sábado, 9 de enero de 2010

JUEGOS

He bajado al Maravillas envuelto en la cálida luz del sol de invierno que, cuando el temporal entra en la península por el Oeste, nos gratifica a quienes vivimos en la estrecha franja mediterránea. La única huella de la nieve caída se observa en los lomos blanquecinos de las montañas situadas en el extremo mas occidental de Heliópolis.

En la barra, mientra sorbía despacio mi café con leche, muy caliente, el personal se entretenía, con una rara unanimidad, comentando las peculiaridades de los juegos de guerra que les divierten en sus consolas. Balas trazadoras, que iluminan el blanco. Cargadas con fósforo, que fulmina al enemigo. Otras dotadas con chips capaces de detectar el latido del corazón humano adonde dirigen su trayectoria con precisión milimétrica. Algunos de estos juegos incluyen la opción de detonar una bomba nuclear, con lo que te quedas con todos los puntos, pero sin enemigos.

He tratado, sin éxito, de intervenir en la conversación, para sugerir a los jugadores que, tal vez sin saberlo, están siendo entrenados para una eventual guerra futura y que, si se diera esa eventualidad, serían los primeros en ser reclutados, pero nadie me ha escuchado porque el juego, ya se sabe, tiene un componente de placer infantil que nos aleja de cualquier realidad, presente o remota.

La realidad presente es que el negocio de los juegos de consola, ya factura más que la industria tradicional del cine y, al margen del registro fiel de esas cifras, eso se puede percibir prestando atención a las conversaciones cotidianas de niños y adultos interesados en esa actividad lúdica, ya consolidada como entretenimiento doméstico.

En cuanto a las realidades remotas, como son imposibles de imaginar, de percibir en el momento presente, prácticamente no existen, por lo que es lógico que no interesen a nadie

Al regreso, he comprado la prensa. Ojeaba los titulares por el camino, cuando ha caído en la cuenta de que esos titulares también parece que tratan de reclutarnos a los lectores para la causa del día, sea el temporal de nieve, un conflicto urbanístico en un barrio de Heliópolis, o las medidas para defender 'el sistema' de la amenaza terrorista.

Así como la probabilidad de que los jugadores de consola sean reclutados con carácter inmediato por sus habilidades específicas para una guerra tecnológica parece ínfima, los lectores de la prensa somos sujetos cotidianos reclutados por los titulares de los medios de comunicación que cuentan con nosotros como blancos de los impactos informativos de cada día.

Cada lector filtra esos impactos desde el peculiar punto de vista que su ánimo le dicta. Unos con indiferencia, otros con interés, algunos con un toque apocalíptico, en el viejo sentido de Umberto Eco, 'Apocalípticos e Integrados'. Nunca me sentí del todo integrado, así que debo ser un poco apocalíptico.

Tal vez por eso, las últimas entradas del blog evidencian esa tendencia; negación del sistema en la página 'Una amenaza para el sistema', crítica apocalíptica de las autoridades municipales de Heliópolis por el asunto del urbanismo del Cabanyal en la entrada titulada 'El caballo de Espartero', pero hoy el sol sale para todos y su cálida presencia invita a darle carpetazo a esa serie de artículos apocalípticos, a filtrar los impactos de los titulares con una cierta actitud contemplativa, como si se tratara de un juego, en lugar de una forma dramática del relato de la realidad.

El juego, ya se sabe, tiene un componente de placer infantil que nos ayuda a sobrellevar la cruda realidad. Juguemos, pues, seamos partícipes de las ficciones que nos proponen, sin tomarlas demasiado en serio.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 9-01-10.

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