miércoles, 6 de junio de 2007

LA PALABRA

En el principio fue el grito, luego la palabra, finalmente, el silencio. Tres estadios de la civilización. Los primeros humanos no eran todavía una especie predominante y vivían en un mundo donde el rugido amenazante de los depredadores ponía sonido al terror de sus noches. Los colmillos del sable emitían destellos bajo la luz lunar, cerca de los abrigos rupestres y cuando se eclipsaba la luna, ese suceso no era todavía objeto de curiosidad científica, sino el signo de la indefensión de quienes contemplaban los fenómenos naturales como una amenaza que eran incapaces de comprender. Una manifestación mas del estado de terror permanente en el que vivían, y al que solo era posible responder con el grito.

Cuando se inventó la palabra, todo cambió. La palabra, al principio, solo fue el sustituto del grito. Expresaba emociones, terror y afinidad. Su principal utilidad debió ser avisar del peligro. Así como el grito no podía describir la naturaleza de la amenaza, la palabra ya era capaz de precisar de donde venía la agresión, la identificación del agresor y el plan para afrontarla. Huir o hacerle frente eran las dos alternativas que todavía siguen vigentes en la sociedad moderna, y la palabra debió servir en aquellos tiempos oscuros para articular el primer debate en situaciones de supervivencia precaria.

La gente de una asociación de vecinos de un pueblo cercano a Heliópolis me ha invitado a dar una charla. Me he visto obligado a aclararles que yo no doy charlas. Yo asisto a debates. La charla me parece una degradación banal, una reducción a lo trivial de la palabra. El debate, en el que suelo intervenir solo para plantear una lista de preguntas, estimular la discusión y tratar de que las intervenciones se orienten a lo esencial, es mas enriquecedor. El debate no establece una forma bilateral de comunicación entre el hablante y los escuchadores, sino que es una puesta en común multilateral, con un alto grado de participación, sin la que el debate no es posible. El debate también tiene limitaciones, las mismas que la palabra. Porque la palabra, que también sirve para la acción, cuando se limita a una actividad solamente discursiva, pierde su eficacia.

Hay dos clases de comunicadores. Los objetivos, que cuentan hechos, y los subjetivos que tratan de trasladar sus ideas --dar la brasa, que se dice ahora. Para bien o para mal yo estoy mas cerca de los segundos que de los primeros. Tal vez sea la influencia remota de un cardenal que dicen que fue uno de mis ancestros, --en casa se conservó hasta no hace mucho un retrato en mosaico rematado por las llaves de Pedro en su parte superior-- o quizá he visto a demasiados predicadores televisivos en el cine americano. Para frenar esa tendencia a la predicación, cuando me piden intervenir en algún acto lo primero que hago es redactar una lista de preguntas.

En este caso, me han pedido que intervenga para que tratemos de clarificar lo que sucede alrededor de “la derechización de la política europea”. La primera pregunta es, ¿existe tal cosa?. Si existe, ¿es una tendencia o una constante histórica? Esas dos preguntas, nos llevan enseguida a plantear otras. Es la modesta ventaja de las preguntas, casi nunca te llevan a las respuestas, sino a plantear nuevas preguntas. La derecha representa intereses, la izquierda ideas. ¿Que sentido tiene esta frase ante la tremenda ofensiva ideológica ultraliberal?; ¿La consolidación de la Unión europea, ha supuesto una política económica supranacional y el inmovilismo social? ¿La estabilidad financiera derivada de la política europea, supone el fin de la economía de ciclos cortos? ¿Existe relación entre la estabilidad económica y financiera y la derechización de la intención de voto?¿ La oleada conservadora conducirá a nuevos gobiernos de ese signo, por ejemplo, en Gran Bretaña y en España?; ¿Que consecuencias puede tener en la política europea y en España en particular? ¿Que análisis es mas acertado sobre el resultado de las elecciones en la comunidad valenciana? ¿Que papel ha jugado la estrategia del Compromís? ¿El debate político, dado el deterioro de ciertos discursos y actitudes de algunos partidos, debería formularse en términos de Ëtica y Pragmatismo.?

Pero la pregunta clave, la que a mi me parece mas enjundiosa, es.

¿Para que sirve este debate?

Hoy, como en el neolítico, la palabra todavía sirve para advertir de un peligro, identificar las fuerzas hostiles, y debatir si huimos o le hacemos frente, y cómo, pero antes de sugerir algo al respecto, hay que decir algo sobre el silencio.

En el proceso de maduración de las civilizaciones humanas, primero apareció el grito, luego la palabra, pero en las culturas orientales se produjo una tendencia a considerar la meditación --es decir, el silencio-- como el camino hacia la perfección. La contemplación y el silencio serían un estadio superior, abandonada la palabra por las limitaciones y tergiversaciones de su uso entre los humanos, que impiden alcanzar la sabiduría, la serenidad y el nirvana.

Ahora podemos plantear de nuevo la pregunta,

¿Para que sirve este debate?

Que cada uno responda lo que quiera. A mi me parece que a cada uno le servirá mas o menos, según la preferencia que adopte respecto a la acción o la meditación para orientar su vida. Para los pragmáticos, puede servir para ayudar a definir una estrategia para la acción. Para los contemplativos, como yo, nos ayudará a enriquecer nuestra reflexión. Es poco?. En la medida en que me considero un comunicador subjetivo, alguien que trata de trasladar ideas, someterlas a la prueba del debate ayuda a desechar las débiles y a potenciar las mas sólidas, lo que, decididamente, no es poco.

Ahora, la sugerencia analítica. Para definir una estrategia para la acción, ¿resistir o huir? no basta con reconocer la naturaleza de la amenaza, también hay que analizar el entorno y saber lo que piensa la mayoría de la tribu ¿Perciben ese acontecimiento como una amenaza o no? Saberlo es fundamental, porque si solo lo perciben los ojeadores no es suficiente, sobre todo, si es en el seno de la tribu donde han de reclutarse quienes se opongan a ella.

La tribu que reside actualmente en el espacio social y económico europeo, es mayoritariamente huidiza? O no lo es? Esta es una cuestión central que hay que analizar, antes de definir una estrategia para la acción.-

Conviene precisar el término huidiza. Esa palabra trata de expresar, en este contexto, la actitud con la que uno se enfrenta a los problemas, cuando el reconocimiento de la existencia de un problema implica la necesidad de cambios en las rutinas mentales, en el modo de vida, en las actitudes frente a la convivencia. En este caso, la resistencia psicológica a reconocer el problema, en la sociedad hedonista de hoy, es manifiesta, según afirman la mayoría de los profesionales que estudian el comportamiento social. El hedonismo es hoy la expresión de la huída, un modo de ignorar o eludir las responsabilidades individuales cuando los ojeadores llaman a la tribu a decidir entre la resistencia y la huída, ante la eventualidad de una amenaza.

En esta situación, la elocuencia y capacidad de persuasión, o la falta de ellas, de los ojeadores, para convencer al resto de la tribu de que adopten una actitud beligerante en la defensa de sus auténticos intereses no es ajena, en el plano de lo real, a las mayorías conservadoras que conforman el universo político en las democracias actuales. En mi opinión, la explicación centrada en el carácter hedonista de la sociedad actual, como justificación de la falta de impulso de cambio que se observa, es incompleta. Aún a riesgo de simplificar, pues la realidad suele ser multifactorial, yo diría que el par de elementos que mejor explican la situación es, de un lado, el hedonismo social, y del otro la falta de capacidad de la izquierda actual para formular propuestas creíbles, sugestivas y diferenciadas y hacerlas llegar de un modo eficaz y persuasivo a los electores, de tal modo que se traduzcan en mayorías políticas que permitan su aplicación.

No es fácil, en los tiempos actuales, desde la izquierda, elaborar una combinación de fórmulas éticas y acciones pragmáticas que consigan imponerse en una realidad social cada vez mas hostil a esos presupuestos históricos. Tal vez la ética misma de esos planteamientos sea el mensaje. Un mensaje fuerte en ética, consolidado por una práctica que no lo `pierda de vista, desde una perspectiva claramente de izquierdas, sin paños calientes de terceras vías, puede oponerse con éxito al pragmatismo cínico que domina, por debajo de su retórica de orden, la práctica política de la derecha.

Pero eso nunca será suficiente, si los ojeadores que avisan de los peligros del dominio del conservadurismo a largo plazo, carecen de la elocuencia, habilidad y capacidad de persuasión suficientes para trasladar ese mensaje de tal modo que movilice a todos los miembros de la tribu. Es una opinión.

¿Cual es la suya?. No se corte. Dígala.

Lohengrin. 06/06/07

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios