho algo así, antes, en la página Sabios y Listos, en fin)

Uno esperaría, de una decisión tan drástica, de un político tan pragmático, que esa defensa a ultranza de la competitividad, nos hubiera llevado a una economía saneada, impregnada de ciencia y tecnología, capaz de competir al menos en el segundo lugar del espacio europeo, pero la realidad actual es que seguimos compitiendo con salarios bajos, no con ciencia y tecnología, nuestros científicos emigran, nuestras tecnologías se importan hasta de China, y así, claro, cada vez que hay una crisis de demanda, los salarios deben bajar aún más y, después de cuarenta años de economía en democracia, al parecer, seguimos sin ser competitivos.

Yo prefiero la palabra competencia, a competitividad. La competencia indica, además, que uno es competente en lo que hace en general porque se ha esforzado para alcanzar un mayor nivel de competencia profesional. La competitividad en cambio, es otra cosa, a veces produce efectos indeseados.

No es lo mismo incorporar el conocimiento científico a una explotación ganadera, que desinfectar con veneno los gallineros y crear una alarma alimentaria en dieciseis países de la Unión Europea. No solo allí, acabo de ver en la tele que en el norte han retirado una partida de clara de huevo líquida contaminada. En cuanto acabe esta entrada voy a la nevera y pongo a disposición de la autoridad sanitaria la botella de huevo líquido.

Pero, el núcleo de la cuestión, competitividad, no está en estas menudencias, sino en si tenemos capacidad de elección para vivir en entornos más o menos competitivos. En teoría, podemos hacerlo, podemos elegir vivir en USA, en Europa, en Oriente extremo.

Si pudiera, yo elegiría ser parte de una comunidad de bonobos, he leído en algún sitio que son amables, colaboran entre sí, no son agresivos, lamento no ser parte de algo así, sobre todo cuando leo declaraciones de Trump, el campeón de una de las naciones mas 'competitivas' del planeta."

En fin. Competitividad.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 14 08 17.

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