viernes, 19 de diciembre de 2014

GÉNERO NEGRO

He bajado al Maravillas, pero hoy he renunciado a leer la prensa, porque observo que los titulares captan mi atención hacia cuestiones que, en realidad, no me interesan y desvían mi interés de otros asuntos más creativos, por ejemplo el género negro.

Imagino cual habría sido mi carrera de escritor si, en lugar de perder el tiempo durante ocho años en el blog, me hubiera buscado una buena agente, Carmen Balcells, y me hubiera dedicado al género negro. Tal vez ahora mi seudónimo, Lohengrin, figuraría en tercer lugar, detrás de Dassiel Hammet y Vázquez Montalban. ¿Quien lo sabe?
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Mi interés por el género negro viene de lejos. Hubo un tiempo, antes de que el inefable Camps aceptara sus trajes como regalo, en que la gente se pagaba sus trajes. En el centro urbano de Heliópolis había muchos comercios dedicados a la pañería, donde los clientes acudían a por una o varias piezas de paño, generalmente negro, para confiarlas a su sastre, quien, con habilidad profesional, convertía ese género negro en un traje adaptado a la anatomía del cliente. 

Tuve un jefe jorobado, por lo demás muy majo que, gracias a su sastre triunfó en la vida pública sin que se le notara esa singularidad, incluso llegó a presidir uno de los entes públicos más importantes de por aquí. No todos quienes frecuentaban pañerías y sastres, eran ricos burgueses.

Mi padre, que fué estibador, también compraba su género negro en las pañerías, y tuvo un sastre en la calle Pelayo pues, cuando terminaba de la estiba y la desestiba, se vestía como los toreros cuando no toreaban y se iba a jugar al golfo al Mercantil, para sacarse un sobresueldo, lo que consiguió durante mucho tiempo.

Incluso, yo, a los veinte años, visité al sastre de mi padre para que me hiciera un traje oscuro. Con aquel traje, ligeramente trufado de una fibra clara, iba a recoger a mi mujer, entonces mi novia, a una empresa con una plantilla muy numerosa, mayoritariamente femenina y cuando salían las chicas me miraban con descaro, no porque yo tuviera mérito alguno, sino porque me parecía a mi padre, que era un buen mozo.

El negro es algo que da mucho juego, no solo en la pañerías, que se lo digan a los italianos nostálgicos de la figura del Duce que confió a ese color el aspecto exterior de su movimiento fascista. A menudo me pregunto si hay aquí algún color que simbolice los extremismos de la derecha. Si lo hubo, parece haber desaparecido.

Desafortundamente, a diferencia de lo que sucede en USA, donde la bandera es patrimonio de todos, aquí parecen habérsela apropiado quienes la llevan en la muñeca o en un pin, y luego resultan ser parte de una reyerta futbolera que acaba con muertos y heridos. 

Los enterados dicen que el negro no es un color, sino la ausencia de color. Me permito la licencia de afirmar que el negro es el color de la fiesta y la tragedia. Nota: preguntar al profe de teatro si esto viene de los mitos griegos.

Es probable que en los saraos pre navideños de mas alcurnia, predomine el negro, mientras entre los enfermos de hepatitis c, ahora ninguneados por el ministro de sanidad y las autonomías, algunos de ellos deban vestirse de negro para acudir al duelo de algún colega de la asociación que no habrá llegado a tiempo para la supervivencia. 

Conociendo el estilo del nuevo portavoz del PP, Hernando, es fácil predecir que su primera declaración del año próximo será: 'Ahora se acuerdan de su hígado, cuando saben que hay un medicamento carísimo para sanarlo...'. Hay precedentes, sí.

El género negro, es una aspiración de todo novelista frustrado, como yo, que llevo ocho años escribiendo tonterías en el blog, pudiendo haber firmado, al menos, algún guión de Torrente.

En fin. Género Negro. 

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 19 12 14.

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