viernes, 8 de junio de 2007

CANINOS

Hay algo de canino en nosotros, que nos impulsa a salivar cuando el jefe, el patrón, nos da palmaditas en la espalda. Quienes utilizan con habitualidad la zanahoria y guardan el palo para las grandes ocasiones, añadiendo a esa habilidad el trato exquisito y educado con sus subordinados, producto de una buena educación burguesa, nos hacen correr un serio peligro de subordinación, que raya a veces en la sumisión pura y dura. El ser humano, en su fragilidad, es sobre todo sensible al halago y a las demostraciones de cariño fraternal, sobre todo si no tiene bien asumido cual es su sitio en un entorno empresarial en el que lo que manda es el beneficio de unos, a costa de extraer todas las capacidades de los otros.

Pero la naturaleza canina que nos habita también nos permite, llegado el caso, dar un sonoro ladrido para ganarnos el respeto del otro y marcar nuestro territorio para defender ese espacio propio. El respeto puede ser mas congruente que el cariño, en una relación que siempre implica, se oculte o no, un conflicto de intereses.

Es la parte humana de nuestra naturaleza la que determina que optemos por una opción o por otra, pero a veces las situaciones están forzadas por un grado de maquiavelismo tal que es difícil advertir lo que está ocurriendo en realidad y actuar en consecuencia.

Esto que digo, está magistralmente contado en la película de Von Trier, “El jefe de todo esto”. En este relato fílmico, el jefe llega al extremo de exhibir siempre la zanahoria, y hacer creer a sus subordinados que son prácticamente sus socios. El palo lo reserva a un jefe inventado, invisible y lejano, supuestamente residente en otro país, que actúa como catalizador del odio que generan las decisiones impopulares, preservando el clima de relaciones paterno filiales que el villano de la farsa necesita para su propia autoestima.

Esta interesante farsa teatral filmada de Von Trier, no tiene desperdicio. Por un lado, aborda el eterno tema del doble. Por otro, hace gala de una total ausencia de maniqueísmo, que se confirma en el desenlace. Además de hacer una inteligente sátira del mundo del trabajo en las empresas transnacionales.

Cuando el supuesto villano decide vender su empresa, recurre a un supuestamente honesto actor para que interprete el papel del director hasta entonces ausente y le libre a el de afrontar el sucio papel de liquidador del negocio, pues a pesar de su villanía y su doblez, necesita el cariño de la gente como el que mas.

El actor aparece como bueno al expresar sus escrúpulos por los despidos, a la hora de culminar el trabajo sucio para el que ha sido contratado. Es fascinante como Von Trier, sin abandonar el tono de farsa del relato, hace derivar sutilmente al villano hacia una actitud honesta, haciendo emerger el hombre bueno que también lleva dentro, y emplaza al honesto actor, ante una situación muy típica de su profesión, para que haga una elección personal y decante la situación en un sentido o en otro. El actor honesto, termina vendiendo la empresa --se le han dado poderes decisorios-- y enviando a la calle a todos aquellos de quienes, supuestamente, se había apiadado, con tal de conseguir el dudoso instante de gloria de ser escuchado por los compradores de la empresa, mientras recita un monólogo teatral de su autor fetiche. Trier usa aquí el repetido tópico de que un actor es capaz de vender a su madre por conseguir el papel de su vida, pero lo hace para afirmar su ausencia de maniqueísmo en la caracterización de los personajes. Aquí no hay buenos ni malos, solo seres humanos cargados de flaquezas, que responden de manera diferente, con independencia de la opinión que ellos y los demás tengan de si mismos, según la situación.

Trasladados al tajo de cada día, estos comentarios intrascendentes seguro que les suenan a quienes han intervenido en alguna negociación sindical, o han sufrido sus consecuencias. Entre esos protagonistas, seguro que hay algunos que se dejan acariciar el lomo, otros que saben dar un ladrido en el momento oportuno, y hasta algún actor frustrado que vendería a su madre por interpretar un papel.

Lohengrin. 07-06-07

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