Tuve la misma sensación, --una especie de deja vu-- la noche del sábado, al recorrer el barrio de Ruzafa, en Heliópolis, con unos amigos, antes de cenar en el Dios te salve, una taberna andaluza de Pedro III, de lo mas recomendable.
Suelo frecuentar ese barrio, aunque solo practico el noctambulismo por allí de tanto en tanto. Esta vez hacía meses que no lo pisaba, y me ha sorprendido el gran número de locales nuevos de ocio que han abierto, en tan poco tiempo. Desde los restaurantes mas étnicos de la calle de Cuba, hasta los locales de todo tipo, restauración, copas, bares musicales, especialistas en mojito cubano, antros de jazz, arrocerías, tabernas, que se extienden por las calles de Cádiz, Literato Azorín, Centelles, Sueca, Carlos Cervera, Tomasos, Sevilla y, saliendo de ese conglomerado, llegan hasta Pedro III.
En todas esas calles, y algunas más, he podido constatar la apertura de nuevos locales, de modo que la oferta actual de ocio de esos lugares ha superado la tímida fase inicial y consolida el barrio como una de las mejores opciones de disfrute nocturno. No en vano el Hotel Petit Palace, un lujoso hotel de encanto se ha instalado allí, y he oído rumores de que los dueños de Maxim´s solo esperan el desarrollo urbanístico de la zona para estar presentes en el barrio con su restaurante.
Galerías de Arte, espacios de diseño y comercios exclusivos asoman en menor número entre la mayoritaria vocación hostelera de los negocios del barrio. Nosotros, el sábado, tomamos primero una cerveza sentados alrededor de un tonel en El Rebujito, cuyo rabo de toro es tan bueno como el que preparan los especialistas en Córdoba. Después, paseando, fuimos a parar a la Taberna Dios te salve, ya citada.
Nos preparamos la boca con un enjuage de tinto de la Ribera del Duero, -catorce euros- seguimos con unas tortitas de camarón, riquísimas, unas excelentes croquetas de jamón y queso, calamares clásicos, perfectos, una bandeja de verduras asadas, las puntillas, todo puesto en el centro, para picotear, y al final, la cuenta no superó los doce euros por persona. Me pareció muy razonable, sobre todo teniendo en cuenta que en un reciente viaje por la costa me habian soplado seis euros por dos cafés.
Antes de irnos, miré a las mesas vecinas, y pude observar el dominio de la técnica de la fritura, algo sencillo en apariencia, pero que aquí alcanza la perfección andaluza. Una bandeja contenía la guarnición de una brocheta, unas simples patatas fritas con pimientos de Padrón. Su color, su textura y la ausencia de aceite daban cuenta de esa perfección.
Luego fuimos a la Taberna Cubana, en la calle de Cádiz. Como su nombre indica, estaba llena de cubanos, y los mojitos que nos pusieron nos parecieron muy auténticos, a cuatro pavos.
Entre una y otra cosa, nos dió la una callejeando por el barrio y, recordando mi impresión la primera vez que estuve en Pigalle, reconocí que el paisaje urbano del barrio de Ruzafa es uno de día, y otro completamente distinto, de noche. Tuve una sensación de deja vu.
De nada.
Lohengrin. 8-04-08.
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