lunes, 9 de noviembre de 2015

POPULAR

He comenzado el día cumpliendo un encargo familiar, recoger un papel en una Mútua del Paseo de la Alameda, luego he pensado, ya que estoy aquí, podía dar un paseo por la Heliópolis monumental. Me disponía a tomar el autobús número 6 para acercarme a Serranos, cuando ha pasado como una exhalación, sin parar.

A los diez minutos ha llegado otro, he subido y me he apeado en el museo de San Pío V, algunos dicen que es la segunda pinacoteca del país, yo no se sé si es la tercera o la cuarta, desde que lo llenaron de pintura religiosa pre renacentista no he vuelto por allí, eso sí, la restauración de su cúpula fue magnífica, con sus tejas vidriadas que emiten un brillo azulado que es el emblema arquitectónico de esa parte del cauce viejo.

No he entrado en el museo, me he apeado allí porque busco un estanco. En la cartera solo llevo un billete de cincuenta, y me da corte pagar el café que pienso tomar después con ese billete. Por suerte, al llegar al puente de Serranos, ahora es peatonal por una medida que hay que apludir, he encontrado el estanco, he comprado tabaco y he cambiado el billete.

Mientras paseaba por el puente libre de circulación a motor, con el sol alumbrando el esplendor de las Torres de Serranos, he pensado lo que sentirían las personas que acudían a la ciudad cuando era un recinto amurallado, y esa sensación hace que aumente mi percepción de la magnificencia del luger.

Pido un café en la terraza de un bar mínimo, a la sombra de las torres. Para ser mas preciso, a la sombra de los edificios que están junto a las torres, que protege del atípico sol de noviembre que hace este año.

Un cartel de la terraza del bar anuncia, 'Desayuno popular, café con leche y tosta, 1,70'. Mientras leo el cartel pienso que la palabra popular, en este caso, está bien aplicada, y no puedo evitar pensar que en la vida política, la palabra popular, es objeto de perversión en su uso, desde hace decenios.

Miro al ficus centenario que está al otro lado de la calzada, pienso en los siglos que permanece allí, enterándose de todo y se me ocurre preguntarle,

 --Oye Ficus...tu sabes porqué el uso de la palabra popular se ha pervertido tanto...?

Naturalmente, el ficus no me ha contestado y yo me he quedado dando vueltas a la idea de cómo es posible que se haya prostituído el lenguaje de tal manera, que aquí y en otros lugares de Europa existan partidos políticos, siempre de derechas, que se hayan apropiado de la palabra popular, como si sus políticas estuvieran a favor del pueblo, cuando cualquiera puede observar, sobre todo en los últimos años, que son políticas contrarias al bienestar social, y si esto es asi, ¿desde cuando es así? y ¿porqué es así?.

Una ventolera mueve las hojas del ficus y, si bien no oigo nada, percibo los razonamientos del ficus como si me hablara al oído.

--"Yo estoy aquí desde siempre, lo he visto todo. Conocí de primera mano la Santa Alianza, y hace menos de un siglo apareció otra Alianza. Una Alianza con la finalidad de dar continuídad a los políticos franquistas, que se habían quedado sin jefe, para que siguieran en la vida pública.

Ahí comenzó la primera perversión, pues, en un alarde manipulador del lenguaje, decidieron llamarla Alianza Popular. Después, conscientes de que la expresión Alianza representaba de un modo demasiado evidente su pasado, tuvieron la genialidad de suprimir esa palabra y cambiarla por la de partido, eso fué el colmo de la utilización torticera de la expresión popular, que pocos han defendido con honesta sinceridad, alguno hasta su muerte, como fué el caso de Salvador Allende.

Si pones el oído, escucharás ahora algunas variaciones de ese término, que se emplean con igual inmundicia, por ejemplo, populista, para nombrar a las nuevas formaciones políticas que tratan de abrirse paso entre el magma bipartidista.

Y si escuchas aún con mas atención, te percataras no solo de que la derecha reclama el monopolio de lo popular, sino de que para ganar puntos en las encuestas cocinadas por ellos mismos, se presentan ante el pueblo como los únicos que pueden garantizar el crecimiento económico y la unidad del país.

En fin, que quieres que te diga, lo he visto todo y nada me sorprende."

La ventolera cesó, volvió la calma y dejé de escuchar el rumor que venía del ficus, del otro lado de la calzada.

Terminé el café, pagué la cuenta y me dirigí a la cercana parada del bus. Durante el trayecto, observé el arbolado que se extiende por el cauce del río viejo. Vino a mi memoria alguna línea escrita por mí hace mucho, mucho tiempo,

'El bosque de palmeras y pinares/entre las dunas de color dorado/tiene un olor a miel y a dátil dulce/me pierdo entre sus frutos y sus sombras/me olvido del pasado y del futuro/y allí quedo plantado/disfrazado de ficus".

Nunca pensé, cuando escribí aquello, que alguien me interrogaría frente a mi tronco, para preguntarme cuando y porqué apareció la perversión en el uso del lenguaje de la palabra popular.

 En fin. Popular.

 (He retrasado la publicación de esta entrada, porque hemos ido a comer a Benetúser cocido leonés. Gracias, Pepa)

 LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 9 11 15.

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