martes, 29 de enero de 2008

EXPIACIÓN

Hay un ejército de nombres de actores míticos bajo las lápidas de la memoria de quienes ya hemos rebasado la mitad de la vida, que estuvieron presentes en las pantallas de las salas que frecuentábamos casi a diario en las largas tardes de invierno de los años cincuenta. Tiene algo de mágico dejar que te envuelva la oscuridad y evadirte de la realidad para entrar en el mundo de las historias cinematográficas y viajar por esos mundos visuales inventados, acompañado de los personajes que encarnó toda una generación ahora desaparecida de la memoria viva de los espectadores.

No son solo los actores de aquellas historias épicas, dramáticas, o simplemente divertidas, los que han desaparecido, con ellos lo hacen, a velocidad creciente, los espectadores de las salas de exhibición. Ayer estuve en el cine. Fui a ver Expiación, y en la sala solo había cuatro personas.

Y a pesar de eso, se ve mas cine que nunca, solo que en otros formatos. La tecnología ha sustituido a la magia y lo mas frecuente ahora es ver cine en la pantalla del ordenador o el televisor domésticos. Los espectadores viejos, todavía preferimos la magia de la sala a la tecnología del disco, pero cuando desaparezca esa generación declinante, las sesiones de los días laborables desaparecerán con ella y el cine, tal como aún lo conocemos, quedará reducido a un espectáculo de fin de semana, o de parque temático.

La aceleración de los hechos tecnológicos es un factor objetivo, y no hay que verlo como algo negativo, por mucho que se oponga a nuestra memoria sentimental. Más importante que el soporte es, me parece a mí, el contenido de la obra cinematográfica.

En ese sentido, la tecnología del cable nos ha acercado un número de películas que supera con creces las que veíamos en las salas en la época del celuloide, cuando su proyección en la pantalla grande era el modo mas generalizado de disfrutarlas.

Otra cosa es la calidad de esas películas. El cine es una mezcla extraña de objeto de consumo y, en ocasiones, obra de arte, pero tanto en uno como en otro caso, lo que prevalece es su naturaleza efímera. A pesar de las listas de las mejores películas, y la labor conservacionista de las filmotecas, es imposible mantener vivos los nombres del numerosísimo ejército de actores que ha alimentado los sueños precarios de aquellos espectadores de tan dilatada trayectoria cinéfila en las tardes de invierno.

Es algo patético descubrir que un espacio extenso de tu memoria está poblado por cadáveres cinematográficos que configuran un enorme cementerio de nombres que las nuevas generaciones ya no frecuentan. De pronto, un día, visitas ese memorial de actores muertos y ya no reconoces sus nombres, y la sensación de que una parte de ti mismo está inhumada con ellos se revela con una inquietud creciente.

Hay unas baldosas, en Sounset Boulevard, creo, que tratan de luchar contra lo efímero de la profesión de actor, dando permanencia física a esos nombres, pero habría que añadir el testimonio agradecido de los espectadores, por las gratas horas que nos hicieron pasar, aunque seguramente, los que aún están vivos pero malviven fuera de la profesión, preferirían un contrato para seguir trabajando, en lugar de un homenaje con aroma póstumo.

Ayer, en Expiación, apareció uno de esos monstruos actorales que han sobrevivido a todas las vicisitudes y mutaciones del negocio cinematográfico, Vanesa Redgrave, un pedazo de actriz, como casi todos los actores ingleses, formados en el teatro clásico.

No voy a contar el argumento, para no desvelar el giro narrativo que toma la película, muy literaria, hacia el final. Me gustaron especialmente las escenas de la retirada inglesa de Dunquerke en 1.940. El diálogo entre el protagonista y su compañero, ambos soldados en retirada, es para recordarlo, Esto es una mierda, es un reparto territorial, Hitler quiere Francia y Bélgica, quiere Polonia?, que se las den, nosotros nos quedamos con India y lo demás, y que se vayan todos a tomar por el culo. La escena en el hospital de campaña, cuando la enfermera le afloja el vendaje a un herido y se ven sus sesos al aire, es de lo más crudo que he visto. Y, en pocas películas he visto usar un lenguaje tan directo, como en la nota que le escribe uno a otra de los protagonistas, al principio de la historia, Sueño con tu coño, tu dulce y húmedo coño.

Una película sólida, basada en una consistente narración literaria, que el director Joe Wright se empeña –cada vez está mas de moda hacerlo—en complicar con un recurso excesivo al flash back bastante efectista e innecesario,--salvo cuando aparece Vanesa Redgrave-- que nos podía haber ahorrado.

La belleza de Keira Knightley, cuyo nombre he tenido que leer en el periódico para repetirlo, y que me declaro incapaz de recordar, gratifica, por si misma, el visionado de la película, al menos para los espectadores/as amantes del atractivo de las mujeres, sin menospreciar a James McAvoy. Ganadora de dos Globos de Oro y con 7 nominaciones a los Oscar, esta película ha recaudado mas de 2 millones de euros, ocupa el cuarto puesto entre las mas taquilleras, y ha recibido mas de cien mil espectadores en fin de semana (El País 25-1-08)

No se la pierdan.

Lohengrin. 29-01-08

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