martes, 22 de abril de 2008

NANA LUNAR

“Duerme Luna, duerme. A las tres de la tarde, en la habitación oscura de la tierra, la luna duerme. Anoche la vi despierta, en su plenitud brillante y redonda, como un faro para navegantes que ilumina, en su vigilia, la singladura de los barcos silentes. Soy un poco lunar, –no me gusta la palabra lunático, tiene otras connotaciones-- como otros que ahora han descubierto, o recordado, que vendimiar por la noche esas pequeñas lunas verdes arracimadas en las vides, evita la oxidación excesiva del fruto y ayuda a obtener unos vinos mas equilibrados.


El champán es una bebida lunar, nocturna, pese a que los desinformados la consumen de día. La noche y París son, aunque sea un tópico, el entorno ideal para acercarse a la delicia burbujeante del champán. Cualquiera, en la noche, puede inventarse su propio Paris en una habitación, aunque no sea en un chateaux. Basta una ligera penumbra en cualquier lugar privado del mundo, un cubo con hielo y dos copas flauta, para ritualizar el descorche sonoro de la botella, que precede y anuncia todos los placeres dionisíacos que la imaginación evoca.


Pero no ha sido esa evocación la que me ha inspirado este canto lunar, sino la inocencia de un niño de poco mas de dos años, asomado al balcón del mediodia, diciendo, algo perplejo...-La lluna no está....está dormint... y su reconocimiento infantil de esa ausencia, tan elocuente, porque los adultos, normalmente, cuando miramos la realidad, no solemos percatarnos de lo que falta.


Duerme Luna, duerme. La luz lacerante del mediodía me duele en mis ojos lunares, pero de no haber sido por la perspicacia infantil no me habría dado cuenta de que la luna duerme en la habitación oscura de la tierra. Anoche, cuando la luna estaba en su plenitud, un vello espeso y oscuro recubrió mi cuerpo, mis caninos crecieron, mis músculos se tensaron y pude ver mi sombra en la pared, una figura encogida como un resorte, dispuesta a saltar por la ventana, a colgarse de las ramas de los árboles del patio del viejo cuartel abandonado, a lanzar un alarido arcaico, una respuesta animal, proteica, al influjo lunar.


Esta mañana he despertado con algunos arañazos. Suelo rascarme en sueños. Tengo las uñas duras y la piel frágil. Es normal, he pensado, mientras me afeitaba delante del espejo. Pero para los puñados de vello corporal que han quedado en el suelo, bajo la ventana, la verdad, no encuentro explicación.


Cada vez me interesa menos la vida diurna. No le encuentro atractivo, misterio. Además, de día, me siento débil. No soy consciente de mi potencia corporal. Siempre fui noctámbulo. Siempre pensé que las cosas medianamente interesantes, suceden de noche. Que si has de conocer a alguien que valga la pena, ha de ser en ese escenario oscuro de la nocturnidad, nunca bajo la luz lacerante diúrna. Esa preferencia sostenida en el tiempo me ha vuelto fotófobo y procuro no salir a la calle de día y si me veo obligado a hacerlo, me protejo con unas gafas negras, envolventes, como esas que llevaba Ray C harles.


Duerme Luna, duerme. A las tres de la tarde, en la habitación oscura de la tierra, la luna duerme.

-La lluna no está.....está dormint, dice mi nieto. Evoco la ternura de su infantil cuerpecito en la cuna, anoche, cuando salió la luna, y recuerdo con orgullo el vello que ya comienza a cubrir su rostro. Ha salido al abuelo.”


Lohengrin. 21-04-08.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios