domingo, 7 de febrero de 2016

CINE

Ayer tuvimos un día de cine completito. Por la tarde asistimos, en Lo+Baix, a la proyección de 'Vacaciones en Roma', por la noche nos tragamos, enterita, la gala de los Goya, la fiesta del cine español que este año celebra su trigésima edición.

La cosa terminó al filo de la una de la madrugada, luego me puse a trastear un poco en el ordenador, cosas normales, no vayan a pensar, y me acosté a las dos de la madrugada.

Esta mañana, he bajado a La Fuente a las nueve y media y, sorpresa, laa calles estaban mojadas. He pensado si habría pasado el camión de riego pero el camarero de la Fuente ha asegurado que en su pueblo ha llovido y aquí también.

Un fenómeno natural y relativamente frecuente que ha dejado de serlo, porque hace tres meses que no llueve. Cuando yo tenía seis años los inviernos eran más lluviosos y las madres de mi barrio llevaban a sus hijos al cine Iberia, a una sesión doble, cuatro películas y dos No-Dos, para protegerlos de la intemperie.

Cuando terminaba la sesión salían del cine, con sus vástagos protegidos con abrigos, bufandas y gorras, y regresaban a casa, muy poco acondicionada para el frío y la humedad, porque no tenían más remedio, en el cine no se podían quedar a dormir.

Esa precocidad en la asistencia a espectáculos cinematográficos algo tendrá que ver con mi actual interés por el cine, y con la circunstancia de que, hace unos años, actuara de figurante en 'Tranvía a la Malvarrosa' y en alguna serie televisiva de Canal 9.

Lo cierto es que fuimos a ver 'Vacaciones en Roma' sin recordar demasiadas cosas de la película, con la esperanza de rememorar los buenos momentos que pasamos, hace unos treinta años, en un viaje por Italia en el que no solo visitamos Roma, sino también Florencia, Milán, Venecia, Siena, Pisa, Pádova y supongo que algún lugar más que no recuerdo.

'Vacaciones en Roma' es el film en el que actuó por primera vez Audrey Hepburn, en mi opinión, el rostro mas angelical de la historia de Hollywood. No recordaba que la cosa va de una princesa que escapa del rígido potocolo de sus funciones diplomáticas, huye del palacio donde reside y se entrega a la vida bohemia de la mano de un periodista, Peck, que la acoge en su casa con la esperanza de lograr un buen reportaje.

Mi recuerdo del film se centraba en un paseo en Vespa que servía para recorrer las bellezas de la ciudad romana, pero, en la realidad, el paseo en Vespa es un enloquecido recorrido chocando con todo el mundo que acaba en una comisaría sin que esos planos enseñen demasiado de la monumentalidad romana.

La memoria es una cosa extraña, oculta unas cosas y conserva otras. La visión cinematográfica del Coliseo me ha permitido ver, desde la silla, sus suelos tal como son, con sus sótanos, sus pasadizos, su complejidad arquitectónica, por las varias funciones que tuvo, desde la representación de batallas navales, las llamadas naumaquias, hasta los salvajes y sangrientos festejos cesáreos, y supongo que otros homenajes no necesariamente sangrientos.

Pues bien, yo solo recuerdo haber visto un suelo entarimado en el Coliseo, nada que ver con los detallados planos que muestra la película. No recuerdo mas, y sin embargo, conservo en mi memoria,vaya usted a saber porqué, el rostro del camarero que nos sirvió un mezzo bianco en una terraza próxima a ese monumento.

Era un tipo afable y simpático, con gafas de pasta, una gran nariz romana, calvo, estaría en los cincuenta, supongo que mi memoria es mas selectiva para las personas que para los monumentos.

En la peli he vuelto a ver la piazza Navona, la de Vittorio Emmanuele, donde vimos a las parejas romanas que se casaban en el ayuntamiento con un aire algo cursi, la plaza de España, mas cosmopolita, la via dil Corso, donde están los comercios mas elegantes, y mas caros, claro, las termas de Caracalla, la boca de la fortuna y, mas allá de los paisajes urbanos romanos, hemos vuelto a evocar la luz del Arno, en Florencia, a las seis de la tarde, la emoción de Encarna al contemplar el David de Miguel Angel, en las galerías Uffici, antes de que un vándalo le partiera los dedos, nuestras correrías por el tejado del Duomo de Milán, visitando de cerca las agujas de esa catedral mientras nuestros compañeros de viaje comían en un restaurante, el olor a pútrida humedad de los caserones de Siena, y el precio de un café, en el de Florian, en la piazza de San Marcos, en Venecia, 400 pelas, eso sí, acompañados de la música de los violines.

Sorprende, ¿no?, el poder de evocación que puede desatar la visión de una película, esta es una de las muchas razones que aconsejan ir al cine, puede servir, en ocasiones, para revivir los momentos buenos de tu vida.

También sorprende que un lugar histórico como el Coliseo esté mas o menos entero después de dos mil años, lo cual dice mucho en favor de las sociedades humanas, si no fuera porque Hiroshima, Nagasaki, y ahora Alepo y otras ciudades de Siria, dan testimonio de lo contrario, de la barbarie que nos habita, sin remedio, junto al impulso civilizador y conservacionista.

Y es que ninguna definición de lo humano puede ser unívoca, terminante, al contemplar los dos lados de la balanza del alma humana. Pretendía hacer el resúmen de la película, pero ha salido esto. En fin.

En la gala de los Goya pudimos observar muchos momentos de emoción dificilmente contenida en los premiados, y es porque, en muchos casos, su presencia en la gala era el resultado de procesos, a veces muy largos, de bastantes años, de maduración y realización de sus proyectos cinematográficos o artísticos, lo que desmiente el mito del éxito rápido, fulgurante, en estas profesiones tan arriesgadas donde, por cada artista que logra enseguida el éxito, hay otros currantes de la profesión que se tiran décadas esperándolo, y a veces no llega.

Quizás deberíamos desterrar, ya, el concepto de éxito, y sustituirlo por el de la dedicación placentera, si uno, una, se dedica a lo que le gusta, que más puede pedir.

La organización de los tiempos en la gala incluyó una musiquita que sonaba cuando los premiados se alargaban, o se atascaban demasiado en sus intervenciones. Una forma poco sutil de echarlos del escenario, que fué protestada por Darín, un hombre con una elegancia actoral que demostró con esa defensa de los actores premiados, un tanto humillados por ese procedimiento inadecuado.

Para mi. lo mas espectacular de la gala fue la presencia entre el público, de Sánchez, Iglesias, Rivera, los tres políticos que tienen en su mano, ahora, las negociaciones para un eventual acuerdo de gobierno.

Vamoa a ver, ¿no está todo el mundo, impaciente, expectante, para que se dé una solución a las incertidumbres que hacen bajar la bolsa, ponen nerviosos a los políticos de Bruselas, y todo lo demás?.

En una situación así, uno espera que los aludidos se queden a negociar en algún lugar discreto, sea sábado, domingo, o fiesta de guardar, no que formen parte de un espectáculo público como es la gala de los Goya, como si aspiraran a un premio, como sus compañeros de comedia.

¿Puedo hacer una sugerencia?. Miren al Vaticano, un Estado con experiencia milenaria en acuerdos difíciles. Ellos encierran bajo llave a los cardenales en una sala, y no les dejan salir hasta que tienen un candidato ....... tomen nota.

Por lo demás, las película premiadas, deban la sensación de que la calidad del cine español, a pesar de la crisis, crece. Hemos visto alguna de ellas y lo podemos afirmar.

 €n fin. Cine.

 LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 7 02 16.

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