viernes, 20 de noviembre de 2020

EL JARDÍN DE HELIÓPOLIS II

...Abro mi. manuscrito por la página 61 y esto es lo que encuentro:

"...Marc empeñado en que no necesitábamos guía. Había leído un par de libros, uno de Naguib Mafuz y otro de Tahar Ben Jelloun y ya se creía que era Lorenzo de Arabia. Pero antes de eso estuvimos en Tetuán y Larache. En Tetuán estuvimos en un hotel, guau, de un lujo asiático. Pisabas en las alfombras y te quedabas allí hundido, que te tenían que ayudar desde fuera para sacarte de allí, y en Larache nos dieron un té a la menta impresionante, oiga. Un vaso de vidrio, lleno hasta los topes de té y hojas de menta, que aquello nos dió un chute que no te quiero ni contar.

A Marc solo le faltaba la excitación de la teína, después, claro, tuvo esa bronca estúpida con el marido de Rosa, por el asunto del guía, que ya no volvieron a hablarse en todo el viaje. En fín, Rosa y yo decidimos ignorarlos, a los gilipollas aquellos, y disfrutar del viaje. Ya que estábamos allí.

--No paro de hablar y no le he ofrecido nada ¿Un zumo de fruta? ¿Un refresco?

--Calquier cosa estará bien. Un poco de agua, pero siga, por favor.

Los dos capullos venían detrás nuestro, cada uno por su lado, con las chilabas puestas y hasta un fez que se compraron y Marc llevaba en el hombro a Abdula, el pobrecito camaleón aquel, todo pintado, como si fuera la Pantera Rosa. Se lo dije, no lo compres, hombre, deja al pobre animal. Pero nada, si no lo compra le dá algo, que falta de sensibilidad con los animales. Cuando volvimos a la península --entonces no miraban eso de los pobres bichos, si no, nos hubieran entalegado por tráfico de especies protegidas-- el pobre Abdula se murió a los quince días.

La Medina de Fez era como un mercadillo de los lunes, pero a lo bestia. La Medina más grande del Norte de Africa. Centenares y centenares de callejuelas y plazas llenas de puestos que visitamos con minuciosidad de orfebre, con guía, naturalmente, no dejamos que Marc se saliera con la suya, de haberlo consentido todavía estaríamos allí, sin encontrar la puerta de salida.

Puestos de medio metro, todos con el retrato de Hassán bien visible, cada uno distinto de los demás. Hubo uno que me llamó la atención, por la pinta que tenía el tío de proxeneta hortera, con aquella camisa roja y un cadenón de oro así de gordo, igualito que un macarra argelino que ví una vez en Pigal.

En el zoco de las especias los aromas eran muy intensos y los viejos comerciantes hacían sus trapicheos alrededor de los sacos de esas preciosas sustancias, en un patio interior discretamente separado de la algarabía del mercado. A López, el marido de Rosa, el lugar le gustó tanto que tomó un rápido apunte --como dos horas estuvo, el gilipollas-- mientras a Marc se le ponían los ojos de un amarillo siniestro, y luego López lo convirtió en un cuadro que no ha querido vender nunca, seguramente para que le recordara que jamás debía volver a viajar con un compañero como ese.

La Medina de Fez resultó ser un viaje por el tiempo. Un paseo por el siglo dieciseis, que decía Marc, siempre tan pedante. Pero también por la España de los cincuenta, con esas mulas cargadas de sacos de harina y haces de leña, como aquella jaca del lechero que le dió a Marc una coz en la cabeza, que yo creo que no se ha recuperado de aquello, cuando siempre andaba enganchado en los carros que transportaban troncos o bocoyes de vino, o robando zanahorias a los huertanos que las transportaban al mercado de Heliópolis, mientras, de paso, recogían la basura.

Apenas había basura entonces, --sabe-- solo restos orgánicos, ni un maldito envase, todo a granel. Igualito que en Fez, donde los críos te rodeaban para hacerse con el plástico del agua mineral, como si fuera un tesoro, pobrecitos. Me encantó el zoco de las telas, con aquellos colores tan vivos, tintes naturales, las madejas de lana colgando de las fachadas con unos amarillos tremendos, brillantes, rojos y azules de un limpidez extraordinaria, colores puros, estallando contra la blancura encalada de las casas..."

Fuente: Viaje a Marruecos, tour de cinco ciudades con Lola y Antoni. Recuerdo que cuando nuestras esposas se acercaron de modo imprudente al mausoleo de Mohamed V, en Rabat, tuvieron que salir corriendo, antes de que las pillara el vigilante que blandía una gran cadena para auyentarlas.

Y esto es todo, por hoy, viernes. Hemos puesto un wasap a Lola sugiriendo ir esta noche a alguna terraza de Russafa y ha conestado OK.

Un saludo cibernauta a los usuarios que se acercan por aquí, y un recuerdo afectuoso a los marroquíes que están ahora, jodidos, en Canarias

Chao, pibes.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 20 11 20

 


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