En mi pueblo, cuando el viento entra de Poniente, y al descender por el desnivel llamado El Portillo, la fricción eleva su temperatura y cuando llega a la franja costera convierte las calles de la ciudad en un auténtico infierno, sin un solo paseante por las aceras y con las terrazas de los bares vacías, a eso le llamamos Ponentá, no ola de calor, ni otras gilipolleces.
Ayer dediqué la entrada a una noche de calor, por lo que volver sobre el tema puede parecer redundante, pero ya les digo yo que no, la crónica de una noche calurosa, pero llena de gente que se divierte, nada tiene que ver con el
fenómeno de la ciudad desértica que he contemplado al bajar a por tabaco.
Todavía no entiendo como he conseguido volver sin derretirme por el camino, será porque mi composición es mas ósea, calcárea, que grasa o acuosa.
No conozco otra situación meteorológica que tenga la capacidad de parar la vida urbana hasta el extremo que lo hace
la Ponentá.
Claro, la vida sigue, pero en el interior de las viviendas con aire acondicionado, en los vestíbulos de los hoteles de cinco estrellas, en los spas y todo eso, incluso en la playa, aunque no estoy seguro pues, aunque he visto una emigración masiva hacia la playa esta mañana, todos cargados con sus toallas y sus bolsas, seguramente mas informados que yo de los pronósticos para el día de hoy, amigos, cuando sopla de poniente, no lo hace de levante, o sea.
Tengo la fortuna de habitar una vivienda con aire acondicionado, y la poca fortuna de que mi mujer no es partidaria de enchufarlo, sobre todo desde que el ministro de Industria sale a dar explicaciones sobre las tarifas eléctricas, así que ella se queda en la habitación que da al norte con el ventilador puesto y a mi me dice, enchufa el aire, si quieres, pero con ese tono tan sutil que emplean las mujeres, que da la vuelta a lo que dicen, si no lo enchufas, mejor.
Así que aquí me tienen, en mi gabinete, que también da al norte, pero sin ventilador, escribiendo gilipolleces, por culpa del Karma, lejos del otro extremo de la casa, con su aparato de aire acondicionado apagado porque, si no estoy allí, para que lo voy a conectar.
Intento hacer memoria de otros episodios de viento de poniente, que en estas latitudes son frecuentes todos los veranos, y no consigo recordar ninguno. Debe ser por algún mecanismo inconsciente que se encarga de borrar la memoria
de los episodios desagradables y conservar los agradables.
No les pasa que al rememorar algun viaje o experiencia lejana en el tiempo, solo recuerdan las cosas gratas que les sucedieron...
Para eso están los meteorólogos, entre otras cosas, para recordarnos con estadísticas precisas cuantos episodios de viento de poniente ocurren, cuando ocurren, y cual ha sido su capacidad de paralizar la vida urbana, en cada caso.
Mañana, cuando lea Levante en el Maravillas, lo miraré.
Dejo ya esta entrada que solo ha sido un truco para no notar el calor porque, cuando haces algo, lo han notado, eres
menos consciente del entorno. O sea.
En fin. Ponentá.
LOHENGRIN )CIBERLOHENGRIN) 21 07 14.
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