viernes, 21 de junio de 2013

UN JUEZ A MEDIDA

Observas la convicción con la que el Sr. Blesa, al salir de la cárcel de Soto del Real, dice a los periodistas que quiere un juez imparcial, añadiendo además que el crédito concedido por su decisión a Diaz Ferrán cuando ya sus empresas estaban en quiebra y que la operación de compra del banco en Florida, incluido su sobrante de unos cien millones no constituyen delito alguno y te pones a pensar que, a lo peor, tiene razón, en alguna cosa, como diría Rajoy, el sepulturero.

Luego lees la columna de Matías Vallés en la 29 de 'Levante' de hoy, 'El Juez Castro y los canallas' y percibes que en la judicatura hay una batalla latente entre jueces que no tienen amigos y otros que si los tienen.

En consecuencia, entiendes la reivindicación de Blesa de un juez imparcial en su verdadero sentido. Quiere un juez, al menos, amigo de sus amigos, que le garantice impunidad. No está dispuesto a someterse a la jurisdicción de cualquier otro juez.

Mientras Blesa estaba en prisión, donde dice que ha aprendido algo, eso está bien, sus amigos, a los que Vallés califica de canallas, aunque el se refiere al proceso de la Infanta, se han empleado a fondo para desprestigiar al juez de Blesa, que, al parecer, nos cuentan que se las ha arreglado para desprestigiarse el solo ante sus colegas, aunque parece que ese cuento que nos cuentan está interesadamente manipulado, con la clara intención de buscar otra jurisdicción mas favorable para el 'ofendido', pues una ofensa parece que en el clima de impunidad en el que viven los poderosos de este país un juez dicte prisión preventiva cuando ve indicios de delito.

Pero, a lo peor, Blesa tiene razón en una cosa, es mas que probable que los códigos de la justicia de este país, pensados para permitir que el delito de cuello blanco se salga de rositas de las responsabilidades penales, no permitan aplicar la ejemplaridad que algunos jueces tratan de introducir en sus autos.

(...)
Si esto fuera así, pronto veremos a Blesa exento de responsabilidades penales, si es que la letra de la ley así lo permite, pero con independencia del tratamiento jurídico de esas dos operaciones que se investigan, lo que la Constitución no permite es que andemos recusando y poniendo jueces a gusto de los juzgados, como se pretende ahora, vulnerando los principios constitucionales.

Sabemos que la ley escrita lo está para todos, también que en su aplicación hay diferencias esenciales, pues no todos los juzgados tienen acceso a la mejor defensa, y ahora, con las reformas de Gallardón, las tasas judiciales tampoco están al alcance de todos, pero de ahí a poner y quitar jueces, sea en la justicia ordinaria, o en el Tribunal Constitucional, al antojo de políticos y amigos, es una burla a la justicia que merecería la presencia de dos millones de ciudadanos en la calle para protestar por ese escándalo.

El Sr. Blesa tal vez tenga razón en que la calificación de los presuntos asuntos que se le imputan, con nuestros actuales textos legales en la mano, pueden no ser constitutivos de delito penal, puesto que para eso se han redactado esos textos, pero en modo alguno puede reclamar un juez distinto desde al ámbito de impunidad que habita, y menos aún calificarlo de imparcial, cuando de lo que se trata es de que quiere un juez amigo, conchavado, o cómplice de sus presuntas fechorías.

En cuanto a los canallas que cita Vallés, seguramente han estado trabajando con ahínco desde que Blesa volvió al trullo para conseguir su impunidad. ¿Quienes son?. Los mismos que indultan a banqueros delincuentes. Colaboran con entusiasmo algunos periodistas.

Esa canalla, siempre según Vallés, respalda absolutamente a sus buenos amigos, desde que el Tribunal Supremo le entregó el poder, al condenar a Garzón. 

Ahora, después de estas consideraciones, se entiende mejor la actitud de Blesa, su firmeza, su convicción. Sabe que habita un ámbito de impunidad. 

En fin. Un Juez a medida. 

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 21-06-13.

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