domingo, 27 de abril de 2008

LA PLAYA

"La mar, la mar, ..siempre recomenzada..” (Valéry) “Y las muchachas verdes, amarillas, azules..en sus breves ropajes que las visten/desnudan, con sus lomos tostados al sol de la tarde... papeles de compresas, envoltorios de helados.....al rico bombón helado....y residuos humanos, de los que el mar se purga, cada lunes.”


La luz de levante reverbera sobre la superficie calma del mar, te duelen los ojos si miras ese horizonte que devuelve una luminosidad tan intensa como la que debieron percibir los antiguos navegantes imperiales que buscaron en estas costas la localización adecuada para sus factorías de salazón, hasta encontrarla en Dénia, desde donde zarpaban las embarcaciones de vela, con sus bodegas cargadas de tinajas que contenían el pescado salado, adobado con hierbas aromáticas, con destino al puerto de Ostia, a las subastas de pescado y a las mesas de los patricios romanos.


El tiempo transcurrido desde entonces, hasta esta mañana de sábado, es, en términos geológicos, apenas un suspiro, aunque la barrera de bolsas de plástico que se extiende a doscientos metros de la costa, marca la diferencia. Por lo demás, es el mismo sol, el mismo mar, la misma playa.


Parménides decía que nada cambia, todo permanece, mientras que Heráclito defendía lo contrario, todo es dinámico, nada es igual, por el efecto del tiempo. Con un sentido ecléctico, podríamos concluir que unas cosas cambian y otras no. El sentimiento de alguien que mira absorto el mar, desde la arena, hoy, tal vez sea muy semejante al de alguno de aquellos navegantes de hace dos mil años, tendido en la playa mirando al mar mientras concluye la carga de su barco, pero la composición química de ese, en apariencia, mismo mar, tal vez sea, ahora, radicalmente distinta.


El eterno dilema entre permanencia y cambio, se hace mas presente en este paisaje marinero, tan permanente y tan cambiante a la vez. El mar cambia, con cada racha de viento, dependiendo de su origen, de su velocidad. Si es de poniente, el mar se convierte en un lienzo plano de apariencia pacífica, pero capaz de arrastrarte lejos de la costa sin posiblidad de retorno. Si sopla de levante, la sensación que percibes en el rostro acariciado por ese viento salino es una inyección de vida, una experiencia sensorial incomparable


Sobre la arena, los cuerpos jóvenes de las mujeres exponen al sol sus pechos desnudos como alegorías republicanas o pinturas neoclásicas, en posturas negligentes de abandono que buscan la recuperación de la fatiga nocturna inducida por el placer, mientras en el cercano espigón los pescadores concentran toda su atención en la emoción de la caza que, contrariamente a lo que se supone, no está ligada a su práctica con armas de fuego, sino al duelo dialéctico entre cazador y presa, con cualquier arma o aparejo, sea un fusil de precisión, un arco, una cerbatana, una caña de pescar, una red, o un argumentario preliminar ensayado en la penumbra de un bar, para escoger el flanco mas débil de la pieza.


El aire salino envuelve con su potencia aromática ese escenario de luz cegadora captado por nuestros pintores mas universales y, aunque ya no hay bueyes arrastrando las barcas que vuelven con su cosecha, ni los niños en la playa –eso si es un progreso-- muestran el perfil escrofuloso de la miseria, es el mismo aire que respiró Joaquin Sorolla cuando empastaba sus óleos con el pincel de la luz, mientras pensaba en como ganar mas cuartos retratando a la gente guapa de su época, que es la actividad pictórica que le hizo rico, mas allá del costumbrismo que se muestra en las exposiciones que se le dedican.


El sol del mediodía nos echa con su potencia abrasadora del espejo calorífero en que se convierte a esa hora la arena de la playa de Pinedo. Antes de abandonarla, damos un paseo por el nuevo camino peatonal, de apariencia serpenteante, pavimentado con hormigón coloreado con un pigmento de color terroso, junto a las dunas regeneradas donde la vegetación rastrera ha arraigado fijándolas al suelo, aunque las dunas primitivas en la playa de El Saler no eran así, eran dunas móviles que se movían y desplazaban construyendo un paisaje diferente cada vez que cambiaba el viento, este paseo es una mejora indudable que ha sustituido un paisaje degradado, por un espacio para el disfrute de los ciudadanos que gustan disfrutar de sus playas en cualquier época del año, a pie o en bicicleta, vestidos, o desnudos.


En fin. La playa.


Lohengrin. 27-04-08.

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