viernes, 19 de septiembre de 2008

LOS CHICOS CON LOS CHICOS, LAS CHICAS CON LAS CHICAS.

Una jueza de Denia sale desde hace algún tiempo en los papeles, porque dicen que se negaba a bendecir bodas homosexuales en su jurisdicción. Hoy a vuelto a salir, porque un alto tribunal ha anulado una sanción simbólica que le había sido impuesta en otra instancia. Yo, la verdad, no había seguido el asunto y pensaba que era uno de esos casos de objeción ideológica a las leyes emanadas del gobierno socialista, pero he leído la letra pequeña y la jueza no objeta nada, sino que esgrime un argumento jurídico como soporte de su negativa.

Al parecer, los aspirantes a contrayentes eran extranjeros y, según la jueza, en sus países de orígen no hay amparo legal para el acto jurídico que pretendían consumar. No entiendo una palabra de derecho internacional, ni siquiera del doméstico, pero, así, a bote pronto, el argumento de la jueza me parece, por lo menos, defendible.

Dejando de lado el aspecto jurídico de la cuestión, hay algunas consideraciones que se pueden extraer de la noticia. La primera es que, siendo Denia, Diánum en la época romana, según dicen por la cercanía de un templo dedicado a Diana, sucesora de la Artemisa griega, un lugar evocador de las culturas clásicas del placer y el carpe diem, habitado por un gran número de extranjeros que vienen a disfrutar de su apacible clima mediterráneo y sus hermosos paisajes marineros, es una pena que Laura, la jueza, no se haya dejado cautivar por esa tolerancia de civilización antigua y haya elegido imponer el rigor de los textos legales, aunque, claro está, para eso le pagan.

La segunda cuestión, es que no entiendo la manía que tiene la gente de casarse, con independencia de sus opciones personales sobre la sexualidad, teniendo en cuenta el elevado grado de fracasos que acompaña la figura jurídica del matrimonio. Puedo entender que las bodas homosexuales sean otra forma de obtener visibilidad y nuevos derechos, por un colectivo cuyos componentes fueron calificados en otro tiempo de delincuentes por el derecho del Estado –entonces no había Estado de derecho-- que imponía las siniestras leyes de vagos y maleantes y peligrosidad social.

Hace tiempo que esas leyes fueron derogadas, y es evidente que, ese colectivo, y otros, reciben un trato menos discriminatorio en nuestro ordenamiento legal, pero tengo dudas, por mi ignorancia de la técnica del derecho internacional, de si nuestras leyes amparan o no a ciudadanos extranjeros en materia de matrimonios homosexuales.

En este asunto, como en otros, tengo la sensación de que ha primado el ruido de la desinformación, sobre la racionalidad jurídica de los hechos, pero no me siento cualificado para dar una opinión sobre si el trato que ha recibido la jueza, de los medios de comunicación y de sus superiores, --ha sido trasladada-- ha sido proporcional a la verdadera naturaleza de su actuación profesional.

En todo caso, si en la actuación de Laura hubiera alguna motivación inconsciente de hostilidad
o rechazo hacia las opciones sexuales diferentes, debería reflexionar sobre ello, porque igual es un signo de una preferencia oculta que no se aviene a reconocer.

Después de todo, como dice mi mujer, la afinidad entre personas del mismo sexo es lo mas natural, mientras que lo anómalo es la búsqueda frustrante e infructuosa entre personas de sexos opuestos, de esa misma afinidad, lo que explicaría el alto grado de fracasos del vínculo matrimonial entre parejas heterosexuales. Si a ellas no les negamos el acceso al matrimonio, aún a sabiendas de que van a fracasar en un elevado porcentaje, para que negarlo a los gays, aunque sean extranjeros.

No se porqué me he metido en este berenjenal, a opinar de cosas de las que no entiendo una palabra. Pido disculpas a todos por mi atrevimiento. Lo que sucede es que, escribir todos los días sobre la crisis financiera me conduce hasta la fatiga. Y a ustedes también, supongo.

Lohengrin. 19-09-08.

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