domingo, 10 de enero de 2010

ARTE, GASTRONOMÍA, TABACO, LENGUAJE.

He pasado la mañana entre museos y se lo voy a contar. En el IVAM, cuatro exposiciones me han llamado la atención, por diferentes motivos. Natividad Navalón presenta un viaje sentimental por la maleta de su madre, en el que todos los elementos de la instalación que presenta están tocados por el aliento de la sensibilidad femenina materno filial, escenificada con un sentimiento de pérdida de la joven crisálida que a través de esa experiencia dolorosa accede a la edad adulta y se convierte a su vez en madre. Una propuesta artística llena de espiritualidad que no todos los espectadores compartirán, porque es difícil ponerse en la piel de los sentimientos de otro.

En las antípodas de ese arte sentimental está el choque salvaje a que nos somete el mallorquín Bernardí Roig, cuyas esculturas son en si mismas una materialización de la brutalidad mas desnuda, sin concesiones ni matices. La figura de venado antropomorfo, o de antropoide zoomorfo, que sodomiza a una mujer dentro de un recinto de cristal, mientras en una pantalla cercana se escenifica un ritual de desfloración que culmina con la mujer untándose los labios con su propia sangre, no es menos brutal que los golpes que no cesas de escuchar cuando entras en la sala, sin que sepas de donde proceden.

Cada figura de la exposición es la repetición de una única representación figurativa, siempre el mismo hombre de expresión zafia y cruel, en diferentes actitudes. En una parece llevar la carga de la lucidez a cuestas, mientras que en otra parece perdido, incapaz de comprender el mundo. Un par de relieves enmarcados ofrecen, al ser vistos desde distintos ángulos, rostros humanos junto a cráneos desnudos. Eros y Tánatos. Pero lo que mas huella deja en esta exposición es subir a la galería superior y ver en medio de un pasillo vacío a la figura clónica que la protagoniza dándose golpes con la cabeza contra la pared –los golpes que no sabías de donde procedían-- hasta agujerearla. Si el arte, como sostiene Nicolás Gómez Dávila, ha de irritar, esta expresión del lado brutal de lo humano de Bernardí Roig, tiene, sin duda, esa cualidad artística. No se la pierdan. Sigue hasta el día 31.

'La línea roja', el cuadro de Antoni Tapies, un lienzo pintado de oscuro, dividido por una línea roja en cuyo espacio inferior aparece el perfil de una silla, da nombre genérico al conjunto expuesto en otra sala, que incluye obra del escultor Miquel Navarro y un tríptico dorado de Ana Peters, entre otros fondos del Ivam.

Es interesante, aunque nos remite a una vanguardia envejecida del arte, el cubismo, 'La liturgia de las piedras' de Alberto Bañuelos. Cabezas cubistas montadas con lajas de piedra superpuestas para obtener un efecto antropomorfo es lo que mas abunda, aunque hay otras interesantes piezas, como los dos grandes discos pulidos en cuyo centro hay hendiduras que recuerdan los huecos vaginales y anales, o las piezas de basalto que presentan una cara pulida y el resto en bruto. Muy recomendable verla. Lamentablemente, se clausura hoy. Si quieren verla tendrán que darse prisa o buscarla en otro sitio.

Terminada la visita al Ivam, hemos visitado el Centre del Carme, cuyo claustro está en restauración, donde se ofrece 'La huella fotográfica en la nueva pintura realista' (de aquí). No esperen encontrar ninguna novedad en este espacio artístico. La miseria de los presupuestos asignados al arte por el gobierno de Heliópolis, que no alcanzan para nuevas adquisiciones, hace que todo lo que se expone aquí proceda de los fondos permanentes, ya saben, Equipo Crónica, Genovés, y demás epígonos, en versión autóctona, del American Way of Life, el arte Pop de los sesenta. Los habituales del paseo dominguero por los museos se lo pueden ahorrar. No encontrarán nada nuevo.

Gracias a este paseo dominical por el arte, solo voy a dedicar unas líneas al asunto del tabaco, la gastronomía y el lenguaje, que era el motivo de la entrada de hoy, antes de que decidiera dedicarla a los museos de Heliópolis.

En el 'Levante' de hoy, Vergara se ocupa de la incompatibilidad entre el uso del tabaco y la estancia en los restaurantes. Soy fumador compulsivo, a mi pesar, pero hace años que dejé de fumar en los restaurantes, por lo que no voy a contradecir los argumentos de Vergara, que comparto. Hay algo, sin embargo, en su artículo que me ha producido un radical estupor.

¿Como es posible que alguien que ha hecho del sentido del gusto una profesión, entre a saco en el gusto literario con una prosaica prosa burocrática, tan alejada de los mínimos exigibles a quien se dedica a la comunicación en cualquiera de sus géneros?

¿Cómo alguien entregado al hedonismo y el placer propio, nos puede infligir a otros la falta de decoro en el lenguaje, la falta de el mínimo esfuerzo de estilo que exige la comunicación escrita, de las que solo voy a dar dos ejemplos, por vergüenza ajena?

“Además de todo lo expuesto con espíritu constructivo (...)”

“Otrosí de ciertas variaciones al respecto, achacables a una urbanidad no muy desarrollada (...)”

Parecen dos ejemplos de prosa burocrática, ¿no?, el primero copiado de un viejo manual que contuviera modelos de instancias oficiales, el segundo, trae reminiscencias de la vieja enseñanza escolar, cuando este era un país iletrado.

Alguien que escribe semejantes bodrios, evidencia una falta de respeto por el lector, una ausencia del mínimo esfuerzo de estilo que requiere la comunicación a cualquier nivel, tan irrespetuosa, tan invasiva, como el humo de un cigarrillo no deseado que nos incomoda en el restaurante.

Los fragmentos que cito, son parte del artículo publicado por Antonio Vergara en el “Levante” de hoy, con el título 'La ruta del tabaco'

Espero no haber sido demasiado cruel con Vergara, seguro que es un tío cachondo, simpático y buena persona, como lo son casi todos los que aprecian las buenas viandas, los buenos vinos, y las buenas amistades, y no tengo nada personal contra el. Pero me parece incongruente que uno tenga como meta en la vida la excelencia gastronómica, y probablemente, por una falta de autoexigencia puntual, ofrezca una imagen tan zafia del lenguaje de la comunicación, que, como la gastronomía, es un bien que nos pertenece, y nos obliga, a todos.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 10-01-10.

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