domingo, 16 de julio de 2017

EMT

"Empezaré por aclarar, en atención a los usuarios que visitan el blog desde Suecia, China y otra docena de países, gracias a la magia (a veces negra) de Internet, el significado de las siglas EMT. EMPRESA MUNICIPAL DE TRANSPORTE (público, se entiende).

Para los usuarios de aquí, que conocen ese modelo empresarial que funciona en varias ciudades españolas, aunque por lo visto, no en todas con la misma eficacia, añadiré que esa empresa, la de aquí, es continuadora de una anterior, SALTUV, Sociedad Anónima Laboral (un modelo empresarial desaparecido) de Transportes Urbanos de Valencia, gracias a cuya Fundación FULTUV, tuve el privilegio de participar en la Universidad de La Coruña un par de veranos en las jornadas de Economía Social que se celebraron allí hace ni se sabe. Es lo que pasa cuando alcanzas la década de los setenta, de todo hace ya cuarenta años.

Lo cierto es que me parece oportuno dedicar una página a la EMT de València porque anoche pude comprobar en primera persona como funcionan sus servicios en situaciones especiales, una excusa para hacer una mini crónica primero de nuestra asistencia al espectáculo piro musical que se celebró ayer en La Marina.

Ese extraordinario evento que reunió a miles de personas había sido anunciado en una entrevista radiada por el pirotécnico Ricardo Caballer, con mucho énfasis también en promociones sucesivas, para que la gente se dejara el coche en casa, que hiciera uso del transporte público. Nos lo creímos.

Tomamos el 99 para que nos acercara a casa de Lola y Antoni. Como era pronto, hicimos juntos un recorrido por lo más conclictivo del Cabanyal, tanto en lo urbanístico, como en lo poblacional. En ocasiones no sabíamos distinguir si estábamos en el Bronx o en el Cabanyal, después de un tranquilo recorrido por sus calles, fuimos a dar a un bareto nuevo con terraza, en la calle Progreso, donde habíamos reservado mesa, menos mal, porque estaba todo petao.

Un tartar de salmón con aguacate para mí, otro para Lola, un carpaccio de calabacín para Encarna, y un salmón a la plancha para Antoni y seis Estrellas de Galicia, total 50 pavos. Bien. El tartar, excelente.

Luego nos fuimos andando, sin prisas (no sabía yo que esa iba a ser la noche de no tener prisa, ninguna prisa) a La Marina, que ya estaba de bote en bote. Veles y Vents, muy concurrido, los bares que hay en la llamada zona de bares por el pirotécnico que recomendó ver su espectáculo desde allí, con sus terrazas llenas de gente, cenando.

Nos sentamos en unos escalones, frente a un macetero, Antoni se fué a por su gin tonic al bareto junto al escenario donde actuaba La Habitación Roja, allí mismo, y dejamos morir, sin dolor, una hora hasta que sonaron los primeros avisos de la fiesta.

El pirotécnico tuvo razón, esa atalaya, ese mirador, las terrazas de los bares, resultaron ser la mejor opción para disfrutar del piro musical, no solo eso, para tener la sensación de que estabas en el mismo interior del espectáculo, que fue algo grandioso, con independencia de que uno pudiera coincidir o no con los gustos musicales del promotor del espectáculo.

Cuando todo terminó, Lola y Antoni nos acompañaron a la parada más próxima del 9 nocturno. Allí estuvimos como media hora hasta que una persona nos informó de que esa línea había sido desviada, sin que en el mástil de la parada hubiera aviso alguno.

Nos fuimos, andando, a Serrería y volvimos a esperar en la parada del 9 nocturno. Después de otra media hora, en la que no pasó autobús alguno, comenzaron a pasar autobuses, pero fuera de servicio ponía, aunque iban llenos hasta los topes. Taxis libres, no vimos ni uno.

Transcurrida una hora de nuestro intento de usar los servicios de la EMT, que me pareció entender por la radio que iban a ser reforzados para la ocasión, decidimos ir andando hasta la calle Menorca, con intención de llegar a la Av. de Francia, un lugar donde, por la existencia de hoteles, esperábamos pillar un taxi. A mitad de camino, vi un taxi que circulaba por la calzada opuesta a la que transitábamos, me jugué el tipo, crucé el semáforo en rojo y conseguí parar el taxi, cuyo conductor llevaba las ventanas abiertas, porque en el servicio anterior los pasajeros dejaron un extraño y penetrante olor en su interior.

Y digo yo, y con esto termino, ¿para qué tanto énfasis en que dejemos el coche en casa, que hagamos uso del transporte público, si ese servicio, en general, en particular cuando hay eventos con una afluencia de público extraordinaria, no solo es una puta mierda, sino que cuando preguntas a algún policia sobre alguna cuestión de ese servicio, nadie sabe nada?

Mal. Muy mal. Francamente mal. Llegamos a casa maltrechos y doloridos cuando daban las dos. Me averguenza decir que, cuando veía pasar los autobuses llenos sin parar por Serrería, insultaba a la madre de los conductores, que no tenía nada que ver en el asunto."

Ya está, ya me he desahogado, aunque me queda una duda, ¿será que ya estoy demasiado mayor para estas fiestecitas?

En fin. EMT.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 16 07 17.

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