jueves, 6 de julio de 2017

TRIBUNALES

"Lo último que desearía sería formar parte de un tribunal. Bueno, si se tratara de ejercer de jurado en un concurso de monologuistas, o en una edición de Tu Cara me Suena, con lo bien que se lo ha pasado el Llácer, sería otra cosa.

Pero, formar parte de nuestro Tribunal Constitucional, el del llamado Caso Gürtel, o de la Audiencia de Castellón, en la época de Fabra 1, qué horror, no?.

El Constitucional se pronuncia ahora, después de cinco años, sobre la inconstitucionalidad de la Amnistía Fiscal, llamada por Montoro Regularización Tributaria, cuando todo ha prescrito y su dictámen carece de eficacia jurídica.

Será que tenían cosas más urgentes que hacer, digo yo. Ridículo, ¿no?, por no decir, patético.

En cuanto a las vicisitudes por las que ha pasado el caso Gürtel, mucho más espectaculares y variadas que una aventura filmada en la selva, incluyendo el sacrificio ritual del juez Garzón, la ocultación o distorsión de pruebas, una y otra vez, mientras los distintos tribunales enterraban y desenterraban el sumario, como en un relato de Kipling, es una de las aventuras y desventuras jurídicas de mayor peligro para sus protagonistas

Lo de la Audiencia de Castellón, el caso Fabra, fué uno de los testimonios mas esenciales de cómo las presiones políticas eliminaban juez tras juez, por el procedimiento de hacerles desear fervientemente su traslado, durante años y años, aunque esas presiones lograron la prescripción de algunas causas, eran tantos los destrozos que no todas quedaron impunes.

Por azar, mi paseo anecdótico por la Universidad, siete años de presencia parcial en las Aulas, compatibles con una jornada laboral de ocho horas, no se orientó hacia las ciencias jurídicas, sino hacia la anticiencia de la Economía, esa disciplina que se usa para cualquier cosa, por cualquiera.

En particular por Fátima Báñez, oriunda de Orión y ministra de Trabajo, en sus declaraciones, pero, sobre todo, por Rajoy, su jefe, para hacernos ver como crecen las magnitudes abstractas macroeconómicas --el PIB-- y ocultar las desigualdades económicas concretas que impulsa su crecimiento.

La 35 de Levante de hoy, que leo de nuevo en Ca' Pepe, en el Saler, precisa algo más lo que digo.

"Los ricos valencianos se dispararon un 30%, mientras los pobres crecen en torno a un 11,6%.". Esto, claro, se puede mirar con distinta óptica."

Pues, nada, lo dicho, lo último que yo haría sería formar parte de algún tribunal. Se supone que son los árbitros de la justicia social. Es demasiada responsabilidad.

En fin. Tribunales.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 6 07 17.

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