lunes, 22 de septiembre de 2008

LA REALIDAD

Vuelves del ámbito subjetivo de la realidad, donde la felicidad, aunque efímera, es posible, y los titulares de los periódicos que, aunque no son toda la realidad, son porciones extraídas de lo real, manipuladas como si fueran productos alimenticios a los que se añaden toda clase de conservantes, colorantes y, pocas veces, edulcorantes, te dan en la cara con la violencia del lunes, día de la semana en el que quienes escriben las noticias, suelen estar de mal humor, porque también ellos han abandonado la felicidad periférica del fin de semana para volver a alguna forma de realidad.

Apenas dos horas después de abandonar la comarca en la que está ubicada mi casa insostenible, en la que acostumbro a permanecer durante periodos variables, mitad idílicos, mitad enervantes, una tormenta anunciada ha caído con una violencia extrema sobre los cultivos y los cultivadores, dejando arrasada buena parte de la cosecha.

En Heliópolis, la radio informa de que ETA, haciendo gala de la tozudez que caracteriza a cualquier fanatismo, ha vuelto a matar. Cruz Sierra, en las páginas de “Levante” hace una minuciosa disección del estado de salud financiera de los empresarios grandes y menos grandes, y los trabajadores de la sanidad pública expresan su inquietud por los efectos en sus empleos de la política de austeridad que la derecha se saca de la chistera cada vez que la palabra crisis se pone de moda.

Yo, la verdad, me siento confuso al oponer dos conceptos tan distantes como felicidad y realidad.
Parece que la felicidad es algo bastante difuso pero, en todo caso, enteramente ligado al ámbito de lo subjetivo, puesto que, si no hay sujeto, no hay percepción de aquello que fuere ese término tan impreciso.

Por otro lado, la realidad no es tampoco enteramente objetiva, pues los datos objetivos que produce se nos transmiten después del añadido de colorantes y conservantes que alteran su esencia original. No hay mas que escuchar los discursos de los responsables del gobierno y de la oposición que versan sobre la misma cosa, para darse cuenta de que no son matices lo que los diferencia, sino que sus mensajes vienen de planetas distintos y distantes.

Algunos, en nombre de la realidad, lanzan mensajes auténticamente surrealistas, como ese joven aspirante a cargos de mas enjundia en el partido de la derecha española, que acaba de declarar públicamente que en este país todos –los jóvenes, ha dicho-- somos del partido popular, solo que no lo sabemos.

Este muchacho tan ambicioso y desprejuiciado a la hora de decir sandeces, ha resuelto mis dudas entre realidad y felicidad. Aunque el, claro, como sus potenciales votantes de izquierda respecto a sus preferencias electorales, no lo sabe.

Parafraseando al desnortado político joven de la derecha española, ya podemos afirmar que en este país, todos sus habitantes son felices, solo que no lo saben. Ese argumento confirma lo que yo sospechaba, que la felicidad es un asunto, esencialmente, subjetivo. Y que basta el reconocimiento, la percepción de encontrarnos en ese estado de ánimo para que, con independencia de cuales sean las condiciones objetivas de lo real que nos rodean, nos sintamos así, felices.

Pero, siendo la felicidad, por su propia naturaleza en relación con lo real, algo efímero, apenas un momento fugaz entre los conflictos de la vida, este representante “moderno” de la derecha mas anticuada de Europa habrá sentido el placer subjetivo del efecto de su arenga entre sus correligionarios, cuyos aplausos le habrán producido una sensación cercana a la felicidad personal, pero al imponerse la realidad de la acogida de sus insensatas palabras en el conjunto de la opinión pública del país, ese efecto de euforia habrá cesado de inmediato, porque la felicidad, por definición, no dura, no resiste el contacto con la realidad cotidiana.

La realidad es que las gentes, jóvenes y viejos, saben bien lo que quieren, y lo que no quieren, que el pensamiento de izquierdas tiene, a pesar del devenir de los tiempos, una sólida base histórica, que no se puede confundir con un artículo de moda efímera, como demuestran las últimas consultas electorales y que en este país, a la derecha se la conoce bien, por sus supuestos valores, y por su ejecutoria política cuando gobierna, así que el político imberbe que ha dado motivo con sus argumentos irracionales a este comentario, ya ha tenido su momento de gloria, de felicidad personal, pero a partir de ahí tiene que vérselas con la realidad que demuestra, de manera cotidiana, que la mayor parte de la gente si sabe donde quiere estar, lo mas lejos posible de la derecha antigua de siempre.

Lohengrin. 22-09-08.

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