miércoles, 3 de septiembre de 2008

EL PASEO

He bajado al Maravillas pero, en lugar de dedicarme a la lectura apresurada del periódico prestado, al regreso he comprado un ejemplar, porque me apetecía dar un tranquilo paseo entre su floresta. Comienzo el paseo por la tercera, porque los desniveles de los enormes titulares de la primera y los abismos de la foto que ocupa media página, impiden el caminar detenido y placentero entre sus líneas.

Es un placer pánico deslizarse por sus artículos. La suave brisa matinal que se cuela entre los blancos que separan cada línea es de una frescura estimulante. Algunos están escritos con un estilo tan delicado que el tránsito de un párrafo a otro apenas se nota, ni siquiera tienes que alargar el paso, de hecho, no notas para nada que estás caminando por una oración distinta de la que le precede, y las líneas de escritura evocan los setos perfectamente recortados de un jardín, tienen su mismo aroma a hierba fresca a esta hora de la mañana.

Algunos jardineros, como Fernando Delgado, cuya columna echo en falta esta mañana, han hecho uso últimamente de prácticas de cultivo mas abruptas, como recurrir en cada artículo al post scriptum, una práctica, en mi opinión, algo bárbara, que no mejora su anterior estilo de jardinero oriental que cultiva la ironía como pocos.

En su lugar, aparece hoy la columna de Millás, ese jardinero exótico. Paseas por las lineas de su espacio en el jardín del periódico, moderadamente salpicado por las negritas y algo mas frecuentado por las cursivas, y percibes la originalidad personal de los ejemplares que lo habitan. Mientras caminas por las veredas de los interlineados, un aroma exótico a fronda caribeña se extiende por la columna, dando testimonio de que te encuentras en un lugar único por su singularidad.

Algunos de esos rincones por los que hoy estoy dando un pausado paseo, no son meros entornos vegetales, sino que están habitados por la fiera crítica y, al caminar entre sus líneas, de vez en cuando te sobresalta un rugido, pero todo se queda en un susto, que no te impide culminar el tranquilo vagabundeo por esos caminos, a veces amenazantes.

Entre la fauna que aparece por sorpresa en mi deambular, también hay animales domésticos agradecidos, entre los cuales reconozco a un viejo conocido que inspiró la primera página de este blog. Con una circularidad sorprendente, vuelve a ocuparse del mismo tema que estimuló mi rugido crítico de entonces, pero esta vez lo hace con un ligero toque crítico, ausente en su artículo de hace ya una veintena de meses sobre la Fórmula 1, por lo que no objetaré nada a sus palabras.

En mi recorrido por el periódico de hoy, no son los contenidos lo que me interesa, sino el placer físico de caminar entre sus frondas, disfrutar la suavidad de sus trazados, la moderación de sus pendientes, la elegancia de sus jardineros, su exotismo creativo, la circularidad perfecta de algunos estilos, la brisa fresca que se cuela procedente de los blancos entre las líneas y la perfección con que están recortados los setos de cada línea, cada párrafo, aunque, en ocasiones, te lleven a un laberinto habitado por animales domésticos agradecidos, en el que no hay suficiente claridad.

En fin. El paseo.

Lohengrin. 3-09-08.

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