lunes, 31 de julio de 2017

BONIG

"Hoy toca una crónica subjetiva, nada de análisis ponderados, conceptos elaborados ni nada de eso, porque para dibujar el perfil de Isabel Bonig, manifesera en el PP de aquí, que no merece, para nada, el calificativo de valenciano, por su condición sucursalista, hay que ponerse a su nivel.

 Yo ya había leído sobre la cantidad de millones de euros que estamos obligados a pagar por las decisiones arbitrarias de Bonig cuando compartió poder ejecutivo con su partido.

Hoy he visto en Levante, mientras tomaba un café del tiempo en el Maravillas, una foto del pantano de Buseo, clausurado por Bonig, que tuvo que ser reabierto de urgencia para evitar, in extremis, la inundación de la comarca de Los Serranos, por la mano irresponsable de Bonig.

No son sus decisiones políticas, cuando las tomaba, las que me inspiran ahora, no, sino la memoria auditiva del tono de sus discursos escandalosos, arrabaleros, propios de una vendedora de pescado --que me dispensen esas vendedoras-- que anoche evoqué, al mirar en la tele un programa presentado por la ex mujer de Arafat, que hacía una semblanza, con entrevistas incluídas, de las ex esposas de algunos de los dictadores más sanguinarios de Africa y América Latina y que pretendía ser una muestra del ejercicio del poder, no solo por los poderosos, sino por las mujeres que tenían al lado.

Concluí, después de ver el reportaje, que Bonig no se asemejaba a esas mujeres, pese a sus ticks autoritarios, demagógicos, porque yo aprecio en esa política una condición varonil, masculina, en el peor sentido de lo masculino, la vena autoritaria y grotesca, aunque eso es algo, al parecer, que no depende del sexo.

Mi punto de vista sobre Bonig no es político, sino lírico, es ese timbre desagradable de su voz chillona lo que me produce rechazo, como si asistiera a un concierto con una entrada cara, y el sistema de sonido no estuviera a la altura, difundiendo una octava de más en la artista lírica que hace que atiendas mas que a lo que dice, a cómo lo dice.

Por suerte, Bonig está fuera del poder ejecutivo y sus gritos de gallinero pueden ser obviados, simplemente, sin prestar atención a sus graznidos, sobre todo si vas a pasar el fin de semana a la casa de la sierra, donde no hay tele.

Eso creía yo, cuando nos fuimos el sábado para allí, pero los treinta y nueve grados a la sombra, los veintinueve nocturnos en el interior de la casa, y la actitud excitada de los nietos que nos acompañaban, estuvo lejos de la paz climática que buscábamos.

Menos mal que la actitud y la habilidad de mi mujer, tan conciliadora, tan organizada, tan motivadora, consiguió un equilibrio convivencial muy saludable, en medio del infierno climático serrano."

En realidad, esa percepción del contraste entre una personalidad femenina como la de Encarna, al compararla con la que se adivina tan arrabalera de Bonig, es la fuente de este artículo, creo.

En fin. Bonig.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 31 07 17.

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