lunes, 23 de julio de 2018

LISBOA

"Cuando llegó a su término el contrato que me permitió dedicar cuatro años de mi agitada vida laboral a la función de director financiero de Tecnología Industrial G, una firma que estuvo ubicada en el Polígono Vara de Quart, un privilegio que compartí con un magnífico equipo humano, Juan Ramón, el gerente, un ingeniero formado en las universidades rusas, su esposa, una mujer con alguna alteración nerviosa que le daba un aspecto hosco, pero de un trato muy amable y educado, una plantilla de físicos dedicados a investigar aplicaciones de control de tráfico, que fueron despedidos de manera fulminante cuando la empresa fué comprada por Dragados, la gente de Madrid que se hizo cargo de la gestión, no podía creer que yo estuviera tan contento de dejar el trabajo, que les apremiara para que me despidieran cuanto antes.

Tal fué su incredulidad, que enviaron a un equipo de inspectores para hacer una revisión a fondo de las cuentas de la empresa, pensarían, digo yo, que mis prisas por marcharme obedecían a que había perpetrado algún desfalco y quería huir con el botín antes de que me pillaran.

No sabían que mis prisas obedecían a que había concertado un viaje de placer a Lisboa, con unos amigos, en un cochazo de rico prestado. Cuando se convencieron de que todo estaba en orden y me dieron el finiquito, ese mismo día partimos con José Luís y Esther en el coche de su yerno, con rumbo a Lisboa, y creo recordar que hicimos noche en Badajoz.

Al día siguiente, al entrar en Lisboa, el Puente 25 de Abril estaba atascado por no se qué acontecimiento deportivo de alcance mundial, cuando llegamos por fin al hotel, el Holiday Inn, resulta que habíamos reservado en otro Holiday, en la otra punta de Lisboa, así que contratamos a un taxista para que fuera delante nuestro y nos guiara. Funcionó.

Creo recordar que ese Holiday no estaba lejos de la Plaza del Marqués de Pombal, así que, muy bien. Nuestra primera visita a la Lisboa urbana incluyó una reposada estancia en una terraza en la Plaza del Rossío. Allí pude respirar el aliento literario de Pessoa, de su 'Libro del Desasosiego', de su lirismo melancólico presente en la arquitectura de la plaza. Pessoa, que tuvo una vida literaria excepcionalmente creativa, debió tener una vida laboral absolutamente anodina, como empleado de una compañía de seguros o así, una vida vulgar, rutinaria, que sin embargo le dió para crear una de las mejores piezas de la literatura ibérica contemporánea.

En esa visita, no dejamos ningún barrio sin patear, el Chiado, creo recordar que el ascensor no funcionaba ese día. El tranvía para Alfama, ese barrio a los pies del castillo, que incluye una zona de pescadores, donde tomamos un bacalao dourado que, al pasarme en la cantidad, me provocó unas diarreas que me tuvieron una mañana sin salir de la habitación del hotel, y algún día después, cuando visitamos el Palacio da Pena en Sintra, me obligó a defecar oculto tras unos pinos del jardín.

Belém, una extraordinaria muestra de la cerámica portuguesa incorporada a la arquitectura manuelina. En esa visita, nos llamó la atención el gran número de carteles en los edificios públicos, que divulgaban los recursos de la Unión Europea dedicados a la rehabilitación de lo más emblemático de la ciudad, que por entonces estaba en plena ebullición, aunque  en la visita a su catedral, destruida por el gran terremoto que azotó la ciudad algún siglo atrás, parecía no haber sido tocada desde entonces.

De todos los lugares visitados en Lisboa, palacios, castillos, monasterios, lo que más pervive en mi memoria es el aliento de Pessoa que sentí que estaba presente cada vez que pateamos la Plaza del Rossío.

Nuestras incursiones fuera de la ciudad incluyeron, Estoril, aunque no fuimos al casino, Sintra, donde el Palacio da Pena mostraba en sus interiores las mesas puestas como si sus regios habitantes aún vivieran allí, Cascáe, donde nos detuvimos a tomar un aperitivo, y nos pegaron una clavada como si estuviéramos en la Quinta Avenida."

Confieso que publico esta breve crónica con algún retraso, quince?, veinte años?. No sé. Lo cierto es que esta mañana cuando, después de pasar por el Maravas, me he detenido en La Fuente, la tele no paraba de hablar de Casado, que si Casado esto, que si lo otro. Como lo de Casado ya lo he comentado en otra página, me ha parecido que una crónica, aunque sea en diferido, molestaría menos a los partidaros de Casado, que, imagino, que los hay.

En fin. Lisboa.

P.S. He leído estos días un artículo en 'El Mundo' (no quedaba 'Levante') que aludía todo el rato, --casualidad-- al Palacio da Pena, en Sintra. Del texto se desprende que el autor cita ese lugar como 'Palacio de la Pena', sin apercibirse de que se trata del 'Palacio de la Peña', no de la Pena, con lo que deja en evidencia que su conocimiento del portugués es nulo, además de la sospecha de que se inspira en Internet, sin decirlo, para escribir sus artículos. Por lo demás, el contenido de ese ejemplar de El Mundo, según mi mujer que lo ha leido entero, es bastante bueno.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 23 07 18.

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