lunes, 5 de noviembre de 2007

RETRATOS (3)

Idoia tiene la solidez milenaria de un megalito granítico de origen tolteca, pero cuando algo la conmueve, se humaniza, renuncia a su naturaleza mineral y posa sus manos en las heridas sangrantes de los demás, para aliviar su sufrimiento, sin que le importe mancharse con el dolor humano, y su sensibilidad alerta advierte la diferencia entre el común de los mortales y la singularidad de los hombres planta.

En la cultura tolteca, como se puede apreciar en los restos de los bajorrelieves que aun permanecen en sus derruidos templos, existió el mito de los hombres planta, que tuvieron su origen en la patética soledad en que vivieron cuando aun tenían forma humana, por la ausencia de las mujeres mas extraordinarias de su época, que fueron convertidas en piedra, a causa de su perfección, para ser veneradas como divinidades por su pueblo.

Cuentan los glifos recuperados que, para escapar de su soledad, los hombres planta fueron perdiendo del todo su condición humana hasta convertirse en seres vegetales que, finalmente, alcanzaron una apasionada coyunda entre piedras y plantas, para disgusto de los arqueólogos actuales, que han denominado a ese acto de amor, pasados los siglos, el mal de la piedra.

Idoia, seguramente conserva en si misma algún resto de aquellas piedras veneradas. Su cuerpo sólido, insurgente y emergente, su energía telúrica, te hacen sentirte frágil y vulnerable, pero si miras en su interior, a través del negro preferido de su vestido, lo que ves es una hoguera encendida, como si hubieras alcanzado el magma incandescente del núcleo terrestre, y el color de esas brasas te recuerda el de los cabellos que culminan su figura.

Para entender a Idoia hay que aprender a escuchar sus silencios, percibir la fina visión irónica que tiene de los hombres, que son seres limitados en su capacidad de ofrecerse a los demás, demasiado ocupados en su narcisismo militante para enterarse de lo que pasa a su alrededor.

Puestos a descubrir una fisura en ese sólido edificio de mujer, solo aprecias, precisamente, esa solidez, de la que tal vez deriva una excesiva exigencia a los demás de esa misma cualidad, cuando lo cierto es que no todos la poseemos en la misma medida.

Al menos, como demuestra la leyenda de los hombres planta de la civilización tolteca, hubo un lugar en el mundo donde fue posible la síntesis entre la solidez de la mujer y la fragilidad del hombre, entre lo pétreo y lo vegetal, aunque el cobijo de esa unión imposible fuera el mito.

Falté a dos citas seguidas. Tenía trabajo. Si no puedes ofrecerles a ellas la máxima prioridad, es mejor no intentarlo.

(Fragmento de “Marc el desmemoriado” 2.003/2004 - Versión revisada 2.007)

Lohengrin. 5-11-07.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios