jueves, 18 de diciembre de 2014

LA CARTA

He bajado al Maravillas y en las páginas de opinión de Levante he leído una columna de Pérez Collado, un militante anarco sindicalista que fué secretario de CGT, a quien dediqué un homenaje en el blog por su coherencia y dedicación a la defensa de los trabajadores de Ford durante décadas, en la incómoda compañía de los claudicantes sindicatos mayoritarios.

Antonio se refiere en su columna a la Ley Mordaza, así llamada por los que se han opuesto a ella, sin éxito, Ley de Seguridad Ciudadana, para los que la han impuesto desde su mayoría absoluta, una mayoría que es el reflejo de la estupidez de la mayor parte de los electores, pero como diría el Ministro del Interior, y en esto tiene razón, estamos en un Estado de Derecho y, aunque ahora refleje, mayoritariamente, la opinión de los imbéciles, pues es lo que hay, porque los que se las dan de listos no han sabido evitar el predominio de los tontos.

El columnista al que me refiero desnuda en su texto los incontables eufemismos con que los ministros se dirigen al pueblo imbécil, y los sustituye por palabras duras y claras que tienen el tono trágico de la realidad que envuelve a las capas más frágiles de la población. Aunque hay que decir que no todos los ministros se dedican a esa comunicación falsa y mentirosa.

 De algunos no conocemos ni su nombre, es el caso de la ministra de agricultura, que sustituyó a Cañete, el del trinque de las subvenciones al lino, que está en Bruselas trincando de nuevo. Esta mujer, es tan discreta, que no nos suena su nombre ni recordamos su imágen.

Pero yo he salido  del Maravillas con la intención de dedicar la entrada de hoy a una enigmática carta recibida en mi buzón.
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Antes de ponerme a ello, me permitiré hacer una reflexión sobre una decisión equivocada que tomé ayer. La disyuntiva fué comer en casa con mi familia, con mis hijos, los miércoles los dedicamos a ese encuentro familiar, o asistir a la comida anual con mis compañeros del Aula de Comunicación. 

Opté por esto último, y ahora veo que estuve equivocado pues, la profesora, a quien se daba ese homenaje, llegó tres cuartos de hora tarde, cuando la mitad de los asistentes profería palabras de cabreo, impropias, me pareció, del respeto y agradecimiento que se debe a quien se esfuerza en que aprendas algo, sobre todo porque su retraso fué justificado por teléfono, por razones de su dedicación docente. 

Cuando por fin se sirvió la comida, resultó una cosa cutre, pues los camareros no dejaron ni una mala botella de bebida, ni vino, ni agua, en la mesa, con lo que aquello pareció, en  lugar de un ágape pre navideño, una excursión por el desierto. 

Tuve la idea de pedir un bacalao con pisto. El cocinero, en lugar de servir el bacalao, muy bien hecho con tempura, a un lado del plato, con un montoncito de pisto al lado, enterró el bacalao bajo una montaña de pisto, cargándose así su textura y obligando al comensal a un trabajo de exploración minera para poder encontrarlo entre la masa de pisto. 

El postre no fue mejor, un helado de turrón, cortado con la delgadez de un filete de ternera. Total, todos nos equivocamos, la profesora al fijar una hora para la comida con la que no pudo cumplir, la compañera que eligió el lugar para la comida, también, yo, al pedir el bacalao con pisto, pero también al renunciar a la comida familiar en favor de la de mis compañeros de aula. 

Estos errores en cadena muestran que no son solo los electores los que se equivocan al dar mayoría absoluta a la derecha de este país. Cumplido este desahogo, voy con lo de la enigmática carta. 

Ayer por la mañana, cuando volví del Maravillas, encontré en el buzón una carta de un despacho de abogados de Madrid con mi dirección. El breve texto, dice así, 'Muy Sr. nuestro: En relación a un asunto de su interés, le agradecería se pusiera en contacto con nosotros a la mayor brevedad posible'. Un texto muy lacónico, no?. El problema es que yo no me llamo Vicente, aunque los demás datos de la misiva son exactos. Naturalmente, puesto qoe no soy el tal Vicente, he obviado ese contacto, pero como la carta llevaba el sello de urgente, me pregunto si me he perdido algo.

Le doy vueltas al asunto, ¿Es una carta nigeriana, de esas que buscan estafar al destinatario?, ¿Los remitentes creen, por el error en el nombre, que soy un preferentista y van a ofrecerme, si les llamo, recuperar mis pérdidas?. 

¿No tendrá algo que ver esta misteriosa carta con la columna de Antonio sobre la puesta en vigor de la Ley de Seguridad Ciudadana? ¿Habrá leído el Ministro del Interior, por medio de los muchos lectores que tiene dedicados a conocer lo que se escribe en la Red, las diatribas que dedico a su gobierno, y a el mismo, y la misiva de los abogados obedece a que conocen, por sus contactos, mi probable imputación por desacato a la autoridad, mas o menos autoritaria, y me van a ofrecer sus servicios? No sé. Un poco paranoide, es esta última hipótesis, no? 

El problema con los ministros del Interior, los sucesivos que han sido, es que nosotros vivimos aquí, justo en el interior, y estamos a expensas de sus conductas impropias o abusivas, que han venido demostrando en sucesivos gobiernos, de distinto signo. 

De la larga lista de ministros que han ocupado el cargo, hay algunos que me parecen de mención obligada. Comenzaré por Corcuera, ese señor con aspecto de gañán pueblerino, que fue sindicalista, y cuando ejerció el cargo tuvo la brillante idea de regalar joyas a las esposas de los cargos de su equipo, para aliviar el estrés que sufrían por la actividad de sus maridos.

José Barrionuevo fue, tal vez, el mas sacrificado de la lista, pues cargó el solo con las culpas de la guerra sucia, para librar a su jefe. 

El mas perverso fue sin duda Angel Aceves, cuando, en la desgraciada tragedia de Atocha, lanzó a la ciudadanía el grito de !Ha sido ETA!, cuando sabía perfectamente que era un atentado islámico. 

Tal vez el mas caballeroso fue Asunción, que no dudó en dimitir inmediatamente, ante el escándalo que salpicó a su ministerio. Ya ven, solo cuatro nombres elegidos al azar, dan la medida de la política de interior seguida en este país.

Ahora dirige ese Ministerio Fernández Díaz, un catalán de ascendencia ideológica nacional católica y, ante la presión de la inmigración, en lugar de forzar la colaboración directa y efectiva de Bruselas en un problema que es, antes que nacional, comunitario, permite e incentiva el maltrato de los inmigrantes, no aplica las convenciones internacionales, se alía con Marruecos, un país prácticamente totalitario y, no contento con eso, se inventa una solución a la crisis económica, tan vieja como el Imperio Romano, garrotazo y tente tieso, al que proteste contra la crisis, o sus consecuencias, como ha aprendido a decir recientemente Rajoy. Ante las protestas, recorte de libertades públicas, pues, que bien.

De todo esto, hay algo esperanzador, así como yo he aprendido, a través del error, a no volver a asistir a la comida anual con los colegas del Aula de Comunicación, hay que suponer que el electorado imbécil, a la vista de la realidad que cita Antonio, no de los eufemismos que prodiga el gobierno actual, se alejará de la tentación de volver a votar a la derecha española, durante unos veinte años, digamos, el tiempo que estiman necesario algunos analistas para devolver al Estado las funciones y los medios que tenía antes de la involución neoconservadora. Una exageración?, No sé.

LA CARTA .

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 18 12 14.

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