jueves, 28 de junio de 2007

MARAVILLAS

En Cuatre Carreres, un barrio extremo de Heliópolis, al otro lado de la fuente ornamental que sirve de frontera entre las viviendas de renta libre y los bloques de pisos protegidos, edificados en los años setenta para alojar a una población de aluvión procedente de los movimientos migratorios interiores, está el Bar Maravillas, frecuentado por un lumpen de guardias civiles retirados, ex camellos, adictos, convictos arrepentidos, parados, trabajadores temporales de la construcción, pajareros, inmigrantes de Cuenca y de Madrid, mercheros, vendedores de Ono, expertos informáticos, tramoyistas de teatro, pintores de brocha gorda, escritores y oligofrénicos.

En ese retablo de las maravillas, Valle Inclán habría podido duplicar la extensión de su producción, porque la fuente de inspiración literaria y la galería de personajes que allí se encuentran, no tiene nada que envidiar al Gijón, en sus mejores tiempos. Llevo seis meses en el Blog y hasta hoy no lo he mencionado. El aforo es limitado y no debe uno tirar piedras al propio tejado.(Ver página Debussy, en esta misma sección.)

Una breve muestra de los diálogos que se pueden escuchar aquí, es el que he escuchado hoy entre el pajarero y Toni, junto a la barra mas limpia que se puede encontrar entre los trescientos bares del barrio, porque Toni, el jefe de todo esto, además de preparar un ron quemado con su rajita de limón y sus granos de café por un precio de mierda, cambia los ceniceros en cuanto hay un par de colillas.
“Pajarero: -Tengo una pareja de gafarrones nuevos. Toni. --Y, ¿que tal te han salido? Pajarero. --Uno canta y el otro no. Toni.-- Será porque no le has enseñado. Pajarero.-- No es eso. Toni. ¿.......?. Pajarero.-- Es que, mientras estás distraído oyendo el canto del macho, la hembra te quita la cartera.”
El tramoyista, ya jubilado, me dio permiso para usarlo como personaje de mi libro, El viaje a Praga, --ver sección Libros--y me dio tanto juego que estoy escribiendo otro, --ahora empantanado, por lo del Blog-- Después de Praga, que es el relato del viaje a Nottingham en un tren de alta velocidad con unos extraños viajeros, escritores muertos y personajes de sus libros.

Para encontrar el Bar Maravillas, tienes que buscar primero una calle sin nombre, que usa el de la que está a sus espaldas, y en un bajo sin número, próximo al número veinte de esa calle innombrable, está ese lugar tan literario, en el que tomo café y compro tabaco a una hora temprana de la mañana.
Hoy la máquina de tabaco funcionaba en apariencia, pero el sensible componente electrónico que activa la máquina desde el mando a distancia que tiene la función de proteger a los menores de su consumo, se estropeó ayer, con el apagón, dejándola inservible y he estado una hora sin poder fumar, descontando el par de cigarrillos que han tenido a bien regalarme dos parroquianos.

La tormenta que se registró ayer, además de provocar una variación en las temperaturas que no se registraba desde hace setenta años, inundó el transformador eléctrico de la zona, dejando sin suministro a todo el barrio y a mi me ha facilitado la inusual experiencia de vivir sin tabaco durante una hora. Una experiencia algo ansiosa, lo confieso.

Algunos de los mercheros que frecuentan el Maravillas son, además, pastores evangelistas, y es sorprendente la elocuencia que despliegan, --como si fueran predicadores televisivos americanos-- cuando, imprudentemente, algún agnóstico como yo, deja caer en voz alta un comentario que pone en duda algún dogma relacionado con sus creencias. Igual de sorprendente es la presencia de la religión en otros ámbitos de este siglo descreído. La víspera de la noche de San Juan --ver la página del mismo título-- hubo en una espaciosa plaza del barrio un escenario instalado que yo creí destinado a una verbena. Cuando venía de ver, y escuchar, La Flauta Mágica en el cine, vi encaramado al tablado a un predicador mexicano que era seguido por las gentes que llenaban la plaza.

Por si fuera poco, he leído en algún sitio que el President electo de Heliópolis ha jurado el cargo sobre un montón de tochos, entre ellos la Biblia. Está claro que los agnósticos y los laicos, estamos en franco retroceso, y que las culturas religiosas, con su carga de superstición y negación del progreso científico, avanzan.

Ni la falta de tabaco, ni la presencia de predicadores, son obstáculos que impidan disfrutar el excelente café que se sirve en ese interesante escenario literario, el Bar Maravillas, regentado por el jefe de todo eso, Toni. Al estar situado en una calle sin nombre, en un barrio extremo de ese lugar al que me gusta llamar Heliópolis, es posible que tengan dificultades para encontrarlo. De eso se trata. El aforo es limitado y uno no debe tirar piedras al propio tejado. Maravillas.
Lohengrin. 28-06-07.

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