lunes, 15 de febrero de 2016

SERAFÍN

He bajado al Maravillas, estaba lleno de gente, pero la habilidad de Toni ha hecho que el 'Levante' me llegara enseguida. Me he recreado en su lectura, mientras tomaba un ron quemado, y he observado que todo el mundo escribe de lo mismo, de la dimisión de Esperanza Aguirre de la presidencia del PP de Madrid.

Al volver a casa, como no podía ser de otro modo, mi mujer me ha dicho que Iñaki Gabilondo ha dedicado su prédica radiada de hoy, ¿lo adivinan? a la dimisión de Esperanza Aguirre.

Para no caer en la vulgaridad de la repetición, y porque tengo la firme convicción de que la tal Esperanza no merece, en absoluto, la excesiva atención que se le dedica, hoy escribiré de otra cosa. ¿De qué?. No sé, se me antoja hacer hoy una semblanza de un político local del PP, no me pregunten porqué.

Será el nombre, Serafín, será el apellido, Castellano. De entrada, los serafines son espíritus bienintencionados. Pertenecen a la jerarquía mas estrecha ya que son parte o esencia de Dios, si atendemos a la teología cristiana.

Cómo un bebé que cuando nació inspiró a sus progenitores una condición tan angelical para ponerle ese nombre, se transformó después en un adulto aficionado a matar animales, als bous al carrer, y detentó una consellería, o una delegación de Gobierno,  que contrató con Avialsa, una firma dedicada a labores de extinción de incendios con medios aéreos, que al parecer le pagaba las cacerías y ambos, el conseller y Avialsa han conseguido el dudoso record de el mayor número de hectáreas quemadas en nuestro suelo, desde hace la tira de años, es un misterio de la evolución genética.

Ahora mismo, no hay más que ver las formas anatómicas del rostro de Serafín, para reconocer en ellas la crueldad, la zafiedad, la ausencia de cultura civilizada en sus gestos. Si usted le reprocha a un cazador que mate animales, le responderá que cada día se sacrifican millones de animales en el matadero para satisfacer nuestro consumo de carne. Sin embargo, hay una diferencia, cuando un cazador mata un animal libre, mata el animal y su libertad.

Un escritor ilustre, también castellano, Miguel Delibes, nos mostró en los Santos Inocentes, el lado cruel de la vida rural. Cuando veo la foto de Serafín en el periódico, ahora que los fiscales van tras el por lo de Avialsa, y al parecer lo de Imelsa, me parece una síntesis de dos personajes de Delibes, el señorito, por su crueldad, y el tonto que interpreta Paco Rabal...milana bonita....... por haberse dejado pillar por la fiscalía.

Tampoco puedo entender cómo un hombre que se apellida Castellano --yo me apellido Catalá y tampoco entiendo porqué-- hace gala de su entrega permanente a la defensa de las costumbres autóctonas, mas o menos ancestrales, sobre todo eso de los toros en la calle, que barbaridad, con la de viejos o niños que caen cada año heridos o muertos por esas salvajes costumbres.

Puedo intuir que su comportamiento es como lo fue el de los judíos conversos, que se mostraban mas cristianos que nadie, por temor a que alguien descubriera su verdadero origen. En este caso Castellano, al parecer, quiere que se le perciba como más valenciano que nadie, algo que desmiente su apellido.

En cuanto a la afición a la caza, es tan universal, aunque cada vez mas minoritaria, que en todos los partidos políticos han habido incidentes cinegéticos que han terminado en dimisión, como le sucedió a un ministro de justicia del partido socialista hace unos años.

Por otra parte, he de confesar que entre los cazadores ajenos a la política, yo me he encontrado muy a gusto, sobre todo, cuando ejercía la supervisión de una finca vitivinícola en Utiel, y en mis visitas de trabajo las gentes de allí me obsequiaban con arroz con liebre y perdiz, o me sobornaban con un cuarto de venado que sacaban del congelador y me llevaba a casa. Gracias colegas, por haberme tratado como a uno de los vuestros.

En cuanto a mi segundo apellido, Catalá, estoy justamente orgulloso de el. Viene de mi abuelo materno, quien fué anarquista en Barcelona, aunque nunca puso bombas, fué tipógrafo y periodista. Se vió obligado a emigrar a Marruecos después de escribir un artículo en la prensa de la época, dirigido a las madres, para que no consintieran que se llevaran a sus hijos a la guerra contra el moro.

Después de publicar el articulo tuvo la cachaza de ir a ver al gobernador militar para decirle que 'su hermano' había publicado aquella tontería, y qué consecuencias tendría. Cuando el gobernador militar le dijo que si lo pillaban iría al paredón, decidió exiliarse.

Ese abuelo puso a todos sus hijos e hijas, nombres wagnerianos, pese a lo cual ninguno de sus nietos ha salido anarquista, ni wagneriano. Ignoro lo que habría sucedido si a mi me hubieran puesto, como a Castellano, Serafín.

En fin. Serafín.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 15 02 16.

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