viernes, 25 de enero de 2008

SENADORES

Los conspiradores acuchillaron a César en el Senado romano para dotar de simbolismo su acto ritual, que, de otro modo, habría parecido un crimen vulgar. Probablemente, el tribuno no tuvo tiempo de decir nada inteligible antes de morir, pero Shakespeare, al dramatizar esa historia, puso en sus labios una última frase que expresaba su decepción por la actitud desleal de su hijo adoptivo. ¿Tu también, Bruto, tu también?

César no hizo caso a su consorte, ni a sus augures, que al destripar una gallina habían leído en sus entrañas que algo malo iba a sucederle. Seguramente su consorte tenía más información que los augures, porque la política senatorial en esa época era cosa de unas pocas familias –casi como ahora—y hay que suponer que las mujeres estaban bien informadas de lo que pasaba entre ellas, pero la soberbia masculina no tiene límites y a veces no hacemos caso como debiéramos de la sensata opinión de las féminas.

Desde la época actual, llama la atención la ingenuidad de esa frase de Julio César, el hecho de que se sorprendiera de que entre sus matadores hubiera una persona tan próxima, sobre todo desde que Winston Churchill dejó bien establecido que de todos los enemigos posibles, de los que mas hay que cuidarse es de los compañeros de escaño.

Gallardón, Aguirre y Rajoy han escenificado ahora otro drama político, pero el villano no aparece en escena, está oculto tras los cortinajes, como Yago, el traidor desencadenante del mas famoso crimen de género del teatro clásico, la muerte de Desdémona a manos de Otelo, urdida desde el ocultamiento, el disimulo y la mezquindad. Pero este es un asunto menor, que no merece más comentarios, después de haberlo tratado en otra página, La gallera.

El motivo de este artículo es otro: La foto que aparece hoy en la primera de El País, obtenida durante una bronca en el Senado italiano. El Senado, según mis propias fuentes enciclopédicas –no he recurrido a Wikipedia—tiene su origen en la asamblea de patricios que formaba el consejo supremo de la antigua Roma. En la actualidad, es un cuerpo compuesto de personas –en teoría, de ciertas calidades—que en algunos países ejerce el poder legislativo junto con el congreso y el jefe del Estado. Otra acepción lo define como una concurrencia de personas graves y respetables. Su nombre latino alude a la condición de anciano y seguramente el respeto debido a esa institución tiene su origen en la idea –falsa—de que la vejez es sinónimo de sabiduría.

En mi opinión, la vejez no hace más sabios a los tontos. En todo caso, los hace más tontos todavía. €l envejecimiento es un proceso bastante complejo, aunque, en general, va acompañado de achaques y cosas desagradables que superan en número y mala calidad a sus posibles ventajas. Otro tópico sobre la vejez es que le vuelve a uno conservador, sin embargo a mi me ha radicalizado, pero debe ser porque yo pertenezco al grupo de los tontos, pues hay que ser un completo imbécil para radicalizarse por cuestiones a las que los sabios no dedican la menor atención.

Pero vamos al núcleo del artículo, el Senado italiano. Cuando el desenlace de la segunda guerra mundial se decantó a favor de los aliados, las fuerzas de invasión estadounidenses que debían desembarcar en Sicilia, hicieron un pacto con la mafia para que colaborara en la logística de esa operación, reduciendo así el número de bajas. De ese pacto, cuyos detalles no conozco, el poder de la mafia en Italia salió reforzado y la democracia parlamentaria italiana que surgió después del último enfrentamiento general entre naciones europeas, estuvo desde entonces penetrada por esos grupos mafiosos.

La mafia siempre ha estado presente en la política italiana, como cualquier otro grupo de presión, por ejemplo los Agnelli, por citar a alguien conocido, aunque no siempre con la misma publicidad que ha tenido en determinados momentos: el asesinato de Aldo Moro, el suicidio de un banquero del Vaticano o, mas recientemente, las contratas de la basura en Nápoles.

La política italiana se ha caracterizado en los últimos cincuenta años por un grado de inestabilidad parlamentaria, unos extraños equilibrios de alianzas y una volatilidad desconocidas en otros países europeos, a pesar de lo cual, la economía ha ido siempre como un tiro en ese país. Sorprende esa falta de estabilidad política compatible con un buen rumbo económico. Parece que la economía prescinde de la política y la reduce a mera representación, más en Italia que en otros lugares.

No dispongo de información que indique si hay alguna relación entre la influencia de la mafia en la vida parlamentaria y la inestabilidad de la política italiana, pero, en todo caso, la foto de un senador italiano, un tal Barbato, con el cabello cano que indica que se acerca a la edad provecta, democristiano por mas señas, sujetado por tres colegas que le tapan la boca, no me cuadra con la definición teórica del senado, un lugar ocupado por personas de ciertas calidades, graves y respetables. Aunque, eso sí, confirma mi impresión de que la edad radicaliza a ciertas personas.

Al parecer, la bronca se debió a que otro senador, Cusumano, decidió votar a favor del gobierno, en contra de su propio partido y Barbato le llamó, con un estilo que a mi me divierte, “pedazo de mierda…puta…vendido, cornudo”. No está mal, para ser una persona provecta, sabia, de calidad, grave y respetable. Si hubiera sido un radical, ¿Qué le habría dicho? Joder, con los viejos.

Como resultado de la votación que suscitó la bronca, Prodi, el primer ministro italiano ha dimitido. Lo que nos quedamos sin saber es si alguno de los senadores que intervinieron en la bronca, seguía instrucciones de la mafia siciliana. Quien lo sabe?

Lohengrin. 25-01-08.

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