Ayer no fuimos al mar por la mañana, así que, por la tarde, nos fuimos al museo. Eran las cinco en punto de la tarde, por decirlo con aroma lorquiano, y el bus nos tuvo esperando un cuarto de hora, tal vez fueron veinte minutos, exagerando.
Bajamos frente a la plaza de toros, andamos un poco y tomamos el circular, después de otra espera de diez minutos.
Cuando por fin bajamos frente al museo, mas conocido como IVAM, en la fachada había colgada una gran banderola que anunciaba el XXV aniversario de la Entidad, lo que parecía indicar que dentro encontraríamos una gran colección de refritos, pero no fue del todo así.
En el interior del IVAM se percibía un vacío desolador de visitantes, algo así como una playa en invierno o una plaza
de toros cuando no hay función. Solo cuatro o cinco personas, entra ellas mi mujer y yo, para las enormes salas de exposición llenas de creaciones artísticas, algunos de los nombres mas famosos de la historia del arte contemporáneo.
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Visitadas las tres salas dedicadas a la exposición XXV aniversario, nos quedamos asombrados del enorme valor artístico e histórico de los contenidos, sin entender como no había una cola enorme rodeando el edificio, con empujones para ser los primeros en visitarlas.
Picasso, Duchamp, Warhol, Max Ernst, un impresionista francés de fama universal, aunque hay que decir que no con sus mejores obras, se alternan con Tapies, Miró, Man Ray, Renau y una extensa nómina de artistas que crearon su obra en los convulsos años treinta y de los que se exhibe el testimonio de su esfuerzo por expresar la ruptura con el arte tradicional, o bien, al contrario, usarlo como testimonio, por ejemplo, de los efectos de la Gran Depresión en el medio rural de Estados Unidos, junto al arte comprometido con el antifascismo, o los carteles que presentaban a la URSS como el paraíso socialista, antes de que se convirtiera en otro infierno.
O las obras del Equipo Realidad, Valdés y demás.
Veinticinco años de historia del arte contemporáneo, vista a través de los fondos del museo. No solo pintura. También escultura, incluso diminutas piezas de Picasso, que el catálogo ni siquiera nombra. Mínimos juegos seudo escultóricos que se muestran en su pequeñez, junto al gigantismo de otras esculturas de artistas menos célebres, de los que se exponen un par de figuras que pesan varias toneladas.
Luego está Saura, cuyos lienzos reconozco a 500 metros de distancia, junto a otros que te sorprenden cuando te acercas
a leer el nombre del artista, porque la pìeza expuesta no cuadra con el estilo mas divulgado del pintor.
Un auténtico placer visual, incluso auditivo, cuando te acercas a una pieza, activas el interruptor dispuesto en su soporte, y al efecto visual, se añade el sonoro.
Para dar una opinión fundada sobre los 25 años del museo, ya están los expertos.
Solo diré un par de cosas, que es indispensable reconocer dos etapas, aquella cuando estuvo Tomás Lloréns, que lanzó al museo como un cohete, desde la cota cero, hasta alcanzar la altura de las galaxias y ser reconocido como uno de los tres o cuatro museos de su clase
mas notables de todo el planeta, hasta la etapa declinante, presidida por una mujer vulgar, Consuelo Císcar, que trasladó su vulgaridad a la gestión del museo tal como la conocemos actualmente.
Los nuevos gestores que parece que se van a hacer cargo del museo, tienen un activo importante, los fondos que se acumularon precisamente en aquella etapa. Ahora bien, necesitan otra cosa, una demanda cultural informada que se haga presente de manera masiva en las salas del museo, para que cuando lo visitemos no parezca una playa en invierno, o una plaza de toros cuando no hay corrida.
Temo que esta segunda parte, la demanda, va a ser lo mas difícil.
En fin. XXV ANIVERSARI.
LOHENGRIN )CIBERLOHENGRIN) 11 07 14.
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