miércoles, 13 de junio de 2007

DEBUSSY

Es asombroso lo vivo que se siente uno escuchando la música en directo de Debussy, un señor que está muy muerto desde 1.918. Algunos exquisitos desprecian esta música por demasiado explícita, descriptiva y pastoril. Prefieren la música de Gustav Mahler porque es mas intelectual, mas atormentada, y tal vez por el morbo del asunto de los cuernos de Alma Mahler. Los del montón no nos planteamos estas disquisiciones y disfrutamos lo mismo con Mahler que con Debussy

Esta tarde he disfrutado con el archiconocido Arabesque nº 1, y tengo memoria de haberlo hecho en otra ocasión con Reflejos en el agua. La potencia imaginativa de esta música nos traslada a paisajes irlandeses o escoceses, con las ovejas triscando entre la turba, a pesar del origen del compositor, pero el talento para la creación de imágenes no excluye la evocación de sentimientos, y si además estás en la Capella de la Sapienza, en la Universitat Vella, la conjunción de imágenes, sentimientos y un entorno perfecto, te produce una sensación de flotación muy placentera.

La perfección, sin embargo, no es cosa de este mundo. No se por que azar ha coincidido la segunda parte del concierto con un desaforado toque de campanas a rebato en la vecina Iglesia del Patriarca. y se percibía que los músicos lo han debido de pasar bastante mal intentando hacerse oír entre tanto estropicio.

Debussy, en condiciones normales de audición, te traslada a un mundo romántico, idílico, con notas que parecen delicadas pinceladas en una acuarela. Todo es suavidad, matiz y atmósfera sutil, y si además tienes sentada delante a una atractiva pelirroja con una mata enorme de pelo frito, que tiene la delicadeza, sin que se lo pidas, de arrimarse a la pared para dejarte ver, entonces, es la leche.

Todos los miércoles, a las diecinueve treinta, se puede disfrutar de esta experiencia en la Universidad de la Nau, en la calle Comedias, de Heliópolis, por el morro. Yo lo he hecho esta temporada, sin faltar nunca. Solo queda un concierto, el próximo día veinte. Tal vez he debido comentarlo antes, pero el aforo es limitado y no hay que tirar piedras al propio tejado.

En mi opinión, Debussy es imprescindible para la gente como yo, que gusta de trasladarse a otros lugares sin moverse de la silla, imaginar paraísos inexistentes, dar fiestas virtuales en Madagascar, y soñar, soñar,soñar....

También es bueno para el espíritu, disfrutar de la hermosa realidad arquitectónica y urbana que es la plaza del Patriarca, ese lugar de síntesis de la cultura latina, con la gran fontana sobre el muro de la universidad, los dieciocho olivos presentes en el pavimento geométrico de baldosas, exento de vehículos, el campanario de la Iglesia del Patriarca cuyas campanas nos han jodido esta tarde la segunda parte del concierto, y el clima de sereno equilibrio que emana de esta solución urbanística que se ha dado a un lugar que hasta no hace mucho era un vulgar estacionamiento de coches amontonados.

Después de la flotación y sacudida vitalista del concierto, de la serena contemplación de una de las plazas con un urbanismo mas equilibrado de Heliópolis, te puedes ir a Boatella, frente al mercado central, y por seis euros, que se pueden ganar fácilmente mendigando en cualquier lugar de los alrededores, puedes papearte un bocadillo de calamares, de tamaño super, y beberte una cerveza cuya calidad tal vez haya sido testada en algún convento de clausura..

En resumen, mi propuesta para una tarde interesante, sin gastarte un duro, se resume así. Debussy, gratis, fontana del Patricarca, gratis, mendicidad moderada y bocata con cerveza. De nada.

Lohengrin. 13-06-07

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