martes, 17 de noviembre de 2020

EL JARDÍN DE HELIÓPOLIS

Creo recordar que el último libro que escribí, hace dieciseis años, lo titulé así, 'El Jardín de Heliópolis'. Abro la puerta misteriosa, rescato el original, lo abro por la página 2 y lo que encuentro es un listado de las especies vegetales y animales que lo habitan, extraído de mis libros anteriores:

"Manglar, Vid, Romero, jazmines, almendros, Hombres planta, Moho, Flores funerarias, Petunias, Margaritas, Rosas y crisantemos, Cultivos de algodón, Cultivos de maíz, Cultivos de trigo, cebada, Arces, Naranjos, acacias, sauces, tamarindos, Encinas, pinos, olivos, Jilgueros, Aguila real, buitre leonado, Autómata alado, Mariposas monarca, Arañas colgadas de hilos de seda, Jardín de cáctus, Cedros, Arbol de palabras, Jacinto, Tórtolas, Vegetales alienígenas, Cocoteros, Gaviotas, cormoranes, Espliego, manzanilla, tomillo, salvia, gauchas, adelfas, jaras blancas y ginestas amarillas, Fuente con esqueletos de lémur, Helechos gigantes, Lilas, avellano, Alamos, Palomos, Actor que vuela, Drago milenario..."

Y hasta aquí llego, por ahora, bajo a desayunar al Maravillas....

...Vuelvo del Maravillas, abro el libro por la página 149 y esto es lo que encuentro:

"Acababa de arreglar el mundo cuando recibí un E-mail de Gracia, acusando recibo de mi manuscrito.

Me decía tambien que había hablado con el jefe de producción de la cadena autonómica y que la idea del gato parlante tenía posibilidades de convertirse en un producto de animación para adultos, pero que se precisaba algún tiempo para hacer el estudio de pre producción, los costes y todo eso. No me daba detalles de los argumentos empleados para persuadir al productor.

En un par de meses pensaba resolver el asunto. En todo caso, me mantendría informado. Yo, la verdad, tan escéptico como siempre no me creí nada, pero le devolví el mensaje siguíendole la corriente y decidí tomarme unos días de asueto en las Rotas de Dénia.

Me gusta el olor del mar de las Rotas, la cálida caricia del sol de otoño que pone un reflejo cobrizo en los pulpos que ponen a secar, junto a la orilla, los hermanos Sendra. Puntualmente, todos los otoños, coincidiendo con el día de difuntos, me gusta acudir a la cita con los erizos de mar que se comen, crudos, por docenas, en esa terraza, con el auxilio de grandes cubos azules donde se echan las cáscaras.

Esa mínima porción blanda, casi gelatinosa, de color anaranjado, que se extrae del erizo vivo con una cucharilla, deja un sabor en la boca como si estuvieras ingiriendo una ración del propio mar y estimula la memoria más arcaica de los tiempos en que todavía vivíamos en esa sopa salada, antes de acometer la aventura de arraigarnos en tierra firme.

Caminando por el paseo marítimo, el olor penetrante del marisco muerto junto a la orilla te sacude el sentido del olfato de un modo violento y en los días de temporal, si te acercas al final del paseo, cerca del Cabo de San Antonio, puedes ver los enormes bolos de piedra sacudidos en una poza por la fuerza de la mar, como si fuera una bullavesa mineral y las olas trepando por la cara oriental del rotundo cabo, hasta alcanzar la huella dejada cerca de la cumbre por los mordiscos de la erosión marina.

En los días tranquilos, puedes descender con una buena cuerda hasta esa oquedad, quedarte acunado en sus relieves mientras escuchas el sonido de las cítaras que portaban los navegantes antiguos para hacer mas amables sus largas travesías, y recibir en tu piel la caricia del sol de la tarde...."

.Y esto es todo, por hoy, nos vamos a Mercadona.

Chao, pibes.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 17 11 20

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