He revisado la última entrada del Blog, País, y me ha dado un poco de repelús. Es cierto que aquí, cuando detectamos ciertas insuficiencias culturales, en lugar de invertir más en ciencia y educación, nos lanzamos a una campaña de promoción en la tele de la Marca España, justo antes de que nos echen a patadas del Mundial, como a Brasil,
pero como no quisiera parecerme demasiado a Larra, que se pegó un tiro, o a los noventayochistas, que dedicaron su vida
a lamentar la pérdida de Cuba y Filipinas, ayer me fui con mi mujer a la Filmoteca, a ver una película india.
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Una película dirigida por Satyajit Ray, ni puta idea, claro, proyectada en formato digital, que solo ocupaba media pantalla, eso sí, en versión original, subtitulada, con el agravante de que los diálogos aparecían fuera de la pantalla, en un estrecho formato que dificultaba su lectura.
No hubiera pasado nada si se hubiera tratado de una película mas de imágen que de diálogo, pero resultó ser lo contrario, porque en las imágenes no pasaba casi nada, todo se fiaba al relato escrito del guión, que trataba de reflejar el estado de ánimo, las razones, las debilidades y las necesidades de los personajes. Para eso, amigo Satyajit, podías haber escrito un libro.
La película, de 1965, forma parte de una historia en dos relatos, este, Kapurush, el cobarde, y Mahapurush, el santo.
Su duración, algo inferior a la de un metraje normal, no impidió que oyera a mi alrededor, cuando parecía que se acababa,
vaya rollo, etc.
A mi no me pareció tan mal. Solo que el artista, su director, estuvo mas preocupado en mostrar las debilidades y emociones de su personaje, que en construir un espectáculo de cine con ellas. Lo que los redactores del
programa de la Filmo llaman, una pequeña joya de complejidad chejoviana.
Total, que al tipo se le estropea el coche y se queda tirado en un pueblo casi incomunicado, le recoge un tio muy simpático y dicharachero, quien en un momento dado confiesa que el alcohol es lo único que le salva la vida.
Se lo lleva a su casa y allí el viajero varado descubre que la esposa del cultivador de té que lo acoge, es el amor de su vida.
Un amor por el que no tuvo pelotas para luchar, comprometíendose, cuando pudo hacerlo, y que ahora, cuando trata de recuperarlo, lo manda a hacer gárgaras, esta vez por pelotas de su pareja frustrada.
Total, una historia de cobardía. No vayan a pensar, si es que alguna vez ven esta pelicula, que lo dudo, que la historia la escriben los héroes, para nada. La historia fué, es y será siempre de los cobardes, simplemente porque somos más.
Al salir del cine, tuve la sensación de que salía de una cueva, por lo oscuro de la cinta y el formato de su proyección. Mi mujer dijo, vamos a Tapinería, hoy, a las ocho, hay actuaciones musicales por lo de la Fira.
Fuimos a Tapi, tomamos sendos cortados, que nos sentaron como un tiro, y alli no había nada.
Nos dirigíamos a la plaza de la Reina para tomar el autobús, cuando escuchamos la música. En los jardines próximos a la catedral había un escuadrón de gaiteros, todos con sus faldas escocesas, dándole a la gaita bajo las órdenes
de una machorra que dirigía el cotarro.
Encarna se acercó a verlos, yo permanecí en un banco de piedra, escuchando,
y en eso vi a uno de los organizadores, con una camiseta roja, que traía a la gente desde Tapinería.
Pero, esto no era en Tapinería...pregunté, ingénuo...Es que allí no caben, respondió..O sea, pensé yo, esto lo hacemos donde queremos, o donde podemos, no donde lo anunciamos. Pues, que bien.
Volví a casa relajado, pensando que la página País, no era tan descabalada.
En fin. La Peli india y Las Gaitas escocesas.
LOHENGRIN )CIBERLOHENGRIN) 9 07 14.
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