miércoles, 20 de junio de 2007

ATRACCION FATAL

Mi mujer no duerme, por el calor, y todas sus horas vivas las dedica a escuchar la radio. Yo duermo como un ceporro, y mis horas nocturnas están radicalmente muertas. Al amanecer, mi mujer, a quien le jode mucho que yo duerma y ella no, me despierta para contarme las historias que circulan por Hablar por hablar. Esta noche ha escuchado un relato romántico de una joven a quien su familia le prohíbe irse a vivir con otra joven.

Una cosa de otro tiempo, como lo de los de Verona, lo del de Andaquilla, en Teruel y lo de mi vecina del séptimo, ya talludita, a quien sus hijos no la dejan echarse novio, y mira que he insistido.

No se trata de que esa familia tenga una actitud hostil hacia las preferencias sexuales de la joven. La cosa va por otro lado. Al parecer, la joven comunicante contó haber estado ingresada en un psiquiátrico, después de cuatro intentos de suicidio y su deseada pareja le ganaba por 6-4. La familia prohibicionista ignora que cuando se ponen trabas y obstáculos a la quimera del enamoramiento y el deseo, el resultado perverso de esas buenas intenciones suele ser estimularlo todavía mas.

Nuestra Julieta contó que fue mujer maltratada, lo que le llevó a la depresión, después a intentar suicidarse y luego al internamiento, del que, felizmente, salió con la normalidad relativa que acompaña el estigma del internamiento. Se quejó de que la gente que no ha pasado por esas experiencias, la gente normal, tiende a calificar a todos aquellos que se han recuperado de algún trastorno temporal, como si ese episodio doliente y desgraciado los habitara para siempre.

De su novia no puedo contar nada, porque me quedé dormido en pleno relato. Recuerdo haber oído en la duermevela, que ese romance comenzó a tener problemas ya en el hospital, cuando los celadores descubrían bajo la almohada de Julieta un paquete de tabaco que no le pertenecía.

Desde aquí pido a la familia de la joven un poco mas de valentía y tolerancia para enfrentarse a la solución de un conflicto en el que, estoy seguro, prima su angustia por la salud de la joven. ¿Hace falta recordar que la población psiquiátrica se nutre, sobre todo, de personas aquejadas de desamor y que la literatura clásica rebosa de personajes que han perdido el juicio por la misma causa?. En cambio, a ningún enamorado satisfecho se le ocurre dejarse internar en un psiquiátrico.

Este relato escuchado de segunda mano, me da pie para contar los resultados de una observación objetiva que justifica el título, Atracción Fatal. Es un hecho, que he podido comprobar, que entre las personas que han sufrido en algún momento de su vida algún conflicto que ha disparado su propensión a las disfunciones del ánimo, existe la tendencia al acercamiento. Entre una masa de desconocidos, en un transporte público o en la terraza de un café, a veces dos personas que no se han visto nunca, que no se conocen, deciden, inconscientemente, conocerse, porque hay algo en ellos diferente a los demás, que solo ellos perciben.

Tuve episodios de bipolaridad, ya muy enmascarados y mitigados por el uso del carbonato de litio, --una sustancia con riesgo de efectos tóxicos colaterales, que debe ser administrada bajo estrictos controles médicos y analíticos, acompañada de otra prescripción que refuerza su eficacia-- que me causaron algunos problemas, sobre todo en el trabajo. Hubo un tiempo en el que entraba a la sala de operaciones de control aéreo vestido con un poncho raído, una luenga barba y un báculo de peregrino, y cantaba las verdades del barquero a mis compañeros controladores, con esa mezcla alquímica de disparate y lucidez que caracteriza los ciclos hipomaníacos de la bipolaridad. Fue tanta mi elocuencia y conseguí captar de una manera tan hipnótica la atención de mis compañeros, con su consiguiente desatención a las pantallas de radar, que un par de aviones estuvieron a punto de caer al mar. El jefe de operaciones se enfadó tanto, que me mandó dos meses a casa. Esa fue mi única experiencia de internamiento, que no le deseo a nadie, porque tirarse dos meses en casa, sabiendo que los estímulos de la vida están fuera, pero no a tu alcance, es una putada.

Recuperado de aquel episodio, volví a la vida normal, porque el litio tiene la virtud de borrar de la conducta los efectos de las variaciones extremas del ánimo propias de la bipolaridad, que siguen ahí de por vida, pero uno aprende a enmascararlas y canalizarlas de tal modo, que se vuelven invisibles. Eso creía yo.

Dos experiencias concretas posteriores, distantes en el tiempo, confirman mi tesis del acercamiento entre personas, digamos, especiales.. En un viaje a Segovia, al bajar de un autobús atestado de viajeros se dirigió a mí, precisamente a mí, un amable caballero que nos acompañó a tomar unos vinos. Hospitalidad de provincias, pensé yo. Me dio una tarjeta que rezaba así, fulano...constructor de barcos. ¿Constructor de barcos, en Segovia, que raro, no? Cuando el gentil segoviano se echó una copa de vino al coleto, se cayó redondo, no porque fuera borracho, sino porque iba atiborrado de neurolépticos y el efecto de la mezcla fue fulminante. Era una persona especial, y al parecer percibió que yo también lo era, o lo había sido.

En otra ocasión, mientras mi mujer entraba a comprar algo en el chino del barrio, vi una mesa en una terraza próxima, ocupada por un desconocido. Me senté junto a el, obedeciendo a un impulso involuntario. A los tres minutos, me estaba contando con pelos y señales las incidencias de sus experiencias con la bipolaridad, y yo le hablaba de las virtudes del litio. Que raro, no? En la terraza había cantidad de mesas, y yo fui a elegir, precisamente, la de una persona mas o menos especial, como yo. Atracción fatal.

La bipolaridad ya no es un problema para mi, como tampoco lo era la esquizofrenia para el Nóbel de Una mente maravillosa, que seguía viendo fantasmas, pero había aprendido a no hablar con ellos. No obstante, todavía percibo variaciones en el ánimo. Los médicos dicen que se trata de episodios enmascarados por el carbonato de litio, pero yo veo a través de esa máscara, cuando me asomo al índice del blog y compruebo, por ejemplo, que el mes de junio--aun estamos a veinte-- contiene quince entradas, el de mayo solo tenía diez, y el de Abril cinco.

Es evidente que mi actividad creativa todavía está sujeta a ciclos, pero como duermo como un tronco, sin tomar somníferos, la verdad, no me preocupa.

Al parecer los psiquiatras, ahora, están preocupados por la concurrencia, cada vez mas frecuente, entre toxicomanías y predisposición orgánica a los trastornos emocionales. Si esa bomba de relojería estalla, puede convertirse en el problema número uno de la salud pública.

Lohengrin. 20-06-07

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