martes, 8 de abril de 2008

EL JARDÍN DE HELIÓPOLIS

“Había concluido el tercero de sus libros, todos ellos inéditos, y pensó que había llegado el momento de terminar su incursión de escritor secreto con una cuarta entrega, porque intuía que el tiempo no le daría para mas.

Le pareció oportuno situar el arranque del libro en un jardín del lugar literario que había asomado tímidamente en su trabajo anterior y esa idea le dio el título que debía ponerle, El jardín de Heliópolis.

Pasó varios días proyectando ese jardín por el que deberían desfilar algunos fantasmas. Pensaba dotarlo de dos puertas, una de entrada, otra de salida, y de un laberinto en su interior. Dudó entre situarlo junto a una casa solariega o dejarlo aíslado como una mancha verde en medio del páramo. Hizo varios dibujos para aclararse las ideas y consultó a algunos botánicos para documentarse acerca de las especies que deberían habitarlo. Al final, eligió el boceto que lo situaba junto a la casa y decidió que sus habitantes vegetales serían, además del laberinto, los especímenes que aparecían, dispersos, en sus libros anteriores, con independencia de la compatibilidad que tuvieran, o no, desde el punto de vista de los especialistas.

Le ocupó unos días mas rescatar, de las páginas ya escritas, las referencias vegetales que necesitaba para componer un listado exhaustivo de esos elementos del paisaje. Finalmente, cuando ese jardín inventado tomó forma en el papel, ensayó el arranque del libro, que no era otro que el relato pormenorizado de los preliminares que habían conducido a su creación, y la recreación de sus sensaciones cuando habitó, por vez primera, ese lugar mítico.


Al hacer el listado de las especies vegetales, se encontró con la presencia de aves y decidió incluir una pajarera, así como algún otro elemento no previsto. La relativa variedad de elementos encontrados, le obligaba a un esfuerzo de clasificación. Pensaba en árboles frutales, de hoja caduca o perenne, plantas florales y de fruto, hierbas aromáticas. Pero, que hacer con el árbol de palabras, los hombres planta, los vegetales alienígenas, el moho, incluso el manglar?. Por otra parte, odiaba, por culpa de Agatha Christie, la palabra arriate. Esto, en cuanto a lo vegetal.


Y los pájaros? ¿Como conciliar las aves marinas con el actor volador, los pájaros cantores, las aves rapaces; los lujuriosos palomos y tórtolas con las delicadas mariposas Monarca, o con las arañas trapecistas?. El autómata alado no era problema, se movería mecánicamente en el cono superior de la pajarera, sin molestar a nadie. Se le podía hacer intervenir cuando fuera oportuno con su voz pregrabada.


Contando con la fuente de los esqueletos de lémur, son mas de medio centenar los elementos disponibles para montar el jardín, sin contar el laberinto. Pensó ubicar allí, en el laberinto, a los hombres planta, el árbol de palabras, los vegetales alienígenas, el actor volador y la fuente. Eso simplificaría bastante los demás ambientes, que se podrían ordenar de un modo relativamente armónico. Concluyó que debería hablar con algún paisajista, de todos modos.


El paisajista le dijo que, para ubicar el laberinto, habría que duplicar la superficie prevista para la instalación del jardín y le propuso la réplica de uno que existió en los jardines de Versalles, del que se conservaban los planos. Le recomendó, además, que, teniendo constancia histórica de que aquellos lugares laberínticos habían ofrecido escondites impenetrables para la práctica de la lujuria a las cortesanas de París y sus acompañantes, dedicara uno de ellos, que señaló en el plano, para residencia permanente de palomos y tórtolas, con el fin de que no marearan el gallinero con su lubricidad extrema.


Lo del aumento de superficie no le preocupó, pues al tratarse de un jardín imaginario, no había adquisiciones de por medio, solo una representación gráfica a mayor escala, que permitiera integrar todos los elementos. La ubicación de los palomos le pareció una buena idea. No sabía que hacer con ellos.


La fuente con menudos esqueletos de Lémur podía ser un problema. El lémur pertenece al género de primates prosimios, a la familia de los lemúridos, pero se le atribuye a la vez ser alma de los muertos, espectro nocturno, fantasma, sombra, duende..


¿Que eran, para Cortázar, esos menudos esqueletos de lémur, entre los que bate su tiempo el corazón del agua..? ¿Eran espectros, duendes, simples despojos animales? ¿Invocaban su memoria literaria mas antigua? Imposible saberlo. Optó por disponer un rótulo que dijera, fuente de los

esqueletos de lémur, y renunció a darle otro significado que no fuera el homenaje a ese autor.


El paisajista le desaconsejó incluir los cultivos de maíz, cereal y algodón, y a el le pareció bien excluir esos elementos propios de la narrativa americana. El aumento de superficie libre que suponía esa exclusión, permitía incluir algún elemento externo, real, ajeno a las páginas ya escritas. Se dio una vuelta por Heliópolis y decidió incluir en su jardin virtual un magnífico magnolio centenario que vio en un paseo ajardinado, con una copa enorme, muy intrincada, pero accesible. Pensó que allí podía encaramarse el barón rampante de Italo Calvino y permanecer allí todo el tiempo que durara el libro, observando, escéptico, las pequeñas miserias de los habitantes del jardín, sin mezclarse con ellas.


Revisó el espacio disponible. Aún le quedaba sitio para el rincón zen. Podría disponer una alberca circular en cuyo centro flotarían, plácidas, aquellas plantas acuáticas que había visto en algún libro de su infancia, capaces de soportar el peso de un niño sin hundirse.


Cuando terminé de imprimir las cinco primeras páginas del libro objeto de este relato, sonó el teléfono. Era mi editor.


-Marc, ¿como estás?


-Bien y tu, Ariel, ¿Cómo me llamas a estas horas, pasa algo?


-Bueno....verás.....he decidido prescindir de tus servicios...


-¿Me despides.....si acabamos de iniciar el proyecto..?


--¿Para que se necesita un narrador? ... la tercera persona es una pendejada....¿no?


--Bueno....permite cierto distanciamiento, y.....


--Mira, con lo que me ahorro quitando el narrador, puedo irme a un crucero por el Mar Negro..


--No se que decir.....


--No digas nada, piensa que la primera persona es mas directa, permite mayor dinamismo y, en consecuencia, menor tiempo y, según creo, el tiempo es ahora para ti mas importante que el dinero, no?


--Está bien. Lo haremos como tu dices. No hay problema.


Al día siguiente fui al estudio de diseño. Quería hacer una prueba con el photoshop, ensayar la distribución final, hacer una prueba de color, elaborar, en fin, una carta de navegación lo bastante exacta, que me permitiera iniciar el viaje que mi imaginación me exigía, imperiosamente, sin perderme en el laberinto.”


(Fragmento de El Jardin de Heliópolis. 2004.. Versión revisada 2.008.)


Lohengrin. 8-04-08.


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