miércoles, 21 de noviembre de 2007

LA ISLA

He bajado al Maravillas y al ojear el periódico he visto una foto del último proyecto megalómano que ocupa las neuronas de las cabezas con poder político en Heliópolis. Una isla. Una plataforma sobre el mar cercano para acoger un complejo turístico de alto nivel. Esa isla, pese a disponer el proyecto de un puente que lo une con tierra firme, tiene un carácter metafórico que permite asociarla con las cabezas de quienes lo impulsan.

La singularidad neuronal de esas cabezas, desprovistas de receptores que las unan con el exterior, hace que se comporten como islas, debido a su megalomanía, un delirio que corta sus puentes con la realidad y quienes en ella habitan, con sus necesidades y sus prioridades.

Esta patología social suele ser mas frecuente entre aquellos a quienes los ciudadanos, en el ejercicio pleno de su capacidad de decidir, han conferido mayorías políticas absolutas, devaluando así la función de la oposición, con lo que se quiebra el juego de poderes parlamentarios que permite un funcionamiento equilibrado de las instituciones democráticos

Esta especie de autocracia representativa sostenida por los votos opera aquí, pero también en otros lugares, como Andalucía y Castilla la Mancha, con gobiernos de distinto signo, aunque sus consecuencias visibles no sean iguales en todas partes.

En Heliópolis, respondiendo a una especie de pulsión pendular, hemos pasado de dar la espalda al mar --antes de construir el paseo marítimo, no hace tanto, la playa de la Malvarrosa era un estercolero en el que los caudales de las acequias sin depurar depositaban su carga cotidiana de animales muertos y verduras putrefactas-- a dar la espalda a la ciudad, muchos de cuyos barrios se hunden en la decadencia, como se puede comprobar paseando por el Carmen, el Cabanyal, y algunos más, mientras las calzadas son invadidas por coches estacionados en doble o triple fila, ante la indiferencia de la alcaldesa, que ha descubierto el mar y, fascinada por ese horizonte, no dedica los presupuestos y las medidas necesarias que demandan los barrios y los crecientes problemas creados por un tráfico cada vez mas caótico.

El paseo marítimo es un ejemplo elocuente de como, con una inversión modesta, se puede crear un nuevo espacio ciudadano que disfrutan cientos de miles de usuarios. Con unos cuantos camiones de ratjoles se transformó un basurero en un lugar de encuentro muy concurrido, y la relación coste/beneficio de ese proyecto debe estar entre las mas eficientes de los últimos quince años.

Después ha venido la política de eventos, hitos, iconos arquitectónicos, y en paralelo a esa explosión de conducta megalómana, la degradación de la ciudad interior, la que antes vivía de espaldas al mar y ahora se sacrifica a los presupuestos faraónicos de los proyectos cada vez mas alejados de las necesidades y prioridades de un número considerable de ciudadanos, cuya visibilidad ha desaparecido de las neuronas de aquellos que, entregados al delirio megalómano, propiciado por sus mayorías absolutas, han roto los puentes con aquellos ciudadanos que no comparten su delirio.

Esa patología social tiene cura y consiste en negar la mayoría absoluta a quienes padecen ese delirio, para que se vean obligados a restablecer los puentes con toda la ciudadanía y no solo con quienes comparten su visión de la política. Para que vuelvan su mirada hacia las necesidades y prioridades obvias de la ciudad, cuya atención quizás no derive en acontecimientos o inauguraciones espectaculares, pero hará de Heliópolis una ciudad mas humana, mas habitable.

Hay que recuperar el juego democrático de las instituciones. Abandonar, si es posible por una larga temporada, esta rara situación de autocracia representativa. Podemos hacerlo. No es tan difícil. Las próximas elecciones generales son un ensayo que tendrá repercusiones en todos los ámbitos de poder político. Todos podemos aprovecharlo para contribuir a esa necesaria catarsis de higiene democrática. Y usted?, que piensa de todo esto?. Haga sus comentarios. Gracias.

Lohengrin. 21-11-07.

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