lunes, 11 de junio de 2007

LUNES

La imaginación humana no tiene límites. En ocasiones, esa energía del pensamiento se aplica al autoengaño. El tiempo es un continuo, pero la angustia que produce flotar en esa abstracción, la observación de los ciclos lunares, ligados a las prácticas ancestrales de la agricultura y la aparición de relaciones económicas de explotación, han consagrado la división en fracciones de ese flujo temporal que marca nuestras vidas.

El lunes es una de esas fracciones que nos ayuda al autoengaño, muy rica en singularidades. Es muy útil como combustible de las fantasías de renovación pues significa un nuevo comienzo. La mayoría de la humanidad retoma su destino productivista los lunes, después del paréntesis de eventos deportivos, copas, fiestas, sexo, encuentros con la naturaleza, o simplemente descanso, sin cuya catarsis semanal el mundo no sería lo que es.

Casi todos los proyectos --y fantasías-- de renovación, dejar de fumar, cambiar de trabajo, resolver un trámite burocrático, ir a cambiarte de banco, contratar un servicio de televisión por cable o romper con tu pareja, que suelen gestarse en los paréntesis de ocio, cuando se relegan al lunes siguiente, no llegan a materializarse.

Una buena parte de la población se resigna a ese nuevo comienzo a regañadientes y se comporta ese día como un motor que todavía no está a pleno rendimiento, como si le fallara una parte del mecanismo de combustión para ponerse en marcha. Quienes están en la cúspide del sistema lo saben y jamás convocan un consejo de administración o una junta general en lunes. La toma de decisiones importantes se reserva para los días centrales de la semana, cuando se ha alcanzado, tras el paréntesis del ocio, unos niveles de productividad adecuados.

Otra de las singularidades de los lunes aparece cuando bajas a tomar café, te ofrecen el periódico del día y compruebas que parece una hoja parroquial, pues apenas lleva unos pocos cuadernillos. Su volumen engañoso está dedicado sobre todo a los suplementos deportivos. El resto está marcado por la ausencia de noticias, pues la mayoría de sus fuentes permanece en silencio durante el fin de semana.

Los lunes salvan a muchísima gente del suicidio, cuyo riesgo mas extremo se sitúa en las tardes del domingo, sobre todo en los países escandinavos. Esas tendencias depresivas tan peligrosas se superan en ocasiones gracias a las fantasías de renovación, a las expectativas de nuevo comienzo que se depositan en el ciclo que empieza, en su capacidad de renovación del escaso caudal de esperanzas que se opone a esas tendencias destructivas.

No toda la población participa de esa compartimentación cíclica y artificial de la vida. Los artistas, los escritores, los agricultores a tiempo parcial, quienes tienen turnos de trabajo no vinculados a los horarios de la mayoría, entre otros muchos, no suelen ajustar sus ciclos productivos a la ficción del tiempo fragmentado que es el marco vital de la mayoría de la población.

Para este segmento de la población, el lunes, como las demás divisiones temporales, tiene un peso relativo en sus hábitos, sean laborales o creativos. Para los demás, el día de la luna es, desde tiempo inmemorial, desde los albores de la cultura latina, una ocasión para librarse de la angustia de flotar en un océano de tiempo cuya inmensidad nos excede, a cambio de formar parte de un aparato productivo que utiliza la división temporal como una eficaz herramienta de explotación, al servicio de los poderosos.

Lohengrin. 11-06-07.

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