sábado, 24 de noviembre de 2007

METÁFORAS

Es sábado, así que he cogido una cesta y he ido al mercado a buscar metáforas. Las mas frescas, del día, ofrecían un aspecto claro, luminoso, inteligible, pero sus precios eran prohibitivos. Las híbridas de genialidad y sencillez eran las mas caras, alcanzaban cotizaciones como si fueran trufas. En el puesto de la casquería eran mas baratas, pero eran oscuras, densas, herméticas. El público se amontonaba delante del puesto, por razones de precio, pero también por una cuestión de preferencias. Abundaban los catedráticos de sociología, directores generales, especialistas en hermenéutica --que querrá decir eso?-- y mecánicos frigoristas, entre otros.
Di un par de vueltas por el mercado y me detuve frente al puesto de metáforas con denominación de origen. Allí se vende el material mas noble. Casi todo lo que ofrecen ha sido elaborado por poetas, pero su consumo minoritario, su débil demanda, hace que puedas encontrar, a veces, ejemplares interesantes a un precio razonable. Me fijé en el escaparate. Octavio Paz. Jorge Guillén, Miguel Labordeta. Estaban de oferta. De Paz no compré nada. Hace poco mas de un mes me llevé una cosa suya, “la noche, (...)vasta demolición que se acumula”, para construir otra sobre ese derribo, “Despertar entre escombros de sueño”, que figura en la página El Fulgor, muy visitada, por cierto.
Por un precio de risa, compré la de Jorge Guillén, para ponerla hoy aquí, “El tiempo es lujo y va muy lento”, porque evoca un pasado mío muy personal, cuando aún tenía un alma barroca, y percibí esa misma sensación de lujo y lentitud al calentar mi piel con el sol mediterráneo de la costa de Denia en un otoño que luego se reveló crucial en mi vida.
Lo de Labordeta lo venden de tapadillo porque el paso del tiempo le ha dado una pátina políticamente incorrecta a lo que en su origen solo fue un modo de expresión surrealista, “mi mujer que relincha en la caja de cerillas”, parece ahora una expresión ofensiva, pero hay que situarla en el contexto de su libro, “La Escasa merienda de los tigres” que también contenía otras, como, “los que van a la oficina con sus lomos de perro” que tampoco era muy amable, para no caer en interpretaciones relacionadas con el género.
Hay un puesto de metáforas que es el que mas se acerca a mi modesta capacidad de compra, ya que se dedica al trueque con mercancía usada y, por una módica cantidad, puedes llevarte una, a condición de dejar otra en su lugar. Tengo un montón de material usado, tan deteriorado, que cuando tecleo una metáfora de esas en el ordenador, las letras se deshacen de puro gastadas. Hace algún tiempo me traje de ese puesto una cosa atribuida a Winston Churchill, aquello de que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, a cambio de otra que ya no tenía ninguna utilidad y, después de la oportuna puesta al día, la he trasmutado en otra mas actual, “la paz es la continuación de la guerra por otros medios” que he usado en la página Guerra y Paz y, mas recientemente, en Niños que, para mi sorpresa, es una de las mas visitadas.
Es una gozada visitar el mercado los sábados, con la cesta vacía, y recorrer los puestos colmados de metáforas para todos los bolsillos, elegir de entre esa amplia oferta las que mejor se adaptan a tus necesidades y tu economía y encontrar, de vez en cuando, algún raro ejemplar que pasa desapercibido a los demás compradores y que puedes hacer tuyo por muy poco dinero.
Las metáforas no son, como algunos creen, traslaciones del sentido de las voces en otro figurado, en virtud de una comparación tácita, sino frutos frescos que se cosechan a la luz de la luna, en las horas mas lúcidas, mientras los demás duermen. Luego las llevan al mercado y tu solo tienes que acercarte, con la cesta vacía, el ánimo vivo, la curiosidad abierta, y adquirir las que mas se ajustan a tu presupuesto.
De nada.
LOHENGRIN. 24-11-07.

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