martes, 12 de junio de 2007

MADAGASCAR

Releo la entrada número cincuenta del blog y veo que se ha quedado corta, porque solo se ha centrado en los aspectos lúdicos de la vida y esa palabra tan hermosa y sonora, Madagascar, da para mucho mas.

A tantos imbéciles, sumisos a la autoridad y el orden mal entendidos, deberíamos escupirles en el rostro esa palabra, Madagascar!. También a tantos insustanciales que se tragan la propaganda política de cualquier signo, sin un atisbo de pensamiento crítico.

En los debates teóricos, cuando nuestro oponente se decante por la realidad excluyente, sin aceptar el derecho a la utopía, deberíamos inclinarnos y deletrear suavemente en su oído esas cuatro sílabas, Ma-da-gas-car. Se quedaría perplejo.

En el G-8, cuando se reúna la tribu de desaprensivos que desgobierna el mundo para hablar del cambio climático, y terminen decidiendo una alianza estratégico militar entre dos impresentables como Bush y Putin, todos los manifestantes anti globalización deberían gritar, con una sola voz, Madagascar!.

Madagascar, esa palabra con reminiscencias de cocoteros y brisas marinas, podría ser el banderín de enganche de tantos millones de personas que aprecian la libertad efectiva, mas allá de los formalismos de las democracias parlamentarias, sobre todo, la libertad de pensamiento, que es la que parece estar en grave peligro, debido al espectacular crecimiento tecnológico de los instrumentos para manipularla.

Contra el pragmatismo cínico, que es la corriente dominante que prevalece en el mundo, bajo diversas formas, hay que oponer la utopía, el amor a la propia libertad y la de los otros, una cierta forma de renuncia a los señuelos, espejismos y sofismas con que nos torean, como si fuéramos vaquillas inocentes, entrando al trapo sin malicia. A todo eso habría que oponer una síntesis sonora reconocible. Es decir, Madagascar.

Deberíamos abandonar los resabios históricos, por muy encariñados que estemos con ellos, de las experiencias orgánicas de las organizaciones utopistas, libertarias, anarco sindicalistas, de los grupos antisistema y ponernos a empujar, desde la realidad, en la dirección de la utopía, tanto en el frente de los paisajes callejeros, como en los canales de comunicación ciberespaciales, como un solo hombre, detrás de esa hermosa, sonora, utopista y libertaria palabra: Madagascar.

Hay antecedentes de un movimiento así. Leonard Cohen cantaba, conquistaremos Manhattan, conquistaremos Berlín. El ultraliberalismo lo ha conquistado todo y hace falta un revulsivo, un impulso de libertad que se oponga al liberalismo. Hay que dejar bien claro que liberalismo significa, en la práctica, libertad de unos para hacer negocios a costa de la libertad de otros.

Es posible que nunca alcanzamos la costa de Madagascar, pero es seguro que si todos los que se sientan concernidos empujan en la misma dirección, el esfuerzo de la travesía se traducirá en un mejor futuro, mas libre, mas equilibrado, mas crítico, mas solidario.

Mas que alcanzar la playa, la sombra de sus cocoteros, sus brisas marinas, lo que importa es la travesía. El camino a Madagascar.

Lohengrin. 12-06-07

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