“El catedrático era un tío muy pesado que, como estaba casado con una farmacéutica que ganaba mucha pasta, no pasaba las penurias de sus compañeros no numerarios y su ejercicio docente era una especie de hobby en el que se regodeaba representando el papel de defensor
de la
excelencia en la actividad docente, como si fuera un profesor de Harvard o Cambridge, mientras los cazurros que acudíamos a su aula solo aspirábamos a ser aprobados para acabar de una vez aquel largo trámite académico que a algunos de nosotros nos tenía ocupados algo más de los cinco años reglamentarios, por culpa de la jodida asignatura de Hacienda Pública que el farmacéutico consorte había conseguido convertir en una barrera casi infranqueable.
A la llegada a su aula, siempre nos recibía con la misma pregunta, que era una recomendación implícita, --¿Han leído? Aquella tarde, me pilló de mala hostia y exhibiendo con la mano alzada un librito en rústica que es el origen de este artículo, que había comprado con los fondos de la beca de que disfrutaba, le espeté, desafiante,
--Si, hemos leído. En este libro, lo ve? “La economía del amor y del temor”de un autor americano, se demuestra que la teoría de la hacienda pública que aprendemos no contempla las transacciones unilaterales.
--Podría usted definir transacción unilateral?, -contestó el cátedro.
--El autor habla de transacciones distintas del intercambio, en el que se cambia un bien por otro, o un bien, por dinero. En la transacción unilateral, una de las partes entrega algo, pero no recibe nada tangible a cambio.
--Se trata de donaciones, regalos, operaciones multimillonarias no lucrativas realizadas a través de fundaciones, entre otras. La economía se ha concentrado exclusivamente en el concepto de intercambio, en la existencia de contraprestación económica, y deja de lado toda una rica variedad de fenómenos con contenido económico que no registra, y que tienen una importancia cuantitativa que se estima entre el veinte y el cincuenta por ciento de la economía en USA.
--Es decir, según el autor del libro que tengo en la mano, estamos estudiando una teoría de la hacienda pública, que deja fuera la mitad de la realidad económica, al menos en la economía americana.
El farmacéutico consorte terminó por pedirme el nombre del autor, Kenneth E. Boulding, y el de la editorial, Alianza Universidad, mientras un compañero de aula guineano, mostraba un semblante muy divertido al notar un cierto grado de confusión en el desconcertado catedrático, pero yo tuve que repetir curso, aunque no creo que fuera por mi impertinencia.”
Dejando de lado esta anécdota, lo cierto es que en los últimos quince años, no he visto publicadas en España las estimaciones de las transacciones unilaterales que explican, en parte, la inusual duración de la larga etapa de prosperidad económica que, ahora, comienza a venirse abajo.
En mi opinión, las bolsas se están derrumbando de un modo estrepitoso, entre otras cosas, porque la prosperidad basada en favores que no se contabilizan, en sobornos millonarios que solo salen a la luz en una pequeña parte, en otras relaciones intangibles, en inversiones que tienen su origen en el dinero negro, ha ido depositando lentamente una capa de podredumbre en los sistemas económicos y financieros que no ha sido visible hasta que la crisis financiera en Usa y su contagio en Europa por la ausencia de fronteras financieras propia de la globalización, ha puesto en evidencia que la economía productiva, menos contaminada que la financiera, más ajena a todos esos chanchullos, es insuficiente para sostener la prosperidad artificial que tenía su verdadero origen, no en la productividad de los sistemas, sino en la opacidad de las transacciones unilaterales que, sin aparecer en los modelos teóricos, ni en las estadísticas oficiales, han actuado como el motor de la especulación desaforada de todos estos años.
Por eso, a quienes tienen responsabilidades de gobierno y nos dicen que no pasa nada, porque los indicadores de la economía oficial no reflejan una situación de crisis, les sugiero que lean el libro de Boulding, para que no hagan el ridículo con sus manifestaciones tópicas, alejadas de la realidad de los hechos.
Lohengrin. 21-01-08.
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